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Rated: ASR · Prose · Satire · #1281401
A man makes a difficult decision. But if he chose wrong, it might not even be his fault.
Hace un par de decenios, vivió en esta misma cabaña un pescador. La vivienda, aunque falta de estética, combinaba con el paisaje y era resistente a la lluvia, los poderosos vientos y los vecinos de manos largas; era testigo partícipe de la pobreza del pescador.
         Durante el otoño de su vida, el hombre terminó sucumbiendo a una inevitable ceguera, a la que nunca se adaptaría y terminaría devorándole la vida. Sin embargo, cuando sucedió la historia que procederé a relatar, la ceguera había terminado con una porción gigante de su vista, y por ello él vivía en un mundo absolutamente borroso.
         El pescador, indeseoso de aceptar el advenimiento de la dependencia, aún salía desde temprano en la mañana y bajaba la colina que separaba su hogar de la marea hambrienta para encontrarse con su bote. Esta escena resultaba cómica para los vecinos y otros pescadores que habitaban más cerca del pueblo. El viejo, cuando bajaba tropezaba con frecuencia, y aunque se hería innumerables veces, a la mañana siguiente estaba volviendo a bajar la colina. "Ese ciego está loco," decían a sus espaldas, mas él se percataba. Esa mañana, como todas las anteriores, había hecho lo mismo. Ya estaba anocheciendo, pero él no tenía ninguna intención de regresar a su cabaña.
         De repente, escuchó un llamado de auxilio, que no venía de muy lejos. Entrecerró los ojos y llevó la mirada al horizonte, mas la inutilidad de esta, adicionada a la oscuridad, le obligó a buscar los gritos por medio del oído. Remó con dificultad hasta el lugar de donde provenían. Allí encontró a dos mujeres, quienes a duras penas eran capaces de mantenerse a flote.
         -¡Ayuda!, -clamaban, desesperadas, pero sólo había espacio en el bote para una.
         Una de ellas le ofreció sus favores siempre que los precisara en caso de que el pescador la subiera al bote. El pescador se percató de que ellas no podían notar su falta parcial de la visión. Sonrió. Obviamente, la mujer que le ofrecía sus favores tenía que ser muy hermosa, si no, ¿de qué valdría la propuesta? Así que decidió subirla al bote sin titubear.
         -¡Espere! -exclamó la otra, -Yo no puedo otorgarle mis favores, porque estoy casada. Sin embargo, le ruego que me ayude a regresar a casa por ello mismo.
         Si llegaba de vuelta a la cabaña con una hermosa mujer en su bote, la gente del pueblo dejaría de verlo como el loco ciego y empezaría a envidiarlo por la compañía de aquélla mujer. Así que subió a la primera mujer al bote y remó con ella hasta la playa, dejando que la otra se ahogara en el mar.
         Â¿Saben qué es lo interesante?
         Que la mayoría de las personas del mundo de ahora harían la misma elección.
         Â¿Y saben qué es aún más interesante?
         Que ellos no están ciegos.
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