Sigue la historia de la vida de esclava de Toadette, y ya tiene el fetiche por los pies. |
Minh gritó hasta quedarse afónica. Se había reunido con otros en la ensangrentada Ciudad Toad para ver las noticias en la televisión de la biblioteca. Como si los ataques al castillo de la princesa y a Ciudad Bloque no fueran lo suficientemente escalofriantes, ahora había varias explosiones por toda Villa Preciosa. Lo más espantoso fue la imagen de un avión partiendo por la mitad de la Escuela Secundaria Pikari antes de crear una inmensa bola de fuego. —¡Sálvennos! —Cayó de rodillas, hiperventilando—. ¡Nos están matando a todos! —Es obvio que no fue un accidente —dijo T. Russ con los ojos pegados a la pantalla—. Aunque es poco probable que se trate de un complot de Bowser. Minh se cubrió la cara con las manos. Sabía perfectamente quién tenía que estar detrás de esto. El hecho de que fuera tan similar al último ataque al Reino Champiñón no podía ser una coincidencia. —Mi prima va a esa escuela —sollozó—. ¿Y si estaba en esa explosión? *** Los cimientos de la escuela temblaron, escupiendo una tormenta de mármol y papeles en plena tarde. El aire, denso por el polvo y el combustible tóxico, le quemaba la garganta a Yasmín mientras recuperaba el conocimiento. No tenía idea de cuánto tiempo había pasado. Sus lentes estaban rotos en dos y salpicados de sangre. Se tocó lentamente la frente, gimiendo por el dolor de la herida abierta. Podía oír los gritos de sus compañeros. Algunos se cortaban de golpe, mientras que otros se desvanecían en jadeos ahogados. Se arrastró sin rumbo, alejándose del agujero del edificio por donde se colaba la gélida luz del día. En un segundo la cafetería pasó de ser un lugar donde los chicos comían pizza mala a una trampa mortal. Las llamas danzaban entre los cuerpos inmóviles, y la imagen amenazaba con desatar las emociones reprimidas de Yasmín. Drew ya no estaba. Su rostro, antes tan arrogante, ahora estaba hecho pedazos. Y entonces vio a Rachel. Un trozo del ala del avión la tenía atrapada contra una mesa. Tenía un jirón de piel arrancado del estómago. Yasmín se arrastró hacia ella, ignorando los cristales afilados que le cortaban las manos. —Estoy bien, Yas —jadeó Rachel, ahogándose con el polvo—. Sal de aquí. Busca ayuda. Yasmín negó con la cabeza. Agarró el ala ardiente y tiró con todas sus fuerzas. No se movía ni un centímetro. —Chingados… —Se mordió el labio, que ya sangraba. Sus músculos temblaron y pronto cayó de rodillas, el calor del suelo quemándole las piernas. Entre el peso imposible del ala y el humo asfixiante que llenaba sus pulmones, empezó a perder algo más que la esperanza—. ¡Me odio! Si dejaba que el humo se la llevara en ese mismo instante, quizás todo sería más fácil. —Yasmín. La voz era grave, serena y familiar. Demasiado familiar. Los ojos de Yasmín se abrieron de golpe. Miró a su alrededor, frenética. El mundo seguía siendo un infierno. Y sin embargo, a través de una cortina trémula de llamas y humo, lo vio. Vio a su padre. Tenía una expresión amable en el rostro. —¿Papá? —A Yasmín se le hizo un nudo en la garganta. —No recuerdo haber criado a una cobarde, mija —resonó su voz—. Eres mi hija. Puedes salir de aquí, y lo sabes. —Sofí es tu mejor hija. Ella es la perfecta, ¿recuerdas? —Su respiración se aceleró mientras las palabras se derramaban de su boca—. Yo sólo soy la inútil que los… ¡Lo siento tanto, papá! —No te rindas, Yasmín —dijo una nueva voz, ésta más suave. Yasmín se giró un poco y vio a su madre arrodillada a su lado, entre los escombros. Estaba sonriendo. —No necesitamos que seas Sofí. Tú eres tú. Tu fortaleza nunca estuvo en ser perfecta. —Señaló a Rachel—. Ambas pueden escapar. Todos te están esperando, cariño. Sofí. Minh-Minh… —No puedo… —Yasmín cerró los ojos, apretando los dientes. Pero algo cambió. Un rugido escapó de sus pulmones. Con un tirón descomunal, el metal crujió. Se movió unos centímetros, luego una docena. Fue justo lo suficiente para que el cuerpo de Rachel se liberara de la trampa. —¡Te tengo! —gruñó Yasmín, sus músculos gritando de agonía. Pasó los brazos por debajo de los hombros de Rachel y tiró de ella. La chica salió disparada. Estaba inerte, incapaz de caminar, pero estaba libre. Mientras el suelo bajo sus pies amenazaba con derrumbarse, Yasmín la abrazó con fuerza—. Nos vamos a casa. —Yas… Lo siento… —¡Cállate! ¡Deja de hablar como si te estuvieras muriendo! —Yasmín puso el brazo de Rachel sobre su hombro, avanzando lentamente hacia la escalera de emergencia. A diferencia de la cafetería llena de humo, esta parte del edificio permanecía intacta. Yasmín tragó saliva—. Supongo que al menos las alarmas de incendio no están sonando. —Nunca se… Las alarmas todavía me dan miedo —rió Rachel entre dientes, tosiendo sangre. —Igual… —Yasmín tomó una bocanada de aire—. Si tan sólo te hubiera dicho que prefería comerte el culo, no habríamos estado en el camino de esta cosa. —No, lo más seguro que es que esta cosa atravesó todo el edificio. —Ah. —Yasmín dobló una esquina—. La neta es que no me molestó tanto. A mí… A mí me gustaba un poquito probarte a ti. —Ah, ¿así que ahora lo quieres confesar? Bueno, lo hiciste como toda una profesional, Yas. —Rachel apretó los dientes, llorando mientras su pierna rozaba un escombro ardiente—. Ninguna de mis otras amigas se atrevió, así que eres la más fuerte de todas… «¿Soy su amiga?». Se tambalearon al salir del edificio destruido, jadeando por aire fresco en cuanto lo sintieron. —Vaya. Nunca… nunca antes había amado tanto el frío… Yas… Muchísimas gracias, Yas… —Le temblaba el labio a Rachel mientras sus piernas se le doblaban. Yasmín entró en pánico. Trató de levantar a Rachel, pero ésta sólo se desplomó aún más. Finalmente Yasmín paró. Puso sus manos en el pecho de Rachel antes de pasar a su cuello. —¿Rachel? ¿Me escuchas? Pero Rachel permaneció inmóvil. A Yasmín le tembló un ojo. Ahogó un grito y, en su lugar, agarró con fuerza el pecho de Rachel. Ignorando el ardor en sus piernas raspadas, la arrastró hacia adelante, paso a paso, hasta que ambas quedaron en el césped de la escuela. A través del borrón de lágrimas y sangre, vio las luces intermitentes de los servicios de emergencia y escuchó sus sirenas perforándole los tímpanos. Le fallaron las piernas. Se desplomó en el césped junto a Rachel. —Nos vamos… Nos vamos a ir a casa, Rachel… ¿Me escuchaste? *** —¡Vamos para la casa, TD! —La voz de T. Ana era tensa, su agarre en la mano de su hijo apretado mientras pisaban el pavimento con fuerza—. ¡En este momento, en ningún lado estamos seguros! Para T. Dani, el ataque había sido irreal. Había visto en la televisión de la escuela los reportajes de un avión estrellándose contra la Escuela Secundaria Pikari, de Ciudad Bloque bajo asedio en su propia ciudad. Pero una pantalla no se comparaba con esto. El humo, los escaparates, los autos en llamas… Era un infierno que hacía tambalearse su joven mente. Comparado con el Festival de las Estrellas, el alcance de este ataque iba muchísimo más allá. Él y T. Ana eran sólo dos entre millones que buscaban refugio desesperadamente mientras las sirenas de la policía sonaban a todo volumen. El viento frío le raspaba la garganta a T. Ana mientras jadeaba. —¡Que TT no haya estado ni cerca de esa explosión en el castillo! Las palabras apenas salieron de sus labios cuando una fuerza invisible los embistió. Tropezaron y cayeron al asfalto. T. Ana instintivamente protegió a Dani con su cuerpo, girándose para ver a su atacante. A pocos metros de distancia, una chica vestida de oscuro, con la mano aún extendida. Fue la bandana morada atada a su cabeza lo que hizo que la sangre de T. Ana se helara. Esa bandana: el símbolo de los atacantes. —¡Desgraciados! —espetó T. Ana, incorporándose deprisa—. ¡Por culpa de ustedes puede que mi hija esté muerta! —¿Disculpa? —preguntó la chica, con un ligero tono de confusión en su voz—. No recuerdo haber matado a nadie por aquí... —¡Toadette! ¡Sombrero rosado, gafas! ¡Más le vale que esté viva, me entiendes? —Esa chica. —La fachada de calma de la niña finalmente se quebró. Hizo una mueca—. Ella y sus amigos me cortaron por la mitad. Blandió su katana. Al ver el acero brillante, un grito mudo subió por la garganta de Dani. Tiró frenéticamente del brazo de su madre, pero sólo un graznido susurrante escapó de sus labios. En un rápido movimiento, Kat acortó la distancia. Retiró la espada. Impulsado por puro instinto, Dani atacó y su pie conectó con el costado de su cabeza. El impacto le envió a Kat un choque por el cuello. Por una fracción de segundo, el golpe de Dani había funcionado. Sin embargo, sólo sirvió para avivar la ira de Kat. Gruñendo, golpeó la culata de su katana contra su pecho. Él se mantuvo firme. La derribó, haciéndola girar. —Realmente eres el hermano de Toadette —dijo Kat—. Lo que significa que tú también serás un estorbo. Le asestó un golpe en el cuello a Dani antes de propinarle una patada giratoria que lo envió al suelo. Su poder duplicaba con creces el suyo, dejándolo aturdido. —Di algo. ¿El gato te comió la lengua? Dani le mostró el dedo medio. Le dijo silenciosamente: «Que te jodan». —¡Nadie en esta familia se crió con modales! —Kat sonrió, saltando al aire con su katana en alto—. Lo siento, 13. ¡Pero hoy rompo la regla de no matar! T. Ana gritó y se lanzó sobre Dani, preparándose para la agonía del corte. La hoja descendió como una guillotina… sólo para cortar el aire vacío. Kat tropezó, levantando la vista para ver un rostro familiar. Descendiendo con la ayuda de una Pluma de Capa, estaba el capitán Toad. Dejó a una T. Ana y un Dani atemorizados en el pavimento a una distancia segura antes de girarse para enfrentarse a Kat. —Maldición —gruñó, ajustándose la mochila—. ¿Cómo diablos llegaron hasta aquí con toda esta seguridad? —¡Tú! —T. Ana le apuntó con un dedo tembloroso—. ¡Eres ese descardo delincuente que estaba con TT! Toad le lanzó una mirada exasperada, pero al ver su miedo, simplemente asintió. —¿Sigue viva? —preguntó T. Ana. —¿Conociendo a Toadette? Diría que sí. —¿No lo sabes? —No, señora, no lo sé —dijo él con firmeza, sin apartar los ojos de Kat—. Usted y T. Dani necesitan salir de aquí. ¡Váyanse! ¡Muevan el trasero! Ella no necesitó que se lo repitiera dos veces. T. Ana asintió y se alejó rápidamente con Dani siguiéndola. Kat observó su retirada, su sonrisa socarrona regresando bajo la máscara. —No llegarán muy lejos —prometió ella—. Después de que acabe contigo, le enviaré a Toadette un regalo más dulce que un pastel. —¿Crees que eso me asusta? —rió Toad, sus músculos tensándose—. No estás peleando contra el mismo Toad con el que peleaste antes. Muéstrame todo lo que tienes. —¿Acaso te has hecho más fuerte? —Kat estiró sus manos—. Genial. Significa que me será mucho más divertido destrozarte. Toad se deshizo de su Pluma de Capa y optó por el poder gélido de la Flor de Hielo. Un frío glacial lo invadió mientras concentraba su energía. En un instante arrojó una bola de hielo con todas sus fuerzas, la cual salió desparada por el aire con un efecto de curva. Kat se preparó para esquivarlo, pero antes de que pudiera reaccionar, Toad desapareció. La embistió por la espalda, empujándola directamente hacia la trayectoria de la bola de hielo. El proyectil estalló contra sus costillas con la fuerza de una bola de bolos. Kat soltó un quejido ahogado. —Ay… No estabas mintiendo —jadeó ella, poniéndose de pie de un salto—. ¡Pero todavía no es suficiente! —Eso arreglaré. —Toad materializó una bola de hielo aún más grande y la lanzó. Kat se arrojó al suelo y apuntó su katana hacia las piernas de él, pero Toad ejecutó una pirueta hacia atrás impecable, esquivando la punta de la espada con facilidad. Con todo su poder desatado, la velocidad de Kat aumentó, superando su desempeño anterior en el bosque. Se elevó por los aires con Toad pisándole los talones; ahora ambos luchadores intercambiaban ahora ráfagas de golpes y estocadas. En medio del caos, Kat se maravilló del nuevo poder de Toad. ¿Cómo era posible que saltara tan alto como ella? Antes de que pudiera analizarlo más, él la golpeó con una patada de hacha que la mandó a estrellarse contra el asfalto ardiente. Kat apretó los dientes. Giró la cabeza bruscamente hacia el otro extremo de la calle y alcanzó a ver cómo T. Ana y Dani desaparecían por las escaleras del metro. —¡No se van a escapar! —Empujó a Toad con una onda de fuerza. Fue todo el tiempo que necesitó para salir disparada hacia la entrada del metro. —¡Espera! —Toad golpeó el suelo con una explosión de poder. Al instante se formó un sendero de hielo frente a él y se deslizó por él sin la más mínima fricción. Estaba ganando terreno, pero ella ya estaba cerca del tren dorado cuando este comenzó a alejarse del andén. Adentro, T. Ana se derrumbó en un asiento y soltó un suspiro de alivio. Ese alivio se hizo añicos con el chirrido ensordecedor del metal que provenía de arriba. Una risita infantil se impuso a los gritos de los pasajeros mientras el techo del vagón empezaba a rasgarse. Kat clavó su katana en la ranura que había creado y tiró con fuerza. Justo cuando el metal empezaba a ceder, una bola de hielo explotó contra su espalda. Toad se deslizaba sobre los propios rieles, cubriéndolos de escarcha a su paso. Usó el impulso para saltar sobre el tren en movimiento y le aterrizó un puñetazo sólido en la mandíbula a Kat. El techo debilitado cedió por completo. Ambos luchadores cayeron en picada dentro del vagón y, en caída libre, Kat le dio a Toad una potente patada. Sin perder un segundo, ella apuntó a la garganta de T. Ana. —¡Sayonara! Pero Toad había tomado la delantera: agarró un pesado maletín de negocios y lo lanzó hacia ola trayectoria de la espada. La hoja se hundió en el equipaje, deteniéndose a pocos centímetros del cuello tembloroso de T. Ana. Acto seguido, Toad estrelló a Kat contra la pared del vagón, dándole golpe tras golpe antes de preparar un puño cubierto de hielo. El golpe final impactó con el espantoso crujido de un cristal rompiéndose, un sonido que provocó un gemido colectivo entre la multitud. Jadeando, Kat extendió la palma de su mano para otro empuje de fuerza. La ráfaga alcanzó a Toad, pero esta vez él había anclado sus botas al suelo con hielo. Sonrió con soberbia al ver la preocupación en el rostro de Kat. La arrojó fuera del tren por el agujero abierto. Ella se golpeó contra el techo del túnel antes de caer estrepitosamente sobre el andén. Antes de que pudiera procesar el impacto, él ya estaba sobre ella de nuevo, estampándola contra un torniquete. La pelea regresó a la superficie, y los dos emergieron ahora en un distrito menos concurrido. El aire seguía cargado con el olor a humo de los edificios en llamas. Kat sólo pudo soltar un gemido y sujetarse una mana ensangrentada mientras lo veía acercarse. —Quedas bajo arresto —declaró Toad, su voz desprovista de su arrogancia habitual. Sacó un par de esposas de su bolsillo—. Cuéntanos todo lo que sabes sobre los planes de Wario, y tal vez el Alto Tribunal te muestre algo de clemencia, niña. —¡Ninja pendejo! —gritó una voz. La cabeza de Toad giró hacia el sonido. Tres figuras emergieron del callejón oscuro. Sus rostros permanecían ocultos bajo máscaras negras, pero las bandanas moradas eran inconfundibles. —Te dije que los inocentes no se tocan, y aún así decides liquidar a uno —le gruño 13-Amp a Kat. —¡Su hija me cortó a mí y a Ana! —replicó. —¿Y arriesgas toda la operación por venganza barata? —Ni esperó respuesta. Su mano se lanzó, y Kat cayó al instante. Toad casi suelta una risa. ¿Después de tanta destrucción, querían hacerle creer que a esta banda le importaban las vidas inocentes? —Vaya, vaya. —Una sonrisa arrogante se dibujó en su rostro—. Me ahorraron el trabajo de perseguir a cuatro de los mejores de Wario. Muchas gracias. —Se crujió los nudillos—. Esto puede ser fácil o difícil. Ustedes eligen. —¿En serio? —9-Volt rodó los ojos—. Ni siquiera pasaste la batalla contra mí. ¿Crees que puedes con tres de nosotros a la vez? —¿Por qué no lo averiguan? —Toad adoptó una postura de lucha—. Y para que conste, las Estrellas Etéreas no están aquí, y seguro que no están en Ciudad Toad. Qué decepción, ¿eh? —Y por eso, mientras tú estás aquí haciendo de héroe, ya tenemos un equipo atacando Aldea Cromo —se rió 18-Volt, cruzando sus brazos musculosos. —¿Qué? —A Toad se le abrieron los ojos como platos. Buscaba su teléfono. El dispositivo apenas había salido de su bolsillo cuando 13-Amp, con un simple papirotazo, lo mandó a volar a una cuadra de distancia. —Eso no lo vas a necesitar, ¿está claro? —Le miró por un momento antes de reírse—. ¿Te enojas? Un rugido brotó de Toad mientras invocaba sus poderes de hielo. Tal como hizo con Kat, lanzó puñetazo tras puñetazo contra 13-Amp. Pero a diferencia de Kat, 13-Amp no se limitó a esquivar los ataques; los bloqueaba como si fuera un muro. Al décimo golpe, a Toad ya le ardían los pulmones y la escarcha comenzaba a desaparecer. Consumido por la frustración, cubrió todo su brazo con un grueso guantelete de hielo y lanzó un golpe con todas sus fuerzas. Esquivó el puñetazo y le clavó la rodilla en el estómago. El aire se le escapó de los pulmones a Toad. —¿Eso es todo? —logró decir, ahogándose. Desesperado, formó una última bola de hielo y la arrojó. Como respuesta, 13-Amp echó la cabeza hacia atrás y bramó. Una onda cruda y melódica de energía rosa hizo vibrar el aire y convirtió su proyectil en polvo de diamante. Un simple grito… Toad tragó saliva. Necesitaba un nuevo plan. Su mano se dirigió hacia su cinturón, cerrándose sobre su pico. Con un grito de guerra, lo blandió hacia 13-Amp. Antes de que pudiera conectar, 9-Volt ya estaba allí. —Buen intento —rio por lo bajo, clavándole la punta de un control de Wii en el brazo. Una sacudida eléctrica le paralizó cada músculo del cuerpo a Toad. Mientras su cuerpo se convulsionaba, el suelo tembló. 18-Volt se estrelló contra el cuerpo paralizado de Toad como un ariete humano. El pico salió volando de sus dedos mientras él era lanzado por los aires. Golpeó el edificio adyacente con un crujido seco. —Game over, enano —se rió 18-Volt con sorna, agarrando a Toad por el sombrero y lanzándolo hacia el cielo. El grito de Toad se cortó de golpe cuando 9-Volt saltó para interceptarlo en el aire y le dio un pisotón, mandándolo en espiral de vuelta al pavimiento. Toad tosió. Con los últimos restos de su fuerza, corrió hacia 13-Amp. —No, no, no —ronroneó ella, frunciendo los labios y negando con el dedo—. No seas bruto. —¡No te atrevas a burlarte de mí! —gritó Toad. 13-Amp desapareció en un borrón negro y morado. Cuando Toad pasó a su lado, tropezando, ella extendió su pierna. Una sensación de fuego recorrió la pierna derecha de Toad. Se desplomó a cuatro patas, dejando escapar un gemido ahogado. Sin más opciones, intentó arrastrarse para huir. No llegó muy lejos. Un tenis se posó suavemente sobre su pie derecho extendido, clavándolo al suelo. Giró la cabeza, con las pupilas encogidas por el terror, para mirar a 13-Amp. Ella levantó lentamente el pie. Y luego lo dejó caer. No fue un pisotón normal, sino uno que trituraba y retorcía con el tacón. El sonido de huesos astillándose se perdió bajo el propio grito desgarrador de Toad. Su pie fue forzado hacia un lado, y sus forcejeos desesperados finalmente cesaron, convirtiéndose en temblorosos sollozos llenos de lágrimas. 13-Amp se lamió los labios. —Patético. En serio. No tengo idea de cómo la fresita esa no pudo acabar contigo en el volcán. —Miró a su equipo, donde 18-Volt ahora acunaba el cuerpo inconsciente de Kat—. Se acabó. ¡Vámonos de aquí! Toad quedó retorciéndose en el pavimento agrietado. El escozor en su pie y rodilla se sentía como si lo hubieran sumergido en lava. Aún capaz de pensar, se concentró en la seguridad de sus hombres. Pensó en Peach y Penélope en aquel castillo, posiblemente sufriendo por la explosión. Luego pensó en Toadette, viéndola gritar de agonía por la onda expansiva, tal vez hasta… —Toadette… Yo… —Soltó un último gemido antes de cerrar por completo los ojos. *** —Claro que aguanto esa cosa —bufó Toadette al teléfono—. ¿No viste lo fuerte que soy cuando me estabas bebiendo el sudor de los pies? Mira, Consejero, más te vale que cuando llegue, no me des un motivo para gritarles. La Superhoja no estaba resultando tan útil como Toadette necesitaba. Apenas lograba planear unos breves instantes que a duras penas la mantenían a la vista de la estela de polvo de los malos. Cada aterrizaje le reventaba los pulmones. El camino desierto hacia Aldea Cromo era una bendición, pero la necesidad constante de esprintar y volver a despegar era una tortura. «Tiene que haber una forma mejor de llegar», pensó, boqueando en busca de aire. «¿De qué sirven pies y colas cuando lo que necesitas son motores y ruedas?». Entonces divisó a alguien volando más adelante. —¡Oiga! ¡Acá! —Agitó los brazos al Lakitu que cargaba su cámara—. ¡Emergencia del reino! ¡Necesito que me preste esa nube! —¿Una pasajera? Lo siento, señorita, pero sólo me haría más lento. —¡Si no llego allá, vamos a tener más problemas que un castillo en llamas! —Su voz se apagó mientras caía—. ¡Le pago! ¡Le enseño las tetas! ¡Se la chupo! ¡Que te la mamo! —Mmm, si lo pone de esa forma… El Lakitu se deslizó bajo Toadette, dejándola hundirse en su suave y esponjosa masa. El descenso repentino la sobresaltó, pero la nube aguantó y aceleró de inmediato. Comparado con la lucha de la Superhoja, esto era una bendición. —Gracias. A Aldea Cromo. —Acto seguido, Toadette estiró la mano hacia la entrepierna del Lakitu. —¡Oiga, oiga! —La golpeó con su cámara—. Tenemos un reino en peligro, ¿recuerda? —Ah, verdad. —Toadette soltó una risita nerviosa, aliviada de no tener que probar el semen de un Lakitu. A sus espaldas resonó un chillido agudo que hacía juego con la furia que hervía dentro de Mona. Llevó su motocicleta al límite, con las venas marcándosele por todo el cuerpo. —¡Puta madre! —soltó Mona con un gruñido monstruoso—. ¡Debajo de nuestras narices! —¿Quizá 13-Amp debió encargarse de esto, entonces? —sugirió Sofía, conduciendo a su lado. —¡Cierra el pico, pinche verdura! Mona frenó en seco y la moto derrapó hasta detenerse frente al edificio que antes habían ignorado. De pronto las callecitas de Aldea Cromo parecían una jaula. Los callejones estrechos no ofrecían ningún buen escondite. Su única salida era entrar a sangre y fuego en el Sello del Tesoro y correr hacia el aeropuerto. Consejero y Teso, que llevaban una armadura ligera bajo sus uniformes, se tensaron. Mona ya estaba en movimiento, desenfundando un bumerán de filo cortante de su cinturón. —No se hagan los héroes, hongos —dijo, manteniendo la poca calma que le quedaba. Los Toads se quedaron mirando el bumerán. Compartieron una risa nerviosa, y Teso casi se cayó. —No tienen ni idea de a quién se enfrentan —dijo Consejero, ajustándose los lentes antes de levantar su pico. —Ah, va a ser divertido darles su mereci… —El pico de Teso golpeó el concreto, seguido por el de su compañero. El bumerán zumbó en el aire, trazando un arco cerrado y rebanando las tráqueas de los guardias con un desgarro húmedo. Hizo otro viaje, esta vez rozando sus pechos. Mona atrapó su arma con una sonrisa al volver, observando fascinada cómo los guardias se desplomaban entre gorgoteos y espasmos. Penny jadeó a su espalda, retrocediendo. Mona ni siquiera se giró. —En serio tenemos que arreglarte, Penny —dijo, limpiando la sangre del bumerán en su traje—. Eres una cerebrito de la química. Deberías estar que no cabes de la emoción por analizar sangre de hongo de la calle. —¡Mona! ¡La puerta! —La advertencia de Cricket llegó un segundo demasiado tarde. Las puertas de cristal del Sello del Tesoro estallaron hacia afuera mientras una pequeña esfera rebotaba por el pavimento. Pulsó una vez antes de detonar. Una ráfaga de luces parpadeantes y un chillido agudo inundaron el espacio. Sofía ya estaba en el suelo, pero los demás gritaron, arañándose los ojos mientras su visión se convertía en un infierno de luces estroboscópicas. —¡Mis ojos! —gritó Penny. —¡Alguien viene! —gruñó Ana, girándose hacia el edificio. —¡Ahí está! —confirmó Cricket. —¡Demonios! ¡Que se apague esa puta luz! —bramó Mona, arrancándose el casco y parpadeando con furia. A través de la neblina persistente, se acercaban unos pasos. Surgió una figura muy distinta de los guardias con los que acababan de lidiar. Este Toad estaba enfundado de pies a cabeza en una pesada armadura amarilla. Sostenía en alto cinco pares de esposas de hierro. —Se acabó el juego —anunció—. Soy Amarillo, del Escuadrón Toad. ¡Están bajo arresto por asesinato, intento de asesinato, destrucción de la propiedad y todo lo que dice el manual! —¿Intento de asesinato? —Mona soltó un bufido—. Supongo que no logramos exterminar a todos ustedes. Pero, o sea, qué manera de hacer que suene menos impresionante. —¿Qué tal si te decepciono un poco más? Esa bomba en el castillo no mató a ni una sola persona; sólo deformó el maldito suelo. La sonrisa de Mona se desvaneció. —De verdad que no me gustan los mentirosos. —Ninguno de ustedes sabe nada de ciencia. Lo única que saben es manejar una motocicleta como locos. Mona tartamudeó, negando con la cabeza repetidamente. Luego, su cabeza giró bruscamente hacia Penny, cuyo rostro se puso pálido como un Boo. La mirada en los ojos de Mona era espeluznante, pero su atención volvió a Amarillo en un instante, y su sorpresa se convirtió de nuevo en rabia. —¿Quieres ser el siguiente en mi lista de exterminación, hongo? Amarillo no respondió. Fingió una mirada hacia el edificio y, cuando los ojos de Mona lo siguieron, atacó. Un puño como un pistón se estrelló contra su abdomen. Ella se dobló por la mitad y vomitó. Antes de que Ana pudiera invocar un shuriken, Amarillo la tenía agarrada de las coletas, estrellando su cabeza contra una farola de hierro. Cricket se lanzó con una patada voladora que impactó en el pecho de Amarillo. Continuó con varios puñetazos y patadas, cada uno acertando, pero apenas logrando desestabilizar al Toad acorazado. Amarillo contraatacó con un cabezazo que mandó a Cricket a dar vueltas. —¡No puede ser! —Por más ataques que lanzaba Cricket, Amarillo se los quitaba de encima sin esfuerzo. Sofía observaba el caos desde lejos. Esos idiotas… Habían caído en el truco de una simple bomba segadora y ahora un sólo hombre los estaba acabando. Cuando Amarillo la vio de reojo, ella simplemente se puso una mano en la cadera. —¡Maldita! —Cargó contra ella con el puño en altos—. ¡Gente pobre e inocente murió por culpa de ustedes! —No me hagas pegarte de verdad —dijo ella, con su voz modulada sonando casi aburrida—. No querrás terminar como tus amiguitos de allá. Un gemido ahogado fue la única respuesta de Amarillo, mientras su rostro se amorataba por la creciente presión. Rasguñó desesperadamente la pierna de ella. Ella levantó la bota por un momento antes de dejarla caer. Un crujido seco resonó mientras su pecho se hacía añicos, y los fragmentos de la armadura se clavaban en su espina dorsal. Con un bufido de desdén, Sofía le quitó el pie de encima y caminó con paso decidido hacia el Sello del Tesoro. El caos de afuera contrastaba con la quietud del interior. El diseño era familiar: un área de almacenamiento de alta seguridad, no muy distinta a un banco. Un zumbido de luces blanqueaba los pasillos. Al final del largo corredor se alzaba la bóveda. Llena de acero, diales y teclados, estaba tan asegurada como la del castillo de Peach. ¿Quizás era un estándar en esta parte del reino? Pero bastó un sólo puñetazo. Su puño se estrelló contra el mecanismo de cierre y la bóveda se desprendió de sus goznes. Allí, descansando sobre un pedestal forrado de terciopelo, estaban las dos Estrellas Etéreas: la estrella naranja del bosque de Rosedan y la amarilla de Ciudad Neón. Un suspiro de alivio escapó de sus labios. Se acercó a la estrella amarilla, cuyo calor ya irradiaba contra su piel. Entonces se oyó un grito. Sofía ni siquiera se giró; su brazo se movió hacia atrás como un resorte y atrapó el arma contundente. Cuando finalmente se dio la vuelta, le arrancó el martillo de las manos a su portadora. —¿Creíste que ya habías acabado conmigo? —escupió Toadette, temblando—. ¿Crees que voy a dejar que se larguen con eso? ¡Mi familia está en la ciudad que ustedes están destruyendo! Sofía sonrió bajo de su máscara. —Si esa perra sigue bebiendo, la muerte iba a llegarle de un modo u otro. —¿Eh? —Los ojos de Toadette se abrieron como platos—. ¿Cómo sabes que…? El golpe de Sofía con el martillo la interrumpió. Por puro reflejo, Toadette se aferró al extremo del martillo y lo recuperó. Se replegó sobre su propio mango y terminó en su bolsillo. Para ganarle a esta chica, necesitaría velocidad, no fuerza bruta. La pelea se reanudó. Sofía agarró el brazo de Toadette, lista para estrellarla contra los estantes, pero la chica más joven se le adelantó. Le clavó los dientes en el antebrazo a Sofía. Un agudo siseo de dolor escapó de los labios de Sofía. Le dio una patada a una de las piernas de Toadette, forzándolas a ambas a retroceder un paso. Entonces vio la sangre en su propio traje. Su propia sangre, derramada por este animal… Con un rugido gutural, agarró a Toadette por el sombrero y la lanzó contra una pared. El momento de arrebatar las estrellas era ahora. Sofía las metió en un bolso, sacándolas con una sola mano. Usó la otra para estrangular a Toadette y llevarla afuera, donde podría administrarle más dolor. —Tú no mereces una muerte fácil. —Sofía arrojó a Toadette a través de las puertas principales. Toadette gimió; cada aliento era una lucha. Antes de que pudiera siquiera intentar levantarse, dos pequeños pies le dieron una patada voladora en la espalda. —¡Eso es por mi nariz! —chilló Ana, comenzando a patalear en una rabieta furiosa—. ¡Todavía no puedo oler bien las flores por tu culpa! Justo cuando el asalto de Ana se detuvo, una mano levantó a Toadette en el aire. Se le heló la respiración. Reconoció el vibrante cabello amarillo y la sonrisa depredadora. La chica del volcán… —¿Me extrañaste? —le susurró Mona, su voz incómodamente dulce. Luego, sin previo aviso, la punta de su bota conectó con fuerza en la ingle de Toadette—. ¿Qué tal otra? La segunda patada hizo que Toadette se pusiera rígida. Tres patadas. Cuatro patadas. Cada golpe adicional tensaba sus músculos. Mona soltó una carcajada, comenzando a girarla por las trenzas como si fuera un carrusel. El mundo se convirtió en un borrón nauseabundo. Con un grito final, la soltó, lanzando a Toadette por los aires. Por una fracción de segundo, Toadette vio a Cricket. Él le propinó una patada giratoria perfecta que impactó en su frente. —Lo que le hiciste a Mona y Ana no fue muy amable —dijo, como si él fuera la parte ofendida—. ¡Somos una familia! No importaba cuánto dolor recorría a Toadette; tenía su ira para seguir adelante. Buscó su martillo mientras oía pasos rápidos que se acercaban. Más cerca… Más cerca… Gritando, giró en el aire y usó toda su fuerza para este último golpe. El martillo se hundió en la mejilla de Mona con un crujido húmedo. A Mona se le fue el aire; sintió que su boca se llenaba de sangre y revisó frenéticamente que no hubiera perdido un diente. Toadette aterrizó de pie, haciendo un puchero. Ana y Cricket la seguían acechando por los lados, y sabía que la misteriosa chica Toad podía intervenir en cualquier momento. La más extraña para ella era la chica de los lentes. ¿Por qué no estaba peleando? Si tenía una técnica especial que estaba ocultando… Derribaron a Toadette demasiado rápido como para que pudiera considerar atacarla. Cricket esquivó cada uno de sus martillazos con elegancia, inmovilizándola en el suelo mientras Ana le sujetaba la cabeza con sus pies calzados con botas. Ana hizo un gesto con la mano. En un instante, Toadette sintió dos objetos húmedos alrededor de su cara. —¿Qué se siente? —preguntó Ana, su voz cargada de una malicia mucho mayor que en el bosque—. ¿No huelen increíble? ¿Eh? ¿Eh? Toadette forcejeó. El olor a pies sudados era lo menos preocupante de la escena. Si esto era lo peor que Ana podía oler después de una pelea, entonces Toadette tenía poco de qué preocuparse aquí. Sin embargo, una figura mucho más alta se cernía sobre ella ahora. Mona levantó la pierna, con la bota blanca suspendida muy por encima de la cara de Toadette. —Hora de aplastar a esta cabeza de esporas —gruñó—. Hasta… —¡Estrobo! —chilló Toadette, cerrando los ojos con fuerza—. ¡Estrobo! ¡Estrobo! ¡Estrobo! El equipo estaba confundido. Incluso Sofía se detuvo. —¡Te tengo! —Una nube se cernió sobre ellos. El camarógrafo Lakitu dejó caer otra esfera metálica. Rebotó, golpeando los adoquines justo entre Toadette y sus enemigos. —¡Otra vez no! —gritó Penny, corriendo a cubrirse los ojos. Pero ya era demasiado tarde. La esfera detonó con una supernova cegadora, devolviéndolos al mundo de luces blancas e imágenes epilépticas. Los nervios de Sofía se tensaron. Sólo sus gritos le daban un sentido de la orientación, y aun así, se encontró golpeando una pared. En medio del caos, una persona se movió con determinación. Toadette metió la mano en el bolso de Sofía. Sus dedos ardieron al cerrarse alrededor de la Estrella Etérea; la energía pura la hirió hasta los huesos. Sólo pudo tomar una. Apretando la estrella naranja contra su pecho, huyó a toda prisa del radio de la explosión. —Vamos —gruñó, levantando a Amarillo. Él gritó de dolor, pero ella no se detuvo—. ¡Muévete! —Sólo vete sin mí. Si voy a morirme, voy a morirme como un… —¡No le respondes así a tu capitana! —Vio de reojo a Teso y Consejero, todavía sangrando profusamente—. Necesito que aguanten lo más que puedan. ¡Señor Camarógrafo! —Le das un buen trote a mi nube. —El Lakitu ayudó a subir a los tres miembros del Escuadrón Toad a su nube, ascendiendo finalmente una vez que Toadette estuvo a bordo. Los cinco se elevaron en el aire, escapando del creciente espectáculo de luces—. Eso fue increíble. De verdad sentí que estaba en la acción. —No es tan increíble cuando eres tú quien recibe los golpes —jadeó Toadette, quitándose sus capas y envolviendo con ellas a los demás. Miró su Estrella Etérea—. Demonios… En el suelo, Sofía gruñó. De todas las personas, Toadette había logrado ser más lista que ella. Si tan sólo pudiera arrancarle el pelo. Pero concentrarse en eso era trivial; el sonido de las sirenas era distante, pero se acercaba. —¡Oigan, tenemos que irnos! —gritó, abriéndose paso a través de la luz parpadeante—. ¡Alcancen ese avión ahora, o los atraparán! —¿Y tú qué vas a hacer? —preguntó Penny—. ¿Estarás bien? —¡Por supuesto! —Nuestros pasaportes están en la casa —se quejó Cricket—. ¿Tenemos tiempo suficiente? —Ana, después de que llegues a esa casa, usa esa técnica de ninjutsu para teletransportarse cerca del aeropuerto. —¿Qué? Pero Sofía… —¡No me digas que te va a dejar agotada! Es eso o la cárcel. —Sofía le arrojó su bolso a Mona y comenzó a correr hacia las afueras cubiertas de hierba de Aldea Cromo. *** —El Reino Champiñón suspenderá todos los viajes a lo largo y ancho del reino en los próximos quince minutos —anunció un presentador de noticias desde Ciudad Champiñón—. Todos los barcos, aviones y todas las redes de tuberías serán clausuradas. Así nos lo ha comunicado la princesa. —¡Apuren! —gritó 13-Amp, corriendo por la terminal del aeropuerto con su ropa de civil—. ¡Yo no me quedo en esta ciudad ni de chiste con tanto loco destruyendo todo! —¡Mi mamá se va a volver loca si me quedo atrapado aquí! —añadió 9-Volt, con su pequeña mano aferrada a la espalda de la chaqueta de 13-Amp. El grupo de cuatro todavía estaba sujeto a los extensos protocolos de seguridad que ahora se exigían a los ciudadanos de Ciudad Diamante. —¿No puedes ir más rápido? —se quejó 18-Volt, inquieto—. Vamos. Tengo juegos que jugar. «A cualquiera de Ciudad Diamante lo van a ver como sospechoso después de esto», pensó 13-Amp mientras observaba cómo guiaban a una cansada Kat a un escáner. Le registraron la mochila meticulosamente, vaciando cada bolsillo. Las manos del guardia recorrieron su cuerpo de arriba abajo durante lo que pareció una eternidad. A 13-Amp le empezaron a sudar las palmas. No podían perder ese vuelo. Simplemente no podían. Finalmente el guardia asintió hacia Kat. —Todo en orden. 13-Amp no soltó el aliento hasta que cruzaron la puerta de embarque y subieron al avión. Por fin estaban a salvo. Cuando el avión despegó, miró por la ventanilla y una sonrisa de confianza se dibujó en su rostro. Las estructuras de Ciudad Bloque se erguían como cuatro velas encendidas. Con sólo cuatro personas, su equipo había logrado causar más destrucción en Ciudad Champiñón que cualquiera de los Scapelli. En el continente sur, Mona se reclinó con su propia sonrisa de satisfacción. Era como si acabara de salir del cine tras el clímax de una película de acción taquillera. Los buenos habían ganado; los malos habían sido derrotados. Sacó una brillante revista de moda de su bolso, fingiendo estar absorta mientras escuchaba las conversaciones de pánico que se extendían por el avión; la mayoría de los pasajeros eran Toads. —¿Oyó lo de Ciudad Bloque? —preguntó una mujer desde la fila de adelante. —Explotaron una escuela entera allá en Villa Preciosa —replicó un hombre cercano, con la voz temblorosa—. Y no una pequeña. Dicen que asistían como novecientos niños. La sonrisa de Mona se torció en un mohín. —Y apuesto a que esa estúpida escuela tuvo más muertes que aquí. Seguramente ni siquiera la mayoría eran hongos. Qué pena. —Se acercó a Penny, asegurándose de que su voz fuera lo suficientemente alta—. Qué papelón más engañoso el de la científica que canta fatal en esta película, ¿no, Penny? Penny, que había estado mirando al frente con la vista perdida, se sobresaltó. Sus labios comenzaron a temblar mientras una lágrima corría por su mejilla. Luego otra. Hundió la cara en su chaqueta, dejando que absorbiera sus sollozos ahogados. —Te quiero, ¿okay? —Mona pasó una página—. Pero si no puedes ayudar a Wario o a nuestra ciudad, eres más que un poquito inútil. De vuelta en la devastada Ciudad Toad, Minh regresaba a su tienda. Tenía que respirar por la boca, sintiendo náuseas por el olor a sangre que impregnaba las calles. Miró hacia el castillo y vio que el humo se había disipado en gran parte en el cielo gris. —Por favor, que todos ahí dentro estén bien —rezó. Endureció la postura al llegar a su local. Repararlo en un día era imposible con un agujero del tamaño de Toadette en la pared. Otros escombros también habían perforado las paredes de la planta baja. Removió los restos y las plantas destruidas. No se detuvo hasta que sus manos se enrojecieron y se llenaron de callos, y entonces se quedó temblando en el suelo. —¿Minh-Minh? —¿Sofí? —Minh se giró, sobresaltada. Corrió hacia ella—. ¿Qué haces aquí? —Andaba por la zona por una junta de mi segundo trabajo —dijo Sofía en voz baja. Observó la destrucción—. ¿Qué pasó? —Todo. —Los sollozos de Minh aumentaron—. El castillo explotó, Ciudad Champiñón sufrió otro ataque, la escuela de Yas está en llamas, una persona rarísima casi mata a Toadette… —Espera. ¿La escuela de Yas? —La hicieron… La hicieron… —Minh imitó un avión volando con la mano—. ¡Bum! Directo contra ella. Sofía se quedó perpleja. Había evitado que Minh saliera herida. Sin embargo, Yasmín se encontraba en la zona cero de uno de los atentados. Su corazón se aceleró. Pero respiró hondo y rodeó a su prima con los brazos. —Todo va a estar bien, Minh-Minh. Te lo prometo, todo se arreglará pronto. *** Mientras que algunos en Ciudad Diamante reaccionaban con horror a estos sucesos, había otros celebrando en las calles. —¡Mírenlos! ¡Corriendo como pollos sin cabeza! —Wario azotó una jarra contra la mesa y señaló hacia le escuela en llamas—. Hay que admitir que no esperaba que nuestros muchachos de verdad ser atrevieran a estrellar el avión. La escuela no era necesaria, pero nos servirá mucho mejor que el banco. —Unos de esos barriles sí le dio al banco. Eso es todo lo que necesitaba. —Waluigi le dio un largo sorbo a su bebida—. Hablando de necesitar congelar mis activos… Les dije que lamentarían este día, y mira lo que ha pasado. Uno de los abogados se aclaró la garganta. —Señores, con todo respeto, las repercusiones económicas de esto ya se están sintiendo. Lo que significa que sus negocios ya están perdiendo monedas. Espero no tener que mencionar los honorarios legales una vez que emitan una orden de búsqueda en su contra. —¡Bah! Suenas igual que esos otros papanatas después de todo el rollo del Festival de las Estrellas —suspiró Wario—. Es una inversión, relájate. Yo sé de negocios. —Gastamos una pequeña fortuna de entrada a cambio de una ganancia masiva más adelante —dijo Waluigi. —Querrás decir la mayor ganancia del mundo. —Wario observó cómo Peach hablaba con la prensa—. ¿Crees que esto es todo lo que tengo, princesita? Ya verás cuando ponga mis manos sobre esas Estrellas Etéreas. ¡Entonces veremos ante quién se arrodillará el reino! Soltó una carcajada triunfal. ---------- Nota del autor: Esto es lo más oscuro que hemos llegado hasta ahora. Nunca me he sentido tan incómodo escribiendo un capítulo de esta historia. Y eso significa que he conseguido el tono de incomodidad que quería. Pero respiren, todos, respiren. Es una tragedia lo que ha pasado. Pero siempre hay arcoíris después de la lluvia. Ya verán lo que pasará. |