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Rated: GC · Book · Adult · #1009350
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#371769 added November 9, 2006 at 11:15pm
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Capitulo 4






Julio tardó considerablemente en conseguir que el encargado le diera el número de habitación, pero ¡al fin consiguió! Sin pensarlo dos veces se dirigió a donde el hombre le había dicho que encontraría a la esposa de su amigo. También le dijo que no iba a decirle la habitación porque no había usado la contraseña que la joven le había dicho que tenía que usar, que lo convenció al decirle otros datos que ella le había mencionado.

Sin saberlo Julio había caído en la trampa que éstos le habían hecho. Primero tuvo que seguir una serie de pasos para poder llegar a donde ella. Tuvo que primeramente detenerse en una cobacha donde encontraría una caja decorada tenía que abrirla y seguir las instrucciones que encontraría en la tapa de ésta. Una vez que la abrió no pudo ocultar su asombro. No podía creer lo que sus ojos veían. Era ropa de hombre en cuero con látigo, esposas y otras cosas que no sabía definir bien lo que era. Sin saber porqué comenzó a excitarse y se arrepintió que fuera a ver a la esposa de su mejor amigo en ese cuarto de hotel. Sabía por las instrucciones que tenía que ponérselo porque de lo contrario no pasaría la inspección que le esperaba en el pasillo de camino a la habitación por 4 misteriosas personas. No sabía que habían instaladas cámaras en el pasillo pero por la elaboración de ese plan podía imaginarse que sí.

Luego de vestirse maldijo en silencio, porque sabía que tenía luego que ir donde Enrique a llevarle a su esposa en la habitación que había separado con César. Deseaba que en lugar de hacer todo ésto por su amigo estar en su casa con su esposa, así tuviera que gastarse un dineral en la ropa y el cargamento de juguetes y protecciones. Estaba esperanzado que al final todo ésto fuera un juego y que no tuviera que abrir esa puerta sin saber cómo ella esperaba a la persona que él estaba…No, no iba a pensar en eso. Seguiría los planes para ayudar a su amigo.

Al subir al pasillo vió cómo dos parejas le esperaban justo frente a la puerta. No los podía reconocer llevaban tapadas las caras, al igual que él, aún así se sentía familiarizado con ellos. ¿Porqué sentía que los conocía? No podía explicarse esa sensación, pero aún así, le asustaba más las reacciones de su cuerpo. Su corazón latía rápido y fuerte, sentía la adrenalina recorrer su cuerpo, su miembro se había endurecido y apenas cabía en la apretada prisión de cuero que llevaba puesta.

Una voz fuerte como trueno retumbaba en sus oídos, apenas podía escuchar otra cosa que no fuera sus latidos y su respiración entrecortada. Sólo pudo escuchar y definir un eco de la voz:

--Debes tomar la pluma y pasarla por todo su cuerpo, luego vas a dirigirte a una mesa de noche y con el aceite vas a darle masaje por toda la espalda estando sentado sobre la parte de atrás de sus muslos. Una vez hayas realizado todo eso, la mujer es toda tuya.

Le entregaron la pluma y procedieron a cerrar la puerta tras él. La aseguraron bien y todos se dirigieron a sus respectivas habitaciones.
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Una vez adentro Julio no despertaba del sueño que parecía estar viviendo. Una mujer que para nada se parecía a Sofía, sino más a su propia esposa, estaba amarrada en la cama, acostada boca abajo y con los ojos vendados. El radio sonaba una música árabe sensual, erótica y relajante. Se olvidó de su amigo, sólo podía pensar en la mujer que estaba allí esperando por un hombre que complaciera sus deseos. No lo pensó mucho y se dejó llevar por el deseo cumpliendo las instrucciones dadas por la voz de uno de los hombres junto a la puerta. Sólo deseaba que esa mujer le perteneciera. Por algún motivo su cuerpo agonizaba por ella y por lo que estaba escuchando mientras la acariciaba, el cuerpo de ella también.
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Fabiola estaba sorprendida de luego de un corto silencio sentir a alguien acercarse lentamente. Sus sentidos se habían agudizado y no podía equivocarse, no eran pasos de mujer los que escuchaba. No encontraba su voz para quejarse y sólo esperó. Luego de unas caricias con la pluma sintió como el cuerpo de un hombre se sentaba sobre sus muslos y comenzaba a masajear su espalda. Su cuerpo parecía reconocer la sensación, pero ella no podía pensar en nada ni en nadie. Sólo deseaba que el dueño de esas varoniles manos se apoderaran de ella. Quería pertenecerle en cuerpo y alma.

Una vez que él concluyó el masaje comenzó a soltarla primero las piernas luego un brazo y luego el otro. Ella sentía que su respiración se cortaba mientras él la levantaba de la cama en sus brazos. Ella vestía la vestimenta que había comprado para usar el día siguiente era demasiado sexy. Un brasier de cuero negro con todos los mangos en cadenas de plata, un tanga también en juego y un ‘hotpant’.

Él estaba cautivado, la mujer era tan hermosa que él quería conocerla toda, conocer su rostro, igual que quería conocer toda su intimidad. Una vez la puso de pie frente a él y observó cada parte de su cuerpo, no pudo suprimir el suspiro al pensar en el parecido tan grande con su esposa. Algo le decía que debía poner todas las piezas de éste rompecabezas juntas, había una alarma sonando en su cabeza. No podía pensar en ella ahora. Se dirigió a su espalda para desamarrar la venda de sus ojos. Una vez ahí, habiendo soltado la venda, la atrajo hacia sí mismo y comenzó a besarla, sintiendo el calor que emanaba donde sus cuerpos se unían. No podía resistir la urgencia por tenerla, pero tenía miedo que el sueño acabara muy rápido y tuviera que despertar. Quería que continuara.

Durante el beso que él le proporcionaba, Fabiola no pudo resistir en pensar en los besos de su esposo y susurró su nombre como si con ello pudiera transformar al desconocido tras ella en él.

La sorpresa lo dejó en shock, ella al sentir cómo su cuerpo se tensó y detuvo todos sus movimientos no pudo detenerse a sí misma y se volteó para quedar frente a frente al desconocido. Sus ojos se agrandaron al fijarse con los de él. La mirada entre ellos se mantuvo, pero ella la rompió para ver cómo él estaba vestido. Se echó a reir a carcajadas y cuando vió la ropa que él llevaba puesta, la hora que marcaba el reloj y las cosas ocurridas durante la noche todas las piezas del rompecabezas cayeron en su sitio. Aún él no comprendía lo ocurrido y su rostro pasó de confundido a enojado.

--¿Cómo encontraste la ropa? ¿Hace cuánto estás en el cuarto? ¿Dónde están Sofía y Nancy? ¿Ellas te llamaron? ¿Cómo llegaste hasta aquí si yo tengo tu carro?—Tuvo que detener las preguntas cuando él le puso la mano sobre la boca para poder pensar.

Ahora entendía las notas, las bromas, todo. Todo había sido un plan fríamente calculado. ¿Cómo ella podía saber de la ropa? Aún así, con tantas preguntas sin responder su cuerpo se relajó notablemente y decidió aprovechar la noche y dejar las preguntas para el desayuno o quizás más adelante. Había pasado casi una semana sin la compañía de su esposa y ahora que la tenía junto a él no la quería perder.

Sin pensarlo dos veces, se acercó a ella y comenzó a besarla mientras su manos recorrían su cuerpo entero y cálido. Hace años no tenían una noche entera juntos para hacer el amor acurrucados toda la noche. No quería desaprovechar la oportunidad, además ya era domingo. No tendría que madrugar y le habían regalado el día lunes libre por la festejación de su cumpleaños.

--Sólo dime una cosa. Todo ésto fué idea tuya.—le dijo a Fabiola en voz baja al oído.

--Sí, inicialmente. Sólo que todo estaba arreglado para mañana. Sospecho que entre Sofía y mi hermana arreglaron todo.—le dijo mientras con sus manos recorría cada pulgada de piel en el pecho de su esposo.

Julio dejó de besarla para susurrarle. --Creo que no fué sólo trabajo de ellas. Al entrar habían dos parejas en la puerta con instrucciones. Creo que ésto fué un complot de cuatro.—Puso su boca sobre la de ella y comenzó a saborear los manjares de amor, pasión y excitación que ella le producía.

Mientras la besaba, sus manos fueron recorriendo cada centímetro de piel. Suavemente acarició su mejilla, su cuello y llevó sus manos a través de la suavidad de su cabello. Hacía mucho tiempo que no disfrutaba como la primera vez que hicieron el amor. Poco a poco fué dirigiendo sus manos por todas las curvas que marcaban su feminidad. Al mismo tiempo ella iba acariciando su nuca, mientras con la otra mano recorría el cuerpo bien formado de su esposo.

Luego de interminables e insaciables minutos de éxtasis separaron sus labios. Poco a poco ella buscó para quitar todas las piezas de ropa que se interponían entre ellos, pero él con un acto que le tomó mucha voluntad, detuvo sus manos para besarlas mientras la miraba a los ojos.

--No me digas que vamos a desperdiciar ésta ropa y éstos juguetes.—Con una ceja arqueada la miró, sus labios formando una sonrisa frívola y coqueta.—tenemos todo el día y la noche.

--Hace mucho que no hacemos el amor.—dijo ella un poco desilucionada.

--Lo sé, por eso mismo, quiero tenerte toda. Quiero que sepas lo que casi pierdes. Quiero que sepas cuánto te amo y te necesito para poder vivir. Sin tí solamente sobrevivo.

Sus palabras fueron suficiente para que Fabiola se entregara a la pasión que recorría su cuerpo. Tomó el látigo y una cadena que amarró a su collar, mientras lo besaba apasionadamente y con su lengua recorría el misterio oscuro de su boca. Él no salía de su asombro al ver que su mujer era una fiera indomable, pero el sería luego su domador. La domaría con ternura mientras ella lo domaba con malicia y fureza.

Ella rompió el contacto de los labios primeros y suavemente lo empujó lejos de ella. Cuando vió que su esposo abría los labios para decir algo con el látigo le dió suavemente en el brazo, mientras con la otra mano agarraba la cadena. Sonriendo maliciosamente le dijo:

--Hoy eres sólo mío. Eres mi mascota y no hablas sólo haces lo que yo digo.—Acentuando su intención con un tono seductor.

Dió vuelta y le dió un paseo por el cuarto tras de ella haciendo que mantuviera bastante distancia, la suficiente para que él viera su cuerpo, cómo se movía. Alcanzó un control remoto y buscó la canción que estaba programada para su paseo.

Julio no dejaba de observar cómo se desenvolvía su esposa en lo sexual. Había estado practicando. Al comenzar la música escuchó la canción de la pantera rosada. No pudo contener su risa al pensar en qué nueva ocurrencia vería que su esposa haría ahora. De repente ella comenzó a caminar soltándolo y puso la música en pausa.

--Tienes 15 segundos para esconderte, preferiblemente donde puedas ver. 1, 2, 3… 14 y 15.—Se volteó para contar y una vez terminó quedó frente a una habitación vacía.

Sabía que él no se había ido. Tendría que haber pasado frente a ella. Sin pensarlo más encendió nuevamente el radio y comenzó a hacer que buscaba a través de la habitación con movimientos muy seductores al ritmo de la música.

Desde debajo de la cama él podía tener acceso visual a todo el cuarto, cierto que no tendría acceso si ella se acercaba a donde él estaba pero por el momento disfrutaba viéndola moverse al ritmo de la música que sonaba lejos en su mente, aunque sabía que estaba bastante subido el volumen. El mundo, dejó de ser importante, el tiempo se detuvo a su alrededor. Todo, eran ellos dos y nada, ni nadie más.

Según buscaba, se maravillaba dónde él se podría esconder. Tenía el cuerpo lo suficientemente grande y alto como para pasar desapercibido. Buscó tras los muebles más grandes, dentro del baño y dentro del closet, parecía haberse desvanecido. Estaba segura que él la estaba viendo. Podía sentir su mirada pero no definía desde dónde. Se repitió que eso debió haberlo omitido. Sin pensarlo más comenzó a dar latigazos en los muebles al ritmo de una canción de rock que se escuchaba en esos momentos. También comenzó a empujar muebles.

No sabía cuándo la había visto más seductora y exitante. No, nunca la había visto así. ¿Cuál habrá sido su motivación? No importaba, lo que importaba era que con cada movimiento él se exitaba más. Ya no podía creer que su miembro pudiera endurecerse más, sin embargo cada minuto bajo la cama era más difícil para él. Quería ya poseer a esa divinidad salvaje y domarla poco a poco.

Cuando parecía que no iba a acabar la historia, ella se sonrió maliciosamente, podía escuchar su respiración entrecortada. Podía definir su procedencia, así como su deseo. Su mente definió en qué parte del disco había una música apropiada y se paró frente a la cama, a una distancia que él pudiera verla claramente y ahí había muy estratégicamente ubicada una butaca. Comenzó a acariciarse a sí misma haciendo que cada movimiento atrajera más su atención. Cuando ella no podía resistir más y sabía que su voluntad estaba flaqueando le dejó saber que quería que él saliera de su escondite.

Mientras le hacía señales con su dedo de ven y acomódate aquí, continuaba con sus caricias. Él se arrastró suavemente de abajo de la cama. No quería pensar que todo ésto fuera sólo un sueño. No, imposible, los sueños jamás son tan duraderos. Se fué acercando a ella a gatas y a sólo un pie de distancia de ella, la vió inclinarse hacia él y sus labios se acercaron a los de él.

--Good Boy!—le susurró junto a los labios. Rozándolos suavemente mientras agarraba la cadena que lo mantendría sumiso.

Se levantó del asiento y le rozó toda su sensualidad frente a su rostro febril y sudoroso. El calor de ambos cuerpos se entrelazaba juguetonamente entre ellos. Pero el juego apenas empezaba. Ella se encargaría que el juego fuera una dulce tortura que sería recompensada al final. Se volteó y lo haló mientras se acercó a una gaveta de donde sacó unos dados florescentes.

--Bien es el turno de jugar.—Caliente como se sentía, era lo menos que deseaba realizar pero una vez culminado el acto no creía que fuera a intentar nuevamente la aventura. Hoy ya estaba realizando su papel.

Él no entendió, pero no quiso aventurarse a preguntar nada. Sabía que su esposa no era apasionada a éste nivel y que tendría que disfrutar cada minuto y atesorarlo como si fuera la única vez en la vida que fuera a tener una recompensa como ésta.

--Es tu única oportunidad para tirar los dados y cumplir lo que está destinado por ellos a ser realizado por tí. Sólo puedes realizar esa función y en caso que te desvíes de lo que dice serás castigado.

Julio, muy obedientemente lanzó los dados y vió como decía “kiss” y “lips”. Su desesperación fué grande. Deseaba cualquier cosa que le diera mayor campo de batalla, pero los labios, los labios es uno muy reducido.

Lentamente se fué acercando a ella y decidió utilizar todas las técnicas conocidas por él para besar. A sólo unos milímetros de sus labios sacó la punta de su lengua y rosó todo el borde de ella, enviándo al mismo tiempo, unas suaves caricias de aire. Podía sentir cómo todo su cuerpo se comenzaba a tensar y poner alerta ante lo que le esperaba. Podía ver la expectativa del porvenir en sus ojos.

Cuando sintió que ella se desvanecía y se unía al ritmo de la caricia, comenzó a marcar suavemente la entrada de su boca, que ella muy voluntariamente entreabrió. Él inclinó brevemente su cabeza y entreabrió los labios comenzando brevemente besar las esquinas con breves mordisquitos y luego introdujo el labio inferior en su boca y comenzó a degustarlo, después el otro y sin más espera tomó su boca en la de él para saborear cada segundo junto a ella.

Sabía que no podría tocarla, pero sus manos ardían de deseos por hacerlo. Sabía que sólo era un beso, pero en él quería saciar todo su deseo. Quería que el beso apagara el calor febril que emanaba desde el mismo centro de su ser. Sin darse cuenta su boca comenzó a degustar tiernamente las puntas de los labios de ella dando besos suaves y húmedos a cada uno y sus manos se acercaron a su rostro.

A pesar de la dificultad en concentrarse Fabiola supo que al sentir la suave caricia de sus manos tocar su rostro tenía que detener el beso que tanto deseaba continuar ella misma hasta consumarlo en una unión total de los cuerpos.

--¡Basta!—sonó su voz de forma muy extraña y sensual. Su respiración era de forma entrecortada y le dió mucho trabajo formar sus próximas palabras.—Era sólo besar, no incluía las caricias.

Los ojos de Julio se negaban a mirar a su alrededor. Todo daba vueltas. El deseo y el placer eran muy fuertes y se habían apoderado por completo de sus sentidos. Sólo la voz de su esposa lo hacían tener la voluntad suficiente con la esperanza de mucho más por venir.

De forma más resuelta imaginando cómo iban a aumentar aún más sus deseos comenzó a ponerse en pie, con un orgullo de sí misma al ver cómo Julio la observaba con ojos devoradores, tomó el látigo y lo tomó del brazo para que se pusiera en pie. Tan pronto lo hizo, le dió breves latigazos en las nalgas y vió como sus ojos se inundaban de una pasión aún más fuerte.

--Niño malo. Ahora por eso que hiciste, te voy a castigar.—lo llevó del brazo a la cama y lo esposó a ella. Subiéndose sobre él lo tomó de la nuca y le vendó los ojos.—por eso ahora estás condenado a tortura sin mirar.—pasó su lengua suavemente por todo el borde de la oreja y le susurró suavemente—eres todo mío para yo hacer de tí, lo que yo quiera.

Sus palabras eran ya suficiente tortura para él. La expectativa de lo que ella fuera a realizar sería suficiente para matarlo de deseos. Necesitaba sentir sus suaves curvas, acariciarla, besarla. De repente, sintió cómo ella pasaba sus manos acariciando su cabello revuelto. Sintió como sus labios carnosos y húmedos recorrían cada pedazo de piel de su cara, con suaves haloncitos. Sintió cómo sus pechos se acercaron a su boca mientras ella subía a besar su frente y no quiso perder tiempo. Tomó uno de sus duros pezones entre sus labios. Acto seguido escuchó un suspiro ahogado salir de sus labios y puso mayor énfasis en ese pedazo de piel en su boca.

Poco a poco fué desvistiéndolo sin dejar de besarlo, para tener un mayor acceso a su cuerpo que ardía febrilmente de deseos. Sus ojos brillaron al ver su erección. Estaba perdiendo el control poco a poco a una alta velocidad. Luego arrancó su ropa sin poder esperar más y continuó besandolo subiendo nuevamente por su cuello mientras su cabello acariciaba suavemente la sensible piel.

Ya ella no podía resistirse más. Tenía que buscar la forma de volver a controlar todos los deseos que emitía su ser. Estiró su pierna y con la rodilla acarició la suave piel en la parte interna de los muslos de su esposo. Continuó subiendo hasta encontrar sus testículos firmes pegados a su cuerpo en espectativa para actuar. Con mucho cuidado hizo un poco de presión y aprovechó el instante en que su Julio abrió la boca en un ahogado grito para separar sus pechos de su rostro y uniendo su boca a la de él comenzó a explorar nuevamente la cavidad más misteriosa de todo su cuerpo. Donde sabores y placeres se unen en extraordinario éxtasis de delicadezas sensuales.

Una vez que el beso no pudo ser más intenso, bajó sus manos a través de su torso y tomó con fuerza y delicadeza al mismo tiempo una de sus tetillas lo que hizo que todo su cuerpo se levantara en un acto de desesperación por la culminación del acto carnal. Julio tomó todo el aire que pudo en sus pulmones y en susurro casi inaudible le dijo a Fabiola:

--Si sigues así voy a morir.—Necesitando todavía más aire con cada frase se dirigió a ella.--¡Por Dios Santo!… mujer, soy tu esposo… y nuestro matrimonio… va a durar hasta que la muerte nos separe… pero espero que ésto se repita…--pensandolo bien continuó—por lo menos una vez… cada cinco años.

Fabiola no necesitó más para entender, tampoco lo resistiría. Así que mirándose en uno de los espejos a su alrededor se miró mientras en forma de serpiente movía su cuerpo de arriba para abajo de su erecto pene, de forma que su clítoris recibía la mayor parte del estímulo. Cuando oyó dos gemidos al unísono supo que uno le pertenecía y suavemente fué amoldando su figura a la de su esposo hasta que él entró en ella centímetro a centímetro. Una vez se sintió llena comenzó a moverse poco a poco en un principio e inclinándose hacia él le soltó las vendas de los ojos. Cuando Julio la vió quedó aún más sin aliento y al verse privado del uso de sus manos comenzó a moverse bajo ella. Ambos cuerpos se movían al mismo ritmo y con la misma intensidad hasta que juntos llegaron a tener el más fuerte orgasmo de sus vidas.

Fabiola cayó sobre Julio casi en un instante. No le quedan suficientes fuerzas y tampoco quería perder el miembro aún erecto de Julio de su cuerpo. Pacientemente esperó a recuperarse del torrente de pasión y se levantó para soltar a su esposo.
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