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Rated: E · Short Story · Philosophy · #1086866
A numb individual tries to answer a question: what time is it? (in spanish)
Al llegar al aeropuerto de Kyoto proveniente de la ciudad de Seattle, mantenía una sola idea en la cabeza: necesitaba conocer la hora exacta, pues habrían de recogerme en la entrada sur del aeropuerto a las siete en punto. Mi reloj, aún con tiempo de occidente, marcaba las 1:45 a.m., que considerando las 17 horas de diferencia de tiempo implicaba las 6:45 p.m. Confiado de que aún tenía tiempo me dirigí a un café. Tras de comprar una dona y un capuchino, vi de reojo el reloj de la tienda: 6:55. Sorprendido volví a ver mi reloj, que al momento indicaba las 6:50, y preocupado busqué cómo verificar la hora.

Frente a la pantalla de arribo de aviones encontré un enorme reloj de manecillas, con símbolos japoneses en lugar de números. Intenté leer la hora exacta, pero solamente logré deducir que se encontraba entre 6:49 y 6:51. Sin perder tiempo paré a un ejecutivo que viajaba solamente con una maleta pequeña y le pregunté la hora. Éste, apenas viendo su reloj, me dijo: “Son las 6:53”. Un tanto desconfiado de su respuesta, le pregunté si podía asegurarme que esa era la hora real. El comentó que su reloj era un reloj suizo muy costoso, con una máquina hecha de diamante, que a su vez estaba perfectamente sincronizado con el reloj mundial. Sentí alivio al oír su respuesta y volví a ver mi reloj: 6:57. Tras un dilema momentáneo, decidí ignorar la máquina en mi brazo y disfrutar por un momento mi café.

Ya cerca de la salida sur, pregunté la hora a otro hombre, el cual tenía el mismo tipo de reloj que el ejecutivo. “Son las 6:57”, respondió. Con calma atravesé la puerta de entrada y me paré al lado de la calle. En eso, vi una nota pegada junto a la parada de camión que decía que habían llegado por mí a las siete en punto, pero que yo no había estado. En ese momento vi mi reloj: 7:04. De pronto recordé: ese reloj en mi muñeca me lo había dado un hombre de la compañía que había venido a visitar. Un tanto molesto me dispuse a esperar al camión, que llegaría exactamente a las siete con cinco minutos.
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