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Rated: GC · Fiction · Erotica · #2293780
Un humano encuentra a una tejona mutante y decide aprovecharse de su hermoso cuerpo.


         ¡Qué horrible! Las temperaturas aquí podrían derretir un volcán. ¿No me crees? Mi camisa estaba tan mojada que se diría que me había metido en una piscina. Pero la culpa era de esta jungla húmeda. Sólo había venido aquí para filmar algunas secuencias adicionales para este nuevo documental. Aunque esperaba que enviaran un equipo conmigo. El director debería haber sabido que se me cansarían los brazos de llevar una videocámara grande todo el día.

         Además, recientemente había tenido encuentros desagradables. Imagínate que una figura oculta te lanza una roca dura al hombro. Al menos ya casi había terminado.

         Las abundantes enredaderas me obligaron a empuñar un machete. Mi historial de exploración de estos territorios resultó útil, ya que podía cortar estas molestias con los ojos cerrados. Sin embargo, aunque entrar en la jungla era fácil, salir sería difícil. Seguí avanzando, pues parecía haber algo de agua.

         —Esto sí que es bonito. —Me acerqué—. Y yo que pensaba que los oasis eran exclusivos de los desiertos.

         Al entrar en la zona, el sonido de una cascada llenó mis oídos. Sería el lugar de descanso perfecto mientras revisaba mis grabaciones. Me molestaría enormemente que algo estuviera desenfocado. Y teniendo en cuenta la humedad que manchaba la lente, era probable.

         —¡Te lo advierto por última vez! ¡Suelta esa cámara!

         En cuanto oí aquella voz ronca, apunté con la cámara hacia arriba. El agarre de mi espada no podía ser más firme mientras maniobraba alrededor del agua. Aunque no vi a nadie entre los árboles o arbustos, sabía que no debía bajar mis defensas. Era la tercera vez que escuchaba aquella voz.

         —¡No me hagas repetirlo! —La voz procedía de mi derecha antes de desvanecerse.

         —Me pagan por filmar. Así que tiene que obligarme a soltar esta cámara.

         Oí un potente grito antes de caer al suelo de bruces. El peso del enemigo me expulsó todo el aire. Y cuando ya no sentí el mango de mi machete, mis instintos se pusieron en marcha. ¡PUM! Una vez que mi codo se clavó en el estómago del atacante, gritó de dolor. Pero su agarre sobre mí se hizo más fuerte. Rodé sobre mi espalda y lo pateé. Justo cuando estaba a una pulgada de reclamar mi arma, un pie gigante pisoteó el metal.

         —¿Pero qué? —Me quedé boquiabierto. No era un humano ni un animal normal. Era uno de esos animales mutados como Sonic o su amigo equidna. Tenían cabezas grandes y partes humanas, pero en el fondo seguían siendo animales. Aunque no conseguía entender qué era esta persona. Tenía el pelaje pintado de naranja y marrón, y parecía dispuesto a explorar Mystic Ruins.

         —¿¡Cuántas veces tengo que decírtelo!? —gritó el animal, sosteniendo… un bumerán—. ¡Rompe tu cámara y aléjate de mí!

         —He visto bichos más espantosos que usted —le dije—. Deje ese juguete y luego podremos hablar.

         Ahora echó el brazo hacia atrás. Muy bien, no pude detenerlo. Seguí grabando con la cámara a la criatura, captando cada movimiento de sus ojos y cada gruñido.

         ¡WOOSH!

         Me agaché bajo el bumerán, deslizándome hacia las piernas del enemigo. Tras tirarlo al suelo, agarré el arma y se la acerqué al cuello. Y durante todo este tiempo, apareció con glorioso detalle en la pantalla de la cámara. Si se parecía en algo a Sonic, podía esperar algo de terquedad. Tan fuerte como pude, empujé todo mi peso sobre su espalda.

         —¿Cómo se llama? —le exigí.

         —Sticks the Badger —gruñó el animal. Al escuchar su voz con más claridad, debía de ser hembra.

         —Con ese nombre eres una tejona, ¿correcto? Je. Podría haberla confundido con un mapache.

         —¡Aléjame de ese chisme! —Golpeó el suelo con los puños. —¡No es de fiar!

         —Si no se pudiera confiar en las cámaras, no seguiríamos usándolos un siglo después, ¿no cree? —Le di un golpecito en la oreja—. Pero si usted es tan sensible, quizá podríamos llegar a algún acuerdo.

         Jadeó, pero no por lo que le ofrecí. Fue porque sintió mis manos palpando su espalda, dirigiéndose a sus rasposos shorts. En cuanto apreté una de sus pompas, la mujer luchó por apartarme de ella. Qué esfuerzo inútil. Tardé minutos en tocar su trasero hasta que bajó la cabeza.

         —¿Qué es que quieres, matón del gobierno?

         Si fuera un matón del gobierno, estaría nadando en un mar de dinero. ¿Pero cómo era posible que no se hubiera cuenta de lo que quería? Hacía demasiado tiempo que no intimaba con alguien. Aunque tuviera que recurrir a una tejona mutada, una hembra aún era una hembra. Además, cuanto más la miraba, más atractiva me parecía. Siempre estaba haciendo pucheros o retorciéndose, pero sabía que sería tonto intentar escapar. Sería una tontería marcharse cuando su cara anaranjada estaba en la memoria de mi cámara.

         Quizá podríamos escalar la situación paso a paso. Cuatro pasos. Solté el bumerán y la cámara apagué. Acercándome a la chica, le puse la mano en el hombre desnudo.

Paso 1: Los besos


         —Ven aquí —dije, empujando mi cara contra la suya. Por mucho que luchó, no pudo evitar que mis labios se unieran a los suyos. Vaya… Aunque tenía una voz áspera, sus labios eran como la nieve. Cada vez que me apartaba para recuperar el aliento, emitía un suave gemido. Pero ella gemía siempre que yo volvía.

         Tras hacer una pausa de más de un segundo, la dejé sacudiendo la cabeza.

         —¿Cómo fue eso? —le pregunté, haciéndole cosquillas en el cuello.

         —Raro, raro y raro —dijo, limpiándose la lengua en la mano.

         —Acostúmbrate —le dije, agarrándola por detrás de la cabeza—, porque sólo será más raro a partir de ahora.

         Forzándola a abrir la boca, exploré el húmedo dominio como si fuera un nuevo hogar para mi lengua. Cuando sentí la suya, algo recorrió mis oídos. ¿Finalmente la escuché gemir? De repente, un brazo me agarró por el hombro mientras intercambiábamos saliva. La afilada sensación de sus dientes le dio a mi lengua un reto extra, uno en el que ella no ayudó.

         Me agarró la cara, girando la cabeza mientras babeaba en mi boca. Y cuanto más apretaba su pelaje, más fuerte me penetraba. Después de retirarme, dejando un cordel de saliva entre nosotros, no podía estar más excitado. Jeje, incluso tenía algo de saliva goteando de su hocico.

         —Eres una verdadera besadora —me reí entre dientes—. Creo que te estás acostumbrando a esto.

         —¡No me mientes! —La chica tuvo una arcada—. Es que me estás hipnotizando con unos chips de control mental.

         Vaya, todavía no aceptaba la realidad. ¿Por qué preocuparme? Aún quedaban tres pasos más en mi juego sexual, y entonces veríamos si la Srta. Sticks the Badger estaba bajo control mental.

Paso 2: Las chichis


         Nuestros labios volvieron a tocarse, y esta vez empujé mi pecho contra el suyo mientras bailaban nuestras lenguas. Sus ojos se abrieron de par en par cuando su pecho sintió el contacto húmedo del aire. Antes de poder deslizar completamente la mano bajo su camisa, me agarró la muñeca. Aunque negó con la cabeza, asentí con una sonrisa.

         La desnudé lentamente, tirando su top a un lado y dejando que sus dos amigos me miraran. Pin y Pon. Mis dedos se arrastraron por los costados de Sticks, haciéndola estremecerse. Subieron hasta que cada pulgar se aferró a una teta. Y ahora estos pulgares palpaban los pezones más rígidos del mundo.

         La masajeé la teta izquierda como un panadero maneja la masa. Pero mi ansia me decía que tenía que probar pronto esta comida. Sus seductoras curvas ya me seducían, pero ese pezón…

         Sticks soltó un fuerte grito, agarrándome la nuca. Jeje, no esperaba que le chupara una teta como un niño. Rodeé su espalda con las manos, acariciándola de arriba abajo mientras lamía sus pezones duros. Pero mis ojos se agrandaron cuando los sorbí con más pasión. El sabor… Antes era neutro, pero ahora había algo de dulzor. Podía sentir cómo algo se precipitaba en mi boca con cada chupada.

         ¿¡Leche!? Muy inesperado, pero muy apreciado. ¿Quién necesitaba agua? Tenía todo el alimento necesario aquí mismo, de una mujer tejona, alta y de grandes pechos. Era como si alguien tomara un vaso de leche, agregara un poco de miel y luego los mezclara.

         Y cuanto más me agarraba del pelo, más me motivaba a chuparla hasta dejarla seca. Actuaba como una madre que intenta satisfacer a su hijo. Hmm… Sus instintos animales debían de estar entrando en juego ahora.

         Cambiando a la derecha, ignoré el masaje y me lancé a lamerle toda la chichi. No sólo el pezón, sino las partes peludas que lo rodeaban. No era diferente de lamer la piel humana, sólo que con una sensación de más cosquillas en los labios. A este paso, estas criaturas mutantes me impresionaban más que mi propia especie. Las hembras tenían hermosas manos, caras, pechos grandes, e incluso…

         Cuando me retiré de chuparla, un largo chorro de leche siguió fluyendo en mi boca como una fuente. Sticks tenía la boca ligeramente abierta, tambaleándose de un lado a otro.

         —¿Estás bien? —le pregunté.

         —Me siento asquerosa —dijo lentamente antes de caer de culo.

         Me senté a su lado, observando cómo se le escapaban los últimos restos de leche. Al observarla más de cerca, la luz del sol resaltaba lo sudorosa que estaba. Y ambos lados de su hocico desarrollaron una marca roja de rubor. Vaya… No creí que mi jueguecito la tuviera ya prendida.

         —Sabes, eres decentemente linda en realidad —le dijé. Nuestras manos se encontraron justo cuando hablé.

         —No digas esa palabra.

         —De acuerdo. Eres mona. —Le besé la mano.

         —Esa palabra va a hacerte daño.

         —Eres guapa, atractiva, majestuosa. Todo el diccionario vive aquí dentro —dije, señalándome el cerebro—, así que encontraré una palabra que te guste.

         Estalló en carcajadas, más parecidas a las de una hiena que una tejona. Pero su reacción extrema me hizo reírme con ella, mientras seguía dándole palabra para elegir. Cuando Sticks por fin me miró a los ojos, olvidé que habíamos estado peleándonos no hacía ni diez minutos. Pasamos de tocarnos agresivamente a pincharnos suavemente. Cada vez que le acariciaba el pelaje, ronroneaba como un gatito.

         —¿Qué tal si te quito los zapatos?

         —¿Eh? Pero…

         La hice callar con un besito en la boca.

         —Tienes unas manos fascinantes, así que sé que tendrás unos pies bonitos.

         Aunque volvió a temblar, asintió simplemente con la cabeza.

         —Los voy a hacer muy felices —dije, arrastrándome hasta los grandes zapatos de la tejona—. Mírame.

Paso 3: Los pies


         Por muy incómoda que se sintiera con sus pies, tenían que ser algo digno de ver. Tomé los zapatos de textura rugosa y jalé de ellos. Jalando, jalando, jalando…

         ¡POP! ¡POP!

         Uno de los zapatos aterrizó perfectamente en mi nariz mientras yo retrocedía dando tumbos. No sólo el calor rivalizaba con estas temperaturas exteriores, sino que el olor que producía me dejó boquiabierto. Podría usar cualquier palabra para describir este olor menos “limpio”. Al igual que el resto de su cuerpo, sus pies debían de estar increíblemente sudorosos.

         Al ver las plantas de sus pies, tiré el zapato a un lado. ¿Cómo empezar? Sus dedos descendían como escalones y, en cuanto al tamaño, el dedo gordo podría llenarme media boca. Los talones eran tan gruesos que podían aplastar sandías. Y en todo el pie, las plantas podrían convencer a alguien con fobia a los pies de que les diera otra oportunidad. Su arco exagerado complementaba su talón grande como otra herramienta ideal para pisar con fuerte.

         Tan enamorado de su aspecto, olfateé inmediatamente su pie derecho. Su grito por la sorpresa fue acallado por mis intensos ruidos olfativos. Mantuve la nariz dentro de la zona de los dedos, barriendo de un lado a otro como una manguera de aspiradora. La fuerza del olor superó mis expectativas con creces.

         Con la nariz bailando alrededor de la zona más tóxica del pie, entre los dedos, me expuse a la fuente más fuerte de hedor. Olía como una mezcla de varios elementos repugnantes, todos culminando en el mejor pie que jamás he olfateado. Primero, me hizo pensar en vinagre crudo. Luego, al oler el dedo gordo, pensé en queso—queso maduro, importado directamente de Spagonia. Pero justo debajo del manojo de dedos, aspiré el mejor aroma de papas fritas.

         —¿Tus pies cómo huelen tan bien? —gemí.

         —¿Bien? —Tartamudeó como una niña confundida—. ¡Ni siquiera están limpios!

         —Bueno, eso lo explicaría.

         Además del olor adictivo, su sudorosa planta me hizo sentir un cosquilleo. Por muy viscosos que fueran, ¿cómo no iba a disfrutar con sus pies pegados a mi cara como pegamento? Sobre todo si significaba que el olor perduraría, incluso cuando me alejara de ellos.

         Ahora era el momento de probar si el sudor podía mejorar el sabor. Mientras frotaba la parte superior peluda de su pie, los besos la decoraban de abajo arriba. Pero el dedo gordo recibió el tratamiento especial, saboreando mis labios diez veces seguidas. Poco esperaba que me lo metiera en la boca, donde se retorcería como un insecto en pánico. Mmm… Ensucia mi lengua, dedo salado…

         Al otro lado, Sticks miraba hacia otro lado con el labio mordido. Verla sonrerír me obligó a lamer el dedo aún más fuerte. Sonreír era demasiado fácil. Acepté el reto de hacerla suplicar más.

         Me metí el dedo en la boca, y su salinidad haría feliz a cualquier hombre. Era como lamer pollo caliente y jugoso. Y cuando moví los otros deditos en mi boca como una calesita, fue cuando el pie de la tejona chocó. A la vez, todos los dedos se curvaron y generaron un océano de arrugas.

         Y empujé todos los dedos en mi boca, dejando que me ahogaran. Tenía que complacerla… Debido a las increíbles dimensiones de su pie, no pude respirar una vez que la bola del pie estuvo dentro de mí. Se quedó allí mientras chupaba y chupaba, esperando oírla gemir o quejarse.

         Mi lengua también golpeaba la planta de su pie. ¡Tap, tap, tap!

         —¡AY! —Sticks se frotó la frente, jadeando.

         —¿Te gusta? —le pregunté, apenas capaz de hablar—. ¿Quieres más?

         —Sí… ¡Sí!

         ¡Misión cumplida! La hice gemir, agarrase el pelo y reírse mientras le saboreaba el pie. Sobre todo cuando mordisqueé esa zona específica una y otra vez. Ni siquiera una tejona podría negar que le encanta que le laman los pies. De hecho…

         —Mira —dije, quitándome la camisa empapada—. ¿Puedes lamerte el otro pie?

         Jadeando, Sticks se llevó el pie izquierdo a la boca. Los dedos desaparecieron instantáneamente entre sus labios mientras su volumen crecía. Y junto con sus gemidos, los sorbidos y sonidos atmosféricos de la jungla, oyó el desabrochar de mi cinturón. Sus ojos marrones se abrieron de par en par, pero siguió concentrada en su pie como una chica buena. Ella lamía toda la planta, como si quisiera darle una limpieza adecuada.

         —Sí, entre estos dedos bonitos —jadeé, acercándole el pie a los labios. No dejé de masturbarme mientras la veía tragar la mugre de su pie en unos pocos lametones. Cuando su lengua pasó entre los dedos, saliendo por el otro lado, ¿adivinas quién la esperaba? Nuestras dos lenguas trabajaron para limpiar el pie al unísono. Yo tenía la parte superior peluda, y ella la parte inferior deliciosa. Cuanto más hormigueaba mi pene, más ansiaba tocar a Sticks.

         —¡Espera! —Sus ojos se abrieron de par en par al sentir mi polla contra el cuerpo.

         ¡CLAP!

         Se me escapó un sonido de placer. Al instante, los grandes pies de Sticks emparedaron mi polla. Aunque hubo una punzada de dolor, se transformó en el mejor masaje del mundo. Utilizó mi pene como un juguete de antiestrés. Cuando sus dedos jugaban con mis huevos, su otro pie frotaba mi glande. A veces incluso apretaba el glande con sus dedos flexibles.

         Observar los cuidadosos movimientos de Sticks me daba vida. Sin embargo, cuando se puso boca abajo, levantó los pies y me hizo un footjob inverso, su nombre grité.

         —¿Qué dijiste? —Aceleró el ritmo, obligando a mi pene a cabalgar sobre sus arrugas—. Dilo otra vez.

         —Oh, Sticks…

         —Jujuju, otra vez. —Y así, me exigió que siguiera gimiendo su nombre mientras me masturbaba—. ¡MÁS ALTO!

         —¡Me encantan tus pies olorosos, Sticks!

         La tejona se rió, liberando mi pene de su prisión de pies. Entonces se oyó un grito antes de abalanzarse sobre mí. Bajo su peso, dejé que me besara por todas partes. Mmm… Deliciosa… Pero sólo duró unos segundos antes de que se apartara de mí. Se arrastró hasta mis genitales y puso sus poderosos talones sobre mi pene. Esas estructuras divinas podían hacerme lo que desearan. Así que empezaron a masturbarme de nuevo.

         Pero cuando me incliné hacia atrás, había un extraño calor alrededor de mi pene. Era casi más húmedo, y la presión era más fuerte. Como si una aspiradora estuviera al máximo.

         Con mi polla aún entre sus pies, empujó su cara hacia ella y la lamió. Lo sorbió como si tuviera todos los nutrientes que necesitaba. Cada vez que sus plantas glaseadas empujaban mi polla de un modo u otra, sus labios la seguían.

         —No te olvides de mis huevos —dije, abriendo las piernas.

         Asintió, contrayendo la cara en una sonrisa pícara. Incluso con algo de pelo en los huevos, me los chupó como el animal que era. Pero fueron sus ruidos los que me inquietaron. Esa aspereza en su voz sonaba tan dulce como la miel.

         A pesar de que me encantaba esta combinación de la chupada y footjob, mi juego todavía no había terminado. Había otro paso que ni yo ni Sticks querríamos perdernos. Sticks no tenía ni idea, pero yo sabía que le encantaría.

         —Puedes para, bebe —susurré—. Me toca otra vez.

Paso 4: El trasero


         Con mi pene cubierto de saliva y Sticks más pegajosa que un imán, comenzaría el acto final de nuestro acto sexual. Pero antes, se tumbó sobre mí, retorciéndose mientras mi agarre se intensificaba contra su cuerpo. No hubo besos ni lamidas. Sólo hubo consuelo y un descanso muy necesario. Mientras me acariciaba las piernas con los dedos de los pies, le hice unas cosquillas en la espalda.

         —Quiero… —jadeó. Apoyó su cabeza en mi pecho.

         —Quítate los pantalones —le susurré al oído—. Y ponte a cuatro patas.

         Una nube de suciedad entró los aires cuando los pantalones de Sticks golpearon el suelo, y entonces cayeron las bragas. Si pudieras ver a una tejona mutante desnuda estirarse sobre tu cuerpo, te cambiaría la vida. Verla colocarse en esa posición sexy, con los dedos curvados y el culo al aire, me estimuló mucho. Y me masajeé la polla para prepararla.

         —Tienes que abrir las piernas. —Le hice cosquillas en la nalga derecha—. Vamos.

         —Te oigo —dijo, mostrándome su pequeño ojete.

         Llegó el momento.

         Primero, sintió que mi polla rozaba su culo. Intentó entrar, pero fue en vano. Con un meneo suficiente, el glande se coló en esta oscura caverna. Pero fueron necesarios dos fuertes empujones para que mi polla pudiera penetrarla más profundamente. Uno, ¡dos!

         Cuando desapareció en su culo, las entrañas de Sticks absorbieron la profunda presión. Mi pene viajó tan hondo que mi estómago rozaba a la chica. En el lapso de tres segundos, la tejona gimió, ronroneó y soltó una risita.

         —Prepárate —le advertí, dándole una palmada en el culo peludo—. Empezaré despacio.

         Tras decir eso, retrocedí y empujé mi polla más profundamente en su trasero. La chica soltó un largo jadeo. Pero la fuerza repentina no le impidió deslizar mi pene dentro y fuero de su culo. Jeje, esto sí que era un masaje mejor que su mamada. Para ser alguien inexperta en el contacto íntimo, Sticks era una profesional en flexionar los músculos. Su cálido culo me apretaba como una serpiente estrangulando a su presa.

         —¡Más profundo! —Levantó la pierna—. ¡Deja de ser tan débil!

         Si hubiera usado más poder, le habría destrozado el culo. ¡Pero su deseo fue mi orden! Empujé contar Sticks con tanta fuerza que mis labios estaban ahora contra su espalda. Chilló durante unos segundos, pero me suplicó que continuara. ¡Qué experiencia! Sentir su culo peludo sobre mi piel realzaba lo que de otro modo sería sexo normal con una humana.

         —¿Quieres ser una buena chica?

         —¡Sí!

         —¿Así que quieres que te llene el culo? —Pasé las manos por sus costados sudorosos, sacándole unas carcajadas.

         —¡Hazlo! ¿¡Qué esperas!? ¡Lléname el culo! —gritó, golpeando sus nalgas contra mi cuerpo con más fuerza. Y combinado con la estrechez de su culo, la tejona me llevó al orgasmo. Primero, mi cuerpo se paralizó. Luego sufrió un espasmo mientras mi energía se disparaba. Una oleada caliente de semen penetró en el cuerpo de Sticks como un tsunami violento. Chorro tras chorro, la sustancia pegajosa se acumuló en sus profundidades.

         —De nada —le dije.

         Mientras retraía mi pene lentamente, ella sacudió el culo como si estuviera ardiendo. Algo mágico ocurrió cuando se puso de rodillas. Mis ojos se abrieron de par en par al ver cómo goteaban semen sobre sus plantas desnudas, saliendo del culo.

         —Vaya, vaya. Casi me mataste. —Sticks respiraba agitadamente, sacudiéndose más para que el semen cubriera sus pies como glaseado.

         —Parece que alguien se divirtió demasiado, ¿eh? —Busqué mis pantalones—. Pues no puedo decir que esperara joder a una tejona, pero la imprevisibilidad hace que mi trabajo sea divertido.

         Movió los dedos en respuesta. Cuando la sustancia pegajosa dejó de gotear, me maravillé de los resultados. Era como contemplar una magnífica piscina blanca. Entonces mis ojos ascendieron por su cuerpo empapado de sudor hasta llegar a sus ojos azules. Frunció los labios de un modo tan adorable, y luego habló.

         —Oye, aún no sé cómo te llamas.

         Bueno, ahora ya sabe cómo me llamo. Y si alguna vez se le ocurre salir de esa jungla, sabrá exactamente cómo contactarme a mí. Sabes, éste es un día que nunca olvidaré.
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