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Rated: 18+ · Fiction · Erotica · #2291273
Con las hormonas descontroladas, Mabel Pines ata a su gemelo y juega con sus pies.


         —Vaya, vaya. Ahora no vas a ninguna parte.

         Mientras tarareaba, Mabel Pines miraba fijamente a su hermano que se retorcía. ¿Qué iba a hacer él? ¿Iba a arremeter contra ella? Tendría que romper toda esta cinta adhesiva que lo ataba a su colchón. Y con la boca sellada, ¿cómo iba a gritar el pobre Dipper pidiendo ayuda?

         Su gemela se agachó a los pies de su cama. Aunque cualquier persona normal sentiría náuseas al estar cerca de los pies de su hermano, Mabel empujó la nariz contra el calcetín de Dipper. Entonces el olor entró en sus fosas nasales, encendiendo todas las luces de su cerebro. No importaba cuánto intentara Dipper patearla. Mabel olería sus calcetines hasta sentirse satisfecha.

         —Huelen bien, Dipper —dijo ella, acercándose a sus tobillos—. Así que tienen que oler perfectos cuando te quite los calcetines.

         ¡Pluck!

         Ambos calcetines liberaron los pies del chico. Pero antes de arrojarlos a un lado, la adolescente olfateó cada calcetín una vez más. Su aroma no era el más fresco del mundo, ni el más oloroso. Simplemente le regalaban una ligera muestra de los pies de su hermano. Y ahora…

         —¿Estás listo? —preguntó, tocando la planta cremosa de Dipper. El chico podía sacudir la cabeza durante días, pero Mabel sólo aceptaba una repuesta—. ¡Allá voy!

         ¡SNIIIIIIIIIIIF!

         Golpeando la cara contra el pie izquierdo, Mabel resopló tan fuerte que haría sonrojar a su mascota Waddles. Dejar que el aroma abrazara sus fosas nasales no la dejaba contenta. Ansiaba sentir el olor natural del Dipper le quemara la cara. Así que le frotó la cara por el pie como si fuera un trapo. Y mientras tanto, el chico gemía.

         Dipper no podía ver a Mabel. Sólo sintió su nariz y sus labios presionando su pie. Aunque le costaba generar palabras para expresar lo raro que se sentía, esta experiencia no era demasiado horrible. Al menos Mabel no le lamía los pies. Eso volvería loco a cualquiera.

         Sluuurp…

         Sintiendo humedad en medio de la planta del pie, Dipper se contoneó con más fuerza para escapar de estas ataduras. ¿Por qué Mabel tenía que atacarlo cuando se disponía a dormirse? No importaban los esfuerzos, pues el chico no iba a ninguna parte. Simplemente quedó tumbado, gimiendo mientras la viscosa lengua de Mabel pintaba sus pies.

         —Curva los dedos, Dipper. —Mabel le hizo cosquillas con la punta de la lengua. Tras oír un segundo de risas ahogadas, los dedos del chico se curvaron al instante. Y la sonrisa de Mabel se hizo aún más amplia—. Muy bien.

         Fue a lamerle las uñas, y luego prestó a cada dedo una atención especial. Cuando uno entró en su boca, soportó un intenso viaje. Primero, la lengua lo abofeteaba constantemente. Luego tenía que lidiar con el fuerte músculo que se arremolinaba como si fuera una lavadora. Y, por último, sentiría la firme succión de la boca de Mabel Pines. Ella chuparía hasta que sus mejillas se pusieran azules.

         —Mmm… Qué deliciosos… ¡MMM! —Era el sonido de Mabel entrando en un estado de éxtasis porque el dedo gordo la enganchó como a un pez. Ahora estaba agradecida de que él no se hubiera cortado las uñas esta semana. Aunque generaba una fuerte presión contra el paladar, activaba toda la dopamina de su cerebro.

         ¡POP!

         Ese sonido significaba que limpió completamente un dedito. Jadeando, Mabel puso su atención en las plantas de Dipper. Teniendo en cuenta que ambos gemelos tenían un tamaño similar (pero los pies de Mabel eran más grandes), los pies del chico eran lo suficientemente grandes como para mantener feliz a Mabel toda la noche. Su sabor era indescriptible pero adictivo.

         Dipper no podía dejar de gemir. Cada lamido que Mabel le daba obligaba al chico a hacer ruido. A veces gemía de frustración, gimoteaba o incluso gemía de placer. Curiosamente, los de placer eran más frecuentes. Y sus dedos se movían más, incluso cuando la lengua no le hacía cosquillas. Mabel notó el cambio de humor cuando cambió a su pie derecho.

         —¡Haz piquito! —Apretó los labios mientras besuqueaba el dedo gordo de Dipper. Gimiendo, la chica hiperactiva fingió que realmente estaba besándolo en la boca. Cuando volvió a chuparle los dedos, dejando que sus frenillos les dieran un masaje lleno de baches, un nuevo deseo nació en su mente.

         Ella debería haber considerado lo apretada que estaba la cinta que ataba a Dipper a la cama. Porque cuanto más adoraba sus pies, más sangre corría hacia la entrepierna de Dipper. La tensión hizo temblar sus pies mientras trataba de llamar la atención de su hermana. Gritando su nombre repetidamente, sólo la hizo sonrojarse más.

         —¿Qué dijiste? ¿Qué te chupe todos los dedos lindos? —jadeó, fingiendo sorpresa—. Te tengo. Te haré suplicar más, Dipper.

         Estirando su boca a niveles poco realistas, Mabel empujó el pie derecho por su garganta. Justo encima de él, el pie izquierdo hizo notar su presencia. Diez dedos estaban atrapados en Mabel, compartiendo la saliva que goteaba entre ellos. Gimoteando, la adolescente acarició su teta mientras su boca hacía su trabajo. Durante 40 largos segundos, Mabel lamió entre los dedos, limpió la parte superior e inferior y los calentó mucho. Cuando salieron de su boca, se produjo un maremoto de saliva.

         Jadeando, sonrió al ver cómo los dedos de Dipper brillaban como diamantes. Observar cómo la saliva caía al suelo era una hermosa recompensa.

         —¿Sabes qué? —dijo, subiéndose sobre su hermano. Lentamente despegó la cinta sobre sus labios, dándole la oportunidad de respirar como ella. Pero justo cuando Dipper trató de hablar, Mabel lo calló con su dedo sudoroso. Mirándolo a los ojos, supo que tenía que correr el riesgo.

         Los hermanos sintieron el contacto de sus suaves labios. La lengua de Mabel entró en la boca de Dipper antes de regresar rápidamente. Durante gran parte del beso, frotó sus pies contra los húmedos de su gemelo. Incluso con la mirada confusa de Dipper, Mabel se negó a soltarlo. Se sentía profundamente reconfortada al permanecer tan cerca de él.

         Concluyó la noche mucho más deprisa de lo que empezó. Mabel soltó a Dipper, le rogó que no contara a nadie lo ocurrido y se desmayó en la cama. Fue una noche extraña para el chico que aún sentía la saliva de Mabel en la boca. Aun así, le dio a su hermano un beso en la mejilla roja. ¿Y lo mejor? Ni siquiera se secó los pies antes de apagar las luces.

Nota del autor:
Hace tiempo, quería escribir algo sobre estos dos hermanos. Sin embargo, decidí que quería que Mabel estuviera al mando. Espero que disfrutes con el resultado. Seamos honestos, te gustaría estar en la posición de Dipper 😏.
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