Sigue la historia de la vida de esclava de Toadette, y ya tiene el fetiche por los pies. |
«Yas no entiende que Sofí está haciendo todo lo posible por cuidarla. No es pan comido cuando eres una mamá soltera». Mientras se enjabonaba en la ducha, Minh lamentaba la situación. Sofía claramente seguía luchando por criar sola a su hermanita. Si las cosas estuvieran bien en esa casa, Yasmín no se hubiera fugado. Hubiera aceptado que su hermana no podía llevarla a la Gran Convención de Geeks. ¿Verdad? ¿O era una de esas chicas? Del tipo de chica que era desobediente a pesar de tener una buena crianza. Fuera cual fuese el caso, Minh planeaba descubrir la verdad. Al salir de la ducha, se secó y se usó el pijama. Abrió la puerta. —¿Eh? —La puerta se abrió fácilmente hacia el interior del baño. Pero ver una cama contra ella le indicó que algo andaba mal. Su rostro palideció al ver una nota sobre el colchón. —¿Por qué eres así? —Corrió hacia su teléfono, a punto a romperse los pulgares mientras marcaba el número de Toadette—. ¡Hay un gran problema! *** —¿Cómo se escaparon? —gritó Toadette, esquivando rayos rojos que zumbaban a su alrededor. —Tenía que bañarme, y… Mira, fue idea de Yas. —¡Odio a tus malditas primas! ¡Deberías haberlas encerrado en el baño contigo! —Pensé que podía confiar en ellas. —Alguien va a notar a dos niñitas vagando por ahí —advirtió Toadette, saltando sobre un cohete de alambre—. ¡Tienes que encontrarlas! —Yo… Toadette… —Minh tragó saliva, comenzando a calzarse—. Estaré de vuelta en el motel a las once, pase lo que pase. —Sé más inteligente que Toady. —Toadette miró a su compañero, que tropezaba—. Mucha suerte. Con eso, terminó la llamada, gimiendo cuando un láser la golpeó en el pecho derecho. Era como si el Virtual Boy de 9-Volt tuviera recursos ilimitados. Mientras el chico oprimía los botones, hacía aparecer arma tras arma de la nada. Toadette miró hacia las luces que iluminaban el basurero. Incluso si pudiera apagarlas, la visión termal de 9-Volt aún la haría visible. ¿Cómo podía atacar a alguien que podía golpearla desde cualquier posición? Se quitó los zapatos bajos, haciendo que 9-Volt se detuviera a la mitad de sus acciones. —¿Qué crees que estás haciendo? —preguntó el chico. —Un jugador tan genial no puede divertirse si no lo desafían, ¿no? —Se sacudió el polvo de sus pies cubiertos de medias de nailon—. A ver cómo me enfrentas cuando estoy en mi máxima velocidad. —Vaya… ¿O sea que antes no estabas dando tu máximo? Toadette se impulsó pasando a 9-Volt. Sus ojos se abrieron al sentir que salía despedido hacia delante en un instante. Antes de que pudiera reaccionar, ella lanzó una ráfaga de golpes hasta que le dio una patada giratoria final que lo mandó contra una pila de basura. Todo se movía a cámara lenta para Toad. Apenas podía seguir la acción, pues luchaba por mantener el equilibrio sin vomitar. —Tonto. —Toadette movió las caderas mientras pasaba junto a él—. Si no fuera por tu actitud estúpida, podrías usar esa nueva fuerza etérea. —No te confíes… Todavía no lo has vencido… —Mírame. —Toadette comenzó un segundo esprint hacia el niño. Pero esta vez 9-Volt estaba listo. Bloqueó su puñetazo, aunque la fuerza del impacto lo lanzó hacia atrás. Desesperado, oprimió varios botones de su control, invocando otro misil. Toadette, con un grito, desvió el arma, sintiendo la onda expansiva reverberar por su brazo. Pero se obligó a avanzar, sorprendiendo a 9-Volt con otra poderosa patada. Él jadeó, sintiendo un poco de sangre en su boca. —¿Por qué no entregas esa estrella antes de que te lastimes en serio? —preguntó ella. 9-Volt gruñó, alcanzando su control una vez más. Toadette rodó los ojos, esperando a que llegara otro cohete para desviarlo. Si podía desviar cohetes, seguramente podría resistir cualquier otra cosa que el muchacho tuviera bajo la manga. Una enorme arma aterrizó en la mano derecha de 9-Volt. Un mazo. Guardó el control en su bolsillo y cargó contra Toadette, gritando. —¡Ya me tienes harto! —Con más energía, lo blandió contra la seta. Toadette seguía usando sus manos para bloquear los golpes, pero hacían más daño que las armas de largo alcance. A pesar del rápido asalto de 9-Volt, no era rival para su velocidad. A medida que se agotaba, sus gritos se volvían más desesperados. Suspirando, Toadette lo agarró por el cuello. —Eres peor que los ninjas. —Y lo tiró—. No entiendo por qué Wario contrataría a un enano como tú para hacer su trabajo. —¡No tolero esta falta de respeto! —jadeó, temblando—. Me has obligado a poner esta chulada en sobremarcha. —¿En serio? De repente un aura roja envolvió el cuerpo de 9-Volt. Una sonrisa se extendió por su rostro mientras se teletransportaba justo frente a ella, clavándole un puñetazo en el estómago. Antes de que ella pudiera recuperarse, él invocó otro martillo virtual y la golpeó en el costado. Toadette apretó los dientes, agarrándose la herida mientras él lanzaba una bola de energía roja contra ella. Explotó en forma de varios ceros y unos, y los ojos de Toadette ardieron por la explosión. Apenas logró esquivar la segunda. Luego levantó la vista para ver muchos misiles acercándose. —A nadie más le interesó explorar el potencial de esta cosa, ¡pero a mí me sigue interesando! —rió 9-Volt, tratándola como un blanco viviente—. ¡Se acabó el juego! *** Cada paso que daba Penélope estaba teñido de vergüenza. Ya la habían regañado una vez esta noche, y ahora estaba en camino de recibir una segunda reprimenda, aún peor. —Supéralo —dijo Yasmín, entrecerrando los ojos mientras intentaba leer el mapa—. Me estás haciendo sentir culpable. —¿Así que ésta es tu segunda vez huyendo? —Ni siquiera nos prestaste atención, ¿así que cómo lo supiste? —La señorita Toadette. «Lo único que haces es huir». ¿De qué se trata eso? —A ti no te incumbe. —Y yo que pensaba que era extraña. —Ni se te ocurra venir con eso, ¿entendido? Porque no sabes nada de mí. —Sé que estás preocupando a la señorita T. Minh. Y que no te sientes mal. —Ay, no puedo basar cada una de mis decisiones en cómo se sienta ella. Además, vamos a hacer algo bueno por ella, ¿así que importará al final si está asustado por una horita? Era inútil para Penélope detenerla, así que renunció a todo esfuerzo. Navegar entre las sombras resultó ser un desafío. Tenían que evitar cada farola, y la principal fuente de luz provenía del celular de Yasmín. Tenía suficiente batería para durarles varios kilómetros hasta que pudieran abordar otro monorraíl. Se mantuvieron separadas en el vehículo; Penélope viajaba más cerca del frente y Yasmín al fondo. Algunos pasajeros les lanzaban miradas sospechosas, preguntándose qué hacían dos niñas solas a esas horas, pero no era asunto de ellos. Las caras de las chicas permanecieron pegadas a las ventanas, para que la gente no relacionara que eran ellas las dos que habían causado un caos en la ciudad. Quince minutos después, estaban cerca del aeropuerto. —El teléfono de Minh-Minh decía que estaban cerca de un campo alrededor del aeropuerto—. Yasmín observó el espacio, en gran parte vacío—. Podría haber sido un poco más específico. —¿Y qué tal allá? —Penélope señaló un depósito de chatarra cercado donde parpadeaban varias luces rojas. —Parece una escena sacada de una peli —Yasmín se rió entre dientes—. Bien, pensemos en cómo vamos a atacarlo. —¿Pensar? ¿Acaso quieres decir que no tenías un plan? —Tenía muchas cosas en la cabeza. —Claramente no —murmuró Penélope. Incluso si hubieran traído objetos, usarlos estaba fuera de discusión. La chica más joven respiró hondo. Podía hacerlo. Toadette sabía cómo improvisar. Ella fue quien engañó a ese grupo de Shy Guys para que se desmayaran en el desierto al hacerles oler sus pies tóxicos. Y también fue ella quien vino al rescata de Penélope durante la carrera de karts en Ciudad Champiñón. Penélope había visto a Toadette en tanta acción que sabía que podía actuar igual. Tenía que hacerlo. —No importa. No necesito un plan —dijo, deslizándose por la roca arenosa—. ¡Yo soy el plan! *** El escondite jamás había sido tan serio. Correr a través de este aire helado le estaba matando los pulmones a Toadette. Se escabullía detrás de cada objeto que hallaba, intentando inventar alguna forma de acertarle un buen golpe a 9-Volt. Pero justo cuando creía que su visión término lo iba a abandonar, él le daba un susto de muerte. Enviaba una lluvia torrencial de armas sobre todo el depósito de chatarra. Era sencillo: si no podía encontrarla, la sacaría a la fuerza. Toadette no tuvo tiempo de reaccionar al estallido de energía que rozó su brazo derecho. Rodó fuera de su escondite, sólo para ser atacada por un láser. —¿Qué dices, tonta? ¿Lista para que terminemos este jueguito? —9-Volt se teletransportó frente a ella, golpeándola en la cara con su control. —Niño… ¡Me estás colmando la paciencia! —Ay, y yo que pensaba que te estaba poniendo contenta con mis armas repetitivas —se burló, agarrándola del cuello de su chaleco—. Ya que estamos, me puedes decir dónde está tu Estrella Etérea, o se lo puedes decir a Wario. —No puedes estar hablando en serio. —Sigue jugando. —Con una sonrisa, a ella le descargó electricidad por todo el cuerpo. Su pelo comenzó a erizarse, y su presión sanguínea se disparó. —¡Suéltame! —gruñó Toadette, demasiado rígida para lastimarlo. —¡Espera, Toadette! —El capitán Toad se tambaleó para ponerse de pie, preparándose para intervenir y salvarla. Pero el mundo le daba tantas vueltas que apenas podía buscar en sus bolsillos. 9-Volt se reía de la forma en que el habla de Toadette se distorsionaba lentamente. De repente sintió que le tocaban la espalda. Cuando se giró, un fuerte puñetazo en la mandíbula lo mandó a tropezones. Toadette cayó hacia adelante, una mezcla de alivio y furia creciendo dentro de ella. —¿Qué haces aquí, Penélope? —Tenía que asegurarme de que Yas no viniera sola. —Miró de reojo a Yasmín, quien permanecía a distancia, más concentrada en 9-Volt que en nadie más. —¡Mocosa malagradecida! —gritó Toadette. —¡Hola! —Cuando 9-Volt recuperó el equilibrio, se echó a reír—. ¿Así que has venido a incendiar todo el basurero? —¿Qué? —Toadette parpadeó, confundida. ¿Acaso Penélope había iniciado ese incendio en el edificio? —Dije que te iba a quitar esa estrella, y eso es exactamente lo que voy a hacer —espetó Penélope, preparándose para otro ataque—. Y… ¿eso es un Virtual Boy? —¡Qué chido! Al menos alguien aquí conoce los clásicos —celebró él. —Esa cosa no es sólo para el estilo —dijo Toadette, parándose—. Lo tiene modificado para lanzar todo tipo de ataques. —¿De verdad? No sabía que ese sistema horrible pudiera hacer algo más que dar dolor de cabeza. —Al decir eso, la sonrisa de 9-Volt desapareció. —Aguas con lo que dices. —¿Aguas con qué? —continuó Penélope—. Esa cosa duró un año. Mi vida sola ha tenido un mayor impacto que esa basura. —¡No es basura! —¡Tiene menos de veinte juegos! —¡Y yo que iba a portarme bien contigo! — Con un grito, 9-Volt le lanzó un cohete a Penélope. Toadette lo golpeó directamente con su puño, que le tembló. —¿Ahora entiendes lo que te trataba de decir? —Okay, eso no es normal —admitió Penélope—. Pero aún puedo ayudar. —¿Cómo? —Sé cuál es la debilidad de esa máquina: las baterías. ¿Pensaba que el Game Gear tenía poca carga? El Virtual Boy lleva seis baterías grandotas, y aún así sólo dura cuatro horas. —¿Te refieres a un Game Boy? —preguntó Toadette. —Usted y Yas están decididas a matarme. —Penélope se sacudió el polvo—. Si le agotamos las baterías o se las quitamos, quedará inútil. —Cuatro horas no es rápido. ¿Dónde se las arranco? —Detrás del control. Es un paquete que se desliza para quitarse. —Tienes que estar de broma. Su agarre a ese control es muy fuerte. —Usted es la veloz, señorita Toadette. —Penélope se puso en posición de pelea—. Yo lo distraigo mientras usted lo ataca por detrás. —Aún estás en problemas después de que todo esto termine. Quizás nada iba a cambiar su castigo, pero al menos Penélope podía terminar la noche haciendo algo bueno por su protectora. Corrió hacia 9-Volt. El chico inmediatamente le lanzó cohetes. Pero Penélope, siguiendo el ejemplo de Toadette, los apartó como moscas. Cada impacto dolía, pero apretó los dientes y soportó el dolor. Sus nudillos golpearon su Virtual Boy. Gruñendo, 9-Volt la mandó a volar, y luego envió una tormenta de espadas virtuales en su dirección. Sintió cómo un pedazo de su camisa se desgarraba, revelando un corte en su hombro derecho. —¿Y cómo se siente eso? —Él le dio un puñetazo en la cara, la jaló del pelo y la estrelló contra el suelo. La pisoteó—. ¿Eso es todo lo que tienes? —¿Por qué no nos ayuda el capitán Toad? —chilló Penélope. —No vale la pena ni pensarlo ahora —suspiró Toadette. Había estado tratando de medir cuál sería su mejor oportunidad. Pero era casi imposible, porque 9-Volt parecía consciente de su plan. La vigilaba todo el tiempo que aplastaba el pecho de Penélope. —Me voy con esta estrella, fin de la historia. —9-Volt comenzó a descargar electricidad a través del cuerpo de Penélope. En ese momento, algo se iluminó en su bolsillo—. ¡Ah! ¿Es eso lo que creo que es? Sacó un pequeño dispositivo. —¡El radar! —Los ojos de Toadette se abrieron de par en par—. ¿Por qué diablos lo trajiste aquí? —Por si teníamos que precisar su ubicación —explicó Penélope, con la voz tensa. Toadette quería arrancarse su propio pelo. Ahora no sólo Wario se iba a salir con la suya con la estrella, sino que también perderían el radar, su única guía. —Muchas gracias —se rió 9-Volt—. ¿En qué estábamos? Ah, sí. Antes de que pudiera continuar, una llanta lo golpeó en la nuca con un fuerte golpe seco. Cayó, sólo para ser recibido con un pisotón en la espalda. Cuando se giró, la saliva le cayó en la cara. De pie sobre él estaba Yasmín, y su respiración era intensa. Dando puñetazo tras puñetazo, le dio a 9-Volt una golpiza salvaje y torpemente coordinada que lo hizo ponerse rojo como un tomate. —¿Crees que te voy a dejar irte así como así después de humillarme, cabrón? —gritó ella—. ¡Te mataré! —¿Que me vas a matar? Jeje, ¿crees que puedes? —Le lanzó un cohete más grande. Esquivando el arma hecha de alambres, Yasmín se quitó la sandalia izquierda. Luego acortó la distancia y le dio un golpe en la nariz a 9-Volt. No sólo el cuero ardía como el infierno, sino que Yasmín agarró al chico y lo metió en una llave de cabeza. —¿Por qué tú no te desmayas? —gruñó. Presionó la sandalia contra su cara. La mugre que tenía era tan fresca que inmediatamente hizo que los ojos de 9-Volt se aguaran. Ver las lágrimas filtrándose a través del Virtual Boy fue inmensamente satisfactorio para ella. Por un momento, pareció que realmente iba a desmayarse. Ahora era la oportunidad de Toadette. Corrió a toda velocidad, lista para arrebatarle el control al chico. Sin embargo, con una rápida combinación de botones, una explosión masiva lanzó tanto a Yasmín como a Toadette contra montones de basura. 9-Volt se limpió la sangre de la nariz, su rostro lleno de rabia. Miró a Yasmín con furia. Los poderes virtuales no serían suficientes. Ella necesitaba un dolor intenso. Guardó el control en su bolsillo. Luego agarró un trozo de metal, sus músculos tensándose mientras lo arrastraba por la tierra. Yasmín observó con horror. Trató de moverse, pero se estaba haciendo obvio que había cometido un error al tan siquiera considerar la idea de acabar con este chico. Ella era una simple Toad, mientras que él era un humano con poderes que ella ni siquiera podía comprender. Temblorosa, se escondió detrás de sus brazos, gritando por Minh. —¿Dónde se fue toda esa valentía? —se burlo él de una manera amenazadora. Lentamente levantó el trozo de metal. Yasmín pensó por instinto. Agarró otro pedazo de chatarra, este mucho más plano. Cuando 9-Volt blandió el objeto hacia ella, se tiró al suelo y evitó por poco que le destrozaran la cara. Luego usó su arma de metal para cortar la parte posterior de las piernas de 9-Volt. El chico gritó de dolor. Sus piernas le fallaron una por una. —¿Qué esperas? —le gritó Toadette a Yasmín—. ¡Agarra ese control! —Ni te molestes —gimió 9-Volt, apretando el pecho de Yasmín mientras ella iba a robar el control. Usó su otra mano para darle un fuerte puñetazo, enviándola a un torrente de dolor intenso. Rápidamente usó su control para teletransportarse a poca distancia. La única buena noticia era que Toadette se dio cuenta de que no podía teletransportarse a largas distancias. Si pudiera, lo habría hecho ya, ya que tenía la estrella y el radar. —Toadette… —Dos manos exhaustas aterrizaron en su hombro—. Está debilitado. Vamos. —Sé mi nueva distracción. Y por favor, no la vayas a cagar. —Tú… Está bien. —Toad tragó saliva—. ¡Oye! ¡No te creas mucho, mocoso! ¡Es fácil golpear a un montón de chicas de tu tamaño, pero ven a pelear con un hombre! —¿Contigo? —9-Volt miró hacia atrás—. Te ves más acabado que mi mamá. ¿Qué vas a hacer? Toadette se apresuró a placar al chico, apuntando al control. Los dos pelearon, con Toadette gritando mientras 9-Volt casi le rompía los dedos. El dispositivo jugueteó entre sus manos durante una eternidad antes de que Toadette finalmente lo arrebatara. —¡Por fin! —Sacó el paquete de baterías y lo tiró al suelo—. ¡Toma eso! —Qué estúpida —se rió 9-Volt, con una sonrisa maliciosa extendiéndose por su cara—. Oprimimos tantos botones durante esa pelea que todo tipo de explosiones vienen en camino. El corazón de Toadette se hundió. Incluso con la batería quitada, todavía quedaba algo de energía en el dispositivo que tardaría segundos en agotarse. —Se acabó —dijo 9-Volt. —Tienes toda la razón, amiguito. 9-Volt arqueó una ceja, confundido. De repente, el visor de realidad virtual ya no estaba en su cabeza, sino detrás de él. Antes de que pudiera girarse, una explosión roja y negro estalló, envolviéndolo a él y a una gran parte de la chatarrería. Electricidad estática se propagó por el aire, congelando a todos en su lugar durante varios segundos tensos. Cuando el vapor finalmente se disipó, 9-Volt yacía boca abajo, con los ojos desorbitados y el cuerpo temblando. Y el radar estaba partido en varios pedazos. Sacudiéndose su cabello castaño hacia atrás, Minh agarró el Virtual Boy modificado y se alejó de 9-Volt. Ignoró a Toad, Toadette y Penélope. Su atención se centraba únicamente en su primita. —Minh-Minh… —Silencio. —Sólo quise… —No quiero escuchar ni una maldita palabra más de ti esta noche. Vámonos. Toadette no había visto a Minh tan enojada en mucho tiempo. Incluso cuando fue a hablar con su «novia», no pudo esbozar una sonrisa. —No podemos dejar al chico sangrando aquí así, Toadette. —Sí, podemos —gruño Toad, tambaleándose mientras se aceraba—. No está muerto. Volverá a correr en una hora. —Esperen. —Toadette recogió a 9-Volt—. Lo dejaremos cerca de una de las calles. Alguien lo encontrará y lo llevará al hospital. —No tiene sentido —dijo Toad. —Perdóname por no estar obsesionada con la muerte. Si tenemos suerte, lo mantendrán en el hospital por ser tan joven. Entonces no podrá buscarnos mañana. —Señorita Toadette —interrumpió Penélope—, ¿no irá a delatarnos? —Sólo se vería más sospechoso, algo que Wario no querría. Les va a decir que se lastimó en la convención, y se lo creerán, especialmente teniendo en cuenta el incendio que tú provocaste. Penélope bajó la cabeza, avergonzada. Toadette simplemente miró la Estrella Etérea dorada. Fue una batalla dura, pero ahora dos yacían en su posesión. Sin embargo, ¿qué iban a hacer con su radar roto? ---------- Nota del autor: Sabes que has enojado a Minh cuando empieza a decir palabrotas y no está cachonda. El próximo capítulo se publicará mañana. Después de todo, Toadette tiene algunos asuntos que resolver con cierto borracho. |