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Rated: XGC · Book · Fanfiction · #2328963

Sigue la historia de la vida de esclava de Toadette, y ya tiene el fetiche por los pies.

#1096812 added September 6, 2025 at 7:03pm
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Capítulo 108 - Lazos viscosos y cuerpos encogidos


—¡Ayúdennos! —gritó Minh. Su voz casi se quebró.

Toadette seguía colgada en el aire, mientras el Blooper la hacía cosquillas sin cesar. Minh no podía entender por qué. Sus dos encuentros anteriores con cosquillas de plantas tenían sentido: unas plantas la querían comer, mientras que las otras buscaban sacarle la humedad de los pies sudorosos. ¿Pero un Blooper?

¡Espera! Recordó el incidente con Toadette, la princesa Daisy y un Blooper Eléctrico. Toadette tuvo que evitar que el Blooper jalara a Daisy, ya que la criatura blanda intentaba consumirlas a ambas.

Pero éste ya tenía a Toadette colgada. ¿Por qué continuar?

No importaba la razón. ¡Tenía que salvarla! Tropezando, Minh dejó la linterna en una esquina y corrió hacia el martillo caído de Toadette. Un tentáculo atravesó las tablas del suelo hacia arriba para detenerla.

Se resbaló y sintió un dolor agudo en el talón cuando se le clavó una astilla de madera.

Aguantándose una grosería, intentó moverse a un lado, saltando en un pie. El tentáculo la golpeó y la tiró al suelo. Hizo una mueca de dolor mientras se sacaba la astilla del pie, ideando un plan.

—¡A ver si puedes otra vez! —gritó. Luego dio un salto hacia atrás. El tentáculo instintivamente se lanzó al aire, listo para volver a tirarla al suelo. Pero Minh de repente se deslizó por debajo mientras éste seguía en el aire.

Agarró el enorme martillo. Al oír que el tentáculo que había evadido se había azotado a su alrededor, golpeó con el martillo con todas sus fuerzas. Se formó un cráter en la piel gomosa.

Un chillido gutural resonó por la habitación. El Blooper retrocedió, con su tentáculo herido retorciéndose. Hubo un microsegundo de caos mientras los demás se detuvieron.

—¿Qué te pareció eso? —Minh levantó el martillo de nuevo, lista para asestar otro golpe. Pero incluso herido, el Blooper mantuvo el control. Un tentáculo diferente salió disparado por detrás de Minh a toda velocidad, envolviéndole el pecho.

El martillo cayó mientras era jalada hacia arriba. Apenas tuvo un segundo para jadear antes de encontrarse en lo alto, colgando junto a una indefensa y risueña Toadette. El cuerpo del Blooper se cernía sobre ellas, con sus ojos saltones fijos en Minh. Otro tentáculo se desprendió del grupo que rodeaba a Toadette y comenzó a hacerle cosquillas en el costado a Minh. Ella soltó una risita, ahora atrapada en el mismo torbellino de cosquillas que Toadette.

—Recuerdos, ¿eh? —se rió, recordando los eventos de Ciudad Champiñón.

—¡No es chistoso! —le devolvió la risa Toadette.

El tentáculo del Blooper fue suave al principio con los pies de Minh. Ella se mordió el labio, decidida a no darle a la criatura la satisfacción de saber que estaba vencida. A su lado, Toadette se retorcía como loca mientras un enjambre de tentáculos le recorría el torso y se le metía bajo los brazos.

—¡No aguanto más! —chilló ella, sintiendo cómo un agua cálida descendía por sus piernas.

—¡Intenta morderte el labio! —gruñó Minh, aunque su consejo cayó en oídos sordos. El tentáculo a su lado encontró un punto sensible justo debajo de los dedos, y se le escapó un bufido. Abrió los ojos como platos.

Trató de doblar los dedos, pero fue inútil. Otro tentáculo le rozó la planta desnuda. Ahora se clavaba los dientes en el labio con tanta fuerza que comenzó a sangrar. La sensación la estaba enloqueciendo. Pero podía soportarlo. No había otra opción.

Y entonces la punta del tentáculo le delineó el arco del pie.

Un cosquilleo electrizante le subió por toda la pierna. Se quedó sin aliento y soltó un chillido agudo. El tentáculo, emocionado por su respuesta, comenzó a sondearle el talón antes de serpentear entre los dedos.

—¡Largo de ahí! —gritó, pataleando en vano.

El Blooper intensificó su asalto. Otro tentáculo se unió a los que ya la atacaban, triplicando, no, cuadruplicando el tormento. Uno se movía lento y deliberado, mientras que otro centraba toda su atención en los dedos, pellizcándolos y punzándolos hasta que las lágrimas corrieron por la cara de Minh. Miró hacia donde estaba Toadette, incapaz de distinguirla en la profunda oscuridad.

—¡Estamos fritas si no nos soltamos de este bicho, Toadette! ¡Pelea! —jadeó, con las palabras interrumpidas por ataques de risa nerviosa.

Los ojos del Blooper las miraban fijamente desde arriba. No intentaba comérselas, no en este momento. Planeaba saborearlas más tarde, y agotarlas era la trampa perfecta. El montón de sal en la planta de sus pies después de tanto sudor sería un delicioso extra. Y cuanto más se retorcían las jóvenes, más húmedos se ponían sus cuerpos.

***


Al principio Toad pensó que el barco se hundía más. Pero si así fuera, el agua estaría mucho más revuelta de lo que ya estaba. Al mirar a través de las ventanas, vio que, aunque el agua estaba oscura, no se había vuelto más caótica, salvo por unas pocas burbujas. Lo que fuese que estuviera pasando, ocurría dentro del barco.

—¡Tú! —Señaló a Yasmín—. ¿Así que crees que «perlas» es la clave?

Ella asintió.

—¡Tendrá que servir! ¿En qué demonios se habrán metido estas dos? —Se adelantó rápidamente a Yasmín y Penélope, siguiendo los pasos de Toadette y Minh lo más rápido posible. Al llegar al pasillo sumergido, sintió que le faltaba el aire—. Yasmín, ¿sabes nadar?

—Sólo un poquito.

—Ven aquí. —La rodeó con un brazo—. Penélope, quédate cerca.

—Sí, señor.

Navegar por el pasillo estrecho con Yasmín aferrada a él con fuerza fue un suplicio. A pesar de haber hecho esto muchas veces en el pasado para rescatar a otros, Toad nunca había necesitado navegar un espacio tan reducido. Este pasillo era particularmente largo, y cuando notó que Yasmín se agitaba, supo que estaba desesperada por aire. Ella finalmente empezó a clavarle las uñas, amenazando con abrir la boca.

De repente se soltó de él.

Toad se dio la vuelta. Pero antes de que pudiera alcanzarla, Penélope ya la había atrapado. Ella dudó antes de pegar su cara a la de Yasmín por segunda vez en su vida, esta vez soplando aire en su boca, el cual Yasmín inhaló.

Penélope sonrió al sentir los movimientos más tranquilos de Yasmín. Pero su sonrisa se desvaneció al darse cuenta de lo mucho que se había complicado su propia situación.

Toad no podía esperar ni un segundo más. Jaló a ambas chicas de la mano y las empujó hacia la superficie. Cuando emergió, aún le quedaban al menos treinta segundos de aire en los pulmones. Ambas tosían violentamente, con la sensación de que sus pulmones se habían encogido.

—¿O sea que has venido al mar sin saber nadar? —le gritó Toad a Yasmín.

—Bueno, ¿alguno de nosotros esperaba nadar hoy?

—Considerando que la estrella está por el mar… —Penélope fue callada por Yasmín.

De repente Toad escuchó risas. Dos tipos de risas.

—¡Toadette! —Arremetió por el resto del camino para encontrar la habitación con la clave secreta. Inmediatamente reorganizó las letras para forma la palabra «perlas», y se abrió la puerta. El agua de mar empezó a acumularse alrededor de sus pies. A medida que entraban, la puerta se cerró detrás de ellos.

Toad vio la linterna a un lado y la apuntó hacia adelante.

—Hijo de puta…

Dos tentáculos viscosos se movían sin piedad sobre las costillas de Toadette y debajo de sus brazos. No obstante, las plantas de sus pies seguían siendo el blanco principal del ataque, con tentáculos que se atrevían a deslizarse entre sus dedos. Sus propios chillidos se habían disuelto en risitas con hipo.

—¡Señorita Toadette, estamos aquí! —gritó Penélope—. ¡No se preocupe!

—¡Minh-Minh! —chilló Yasmín.

A Minh le iba aún peor. Sus brazos estaban ahora estirados y sujetos por varios tentáculos, mientras uno en particular danzaba sobre las plantas de sus pies. Las lágrimas corrían por su rostro. Su risa estaba teñida de incomodidad. Gritaba: «¡Déjame en paz!», su voz rápidamente cortada por una poderosa ola de cosquillas.

Mientras el Blooper parecía deleitarse con el tormento de las dos mujeres, sus otros tentáculos se flexionaron. Dirigieron su atención al que aún estaba de pie. Toad se tronó los nudillos.

—Elegiste al capitán equivocado con quien meterte.

Un tentáculo se abalanzó sobre él. Lo pateó con la fuerza suficiente para que quedara inmóvil por un instante. Le propinó otro golpe a una ventosa, lo bastante rápido para que no pudiera sujetarlo. El tentáculo se replegó mientras otro se le venía encima a Toad por la espalda.

Toad lo saltó ágilmente, aterrizando en una postura agachada. Metió la mano en su bolso y agarró un objeto.

—Hace mucho que no me como unos calamares fritos. —Dejó escapar un grito agudo mientras la temperatura de su cuerpo aumentaba. Su sombrero blanco se volvió rojo, y sus manchas al revés—. ¡Ya voy, Toadette!

—¡Ésta no es nuestra primera vez! —logró soltar ella antes de que un tentáculo encontrara un punto sensible en su cuello, enviándola a otro ataque de chillidos.

Toad entró en acción, corriendo a toda velocidad hacia el monstruoso Blooper. Esquivando los escombros de la bodega de carga del barco, se deslizó bajo un tentáculo que barría y saltó sobre un montón de cajas astilladas. Otro tentáculo descendió para interceptarlo en el aire. Usó su piel gomosa como un trampolín. Ya completamente en el aire, sus ojos se clavaron en los enormes ojos del Blooper.

Retrajo su brazo, una bola de fuego formándose en su mano.

Pero otro tentáculo lo golpeó en el costado con la fuerza de un ariete, estrellándolo contra la cubierta. Rodó para esquivarlo mientras otro se desplomaba. Poniéndose de pie a toda prisa, desató un torrente de llamas sobre los dos apéndices, carbonizándolos hasta dejarlos al rojo vivo.

El Blooper soltó un rugido ensordecedor. Todo su cuerpo se convulsionó. El barco tembló, provocando que una sección del piso cediera. Penélope gritó cuando la cubierta desapareció bajo sus pies. Cayó en el foso recién formado, apenas logrando aferrarse al borde dentado de la madera rota.

—¡Oye! —Yasmín metió las manos bajo las axilas de Penélope, esforzándose por levantarla. El peso era demasiado. Sus músculos ardían, un frustrante recordatorio de que los Toads carecían de la fuerza superior de los humanos.

—¡Aguanten, chicas! —les gritó Toad—. Este maldito barco…

Disparó un gran chorro de llamas al tentáculo que sujetaba a Toadette. Ella golpeó el techo de cara antes de caer al suelo, inerte. Corrió a su lado, pero un grueso tentáculo se enroscó alrededor de su cintura y lo alzó en el aire. Se apretó, y él oyó un crujido nauseabundo en sus costillas mientras estas eran oprimidas más allá de su límite. El poder de la Flor de Fuego empezó a desaparecer.

Los otros tentáculos se abalanzaron sobre él. Por unos segundos, se mantuvo firme. No se atrevió a moverse mientras las puntas viscosas lo tantearon.

Luego, uno se deslizó bajo su camisa beige. Se deslizó por sus costillas, trazando los mismos huesos que casi acababa de romper. Un escalofrío lo recorrió. Luego, otro tentáculo se unió, clavando sus ventosas en su estómago y retorciéndose.

La risa brotó de Toad. Otros dos tentáculos se deslizaron en sus botas y encontraron los arcos de sus pies, hundiéndose con un ritmo implacable. Se retorció y pataleó impotente.

—Bienvenido a la fiesta, héroe —gimió Minh desde un poco más abajo, sin aliento.

—¡Que alguien me ayude ya! —gritó Yasmín.

—¡Señorita Toadette! —Penélope luchó por levantarse.

—¡Minh-Minh! No puedo sostener… —Las palabras de Yasmín fueron cortadas por un chillido.

Justo cuando Toadette giró la cabeza bruscamente hacia ellas, lo único que vio fueron las piernas de Yasmín cayendo en el foso. Todo lo que quedaba eran sus sandalias.

—¡No! —Toadette corrió hacia allí, no encontrando más que oscuridad. Ni cuerpos, ni ondas, nada. Sólo agua negra como la tinta chapoteando contra las tuberías de metal oxidadas. Tomando una respiración profunda, metió la mano en su bolsillo. —Maletín. Flor de Fuego. Ahora.

—Como desee, maestra Toadette —el maletín se desplegó y escupió una planta brillante en su mano antes de saltar de vuelta a su bolsillo.

—Bien. —Aplastó la flor, y las llamas explotaron a su alrededor. El aire crepitó con calor mientras ella cambiaba de color, y el agua sucia que la rodeaba hirvió convirtiéndose en vapor. El Blooper, que todavía estaba sádicamente concentrada en Toad, retrocedió cuando una ráfaga de furia roja se lanzó contra él.

Toadette esquivó un tentáculo que azotaba. Se impulsó hacia arriba, sus manos ardientes chispeando al golpear una sección desmoronada del techo. Desde esta posición estratégica, se encontró con la mirada enfurecida del Blooper desde abajo.

—¡Es hora de freír a esta puta! —gruñó.

Anticipando el siguiente ataque, soltó una llamarada entre los dos tentáculos que se acercaban. ¡FWOOSH! La jugada sorpresa dejó a los tentáculos retorciéndose, chamuscados por completo. Toadette se lanzó entonces directamente hacia el tentáculo que sujetaba a Minh. Ella desgarró la carne del Blooper como cuchillo caliente en mantequilla. Minh soltó un quejido cuando su piel se quemó, pero Toadette la bajó rápidamente al suelo.

—¿Y Toad? —preguntó Minh con un hilito de voz.

—Él es el siguiente. La única que tiene permiso de hacerle cosquillas hasta el cansancio soy yo. —Miró al Blooper—. ¿Me escuchaste, calamar?

El Blooper rugió, enviándole una andanada de tentáculos. Cada tentáculo que no atrapaba a Toad se dirigía directamente hacia Toadette. Con un gruñido, empujó a Minh más adentro de las sombras de la habitación. Luego golpeó el pie en el suelo, encendiendo el piso de madera bajo ella. Los tentáculos, demasiado rápidos para detenerse, siguieron avanzando.

En vez de saltar sobre ellos, se impulsó sobre el primer tentáculo que se venía. Sus pies dejaron una marca chispeante. Saltó de una extremidad ardiente a la siguiente. Más y más rápido escalaba.

Alcanzando el punto más alto, directamente sobre los ojos del Blooper, Toadette soltó un grito poderoso. Dos chorros concentrados de calor, destellando amarillos por una fracción de segundo, brotaron de sus manos, convergiendo en un solo rayo que penetró la cabeza del Blooper. Sus gigantescos ojos explotaron, y la criatura chilló de agonía mientras comenzaba a hundirse en las aguas de abajo, escupiendo tinta ennegrecida y vapor. Cada tentáculo se desplomó junto a él, y Toad quedó respirando con dificultad en el suelo.

—¿Desde cuándo eres tan buena usándolo, Toadette? —preguntó él con dificultad.

—¿La Flor de Fuego? —preguntó ella, mientras el brillo se le desvanecía del cuerpo—. Es que sólo es difícil al principio, las primeras...

—¿Dónde están las chicas? —preguntó Minh. Miró desesperadamente a su alrededor—. ¿Yas? ¿Penélope?

—Cayeron por ahí. —Toadette señaló al abismo. Toad entonces miró al agua oscura antes de darle una mirada despectiva a Minh.

—¿No se te ocurrió decirnos que Yasmín no sabía nadar, genio?

—¿A poco no sabe?

—¿No lo sabías? —se burló él—. ¿No son parientes o algo así?

—Ay, güey, ¿tú crees que yo la hubiera traído si no supiera nadar? Ella me dijo que ya había aprendido, sólo que no le gusta hacerlo. —Minh se rascó la cabeza—. Tienen alberca en esa mansión y todo. ¿Por qué iba a suponer que miente?

—Quizás porque es una mentirosa de nacimiento. Pudo haberlo aprendido de ti, señorita Nunca-he-tenido-sexo-en-mi-vida.

—¿Y ahora qué? —preguntó Toadette.

—Seguimos bajando —dijo Toad—. Esperamos que estén vivas, y exigimos a esos piratas tiburón que nos las traigan.

—¿Y si no están vivas? —A Minh le dolió siquiera pronunciar esas palabras. Toad simplemente la ignoró, recogió las sandalias de Yasmín y las dejó caer en las manos temblorosas de Minh.

***


El mundo era un vacío asfixiante que daba vueltas a Penélope como un torpedo. Los tímpanos le palpitaban contra el rugido del agua a toda velocidad. Esto no era un tubo de teletransporte con sus trayectos regulados y sin sobresaltos. Esto era un conducto de barco de verdad. Sintió el interior grasoso untándole la mejilla y los muros inflexibles oprimiéndola. Quería llorar. Lo peor de todo era que no podía respirar. El conducto era un túnel completamente anegado, y llevaba aguantando la respiración lo que le pareció una eternidad.

Se detuvo lentamente. Sintiendo que sus pulmones iban a explotar, intentó salir del conducto. Pero apenas podía estirar los brazos. Las vibraciones del barco continuaban, amenazando con volverla loca. De repente la presión en su cara se aflojó lo suficiente como para poder jadear. El aire que le entró era una mezcla de óxido, mar y grasa.

Mirando hacia abajo, vio que el agua borboteaba hacia un canal más estrecho: un cuello de botella demasiado apretado para que ella cupiera. Esto era el final. Un sonido ahogado escapó de sus labios.

Entonces, algo le golpeó la cabeza. Dos objetos húmedos y con olor a sándwich de hace una semana le rozaron el pelo antes de que alguien se desplomara a su lado. Yasmín jadeó y su pecho subía y bajaba con fuerza, empujando aún más a Penélope contra la pared del conducto.

—¿Estás bien, Yas? —susurró Penélope.

—¡No! ¡No, no, no! ¡Está muy apretado! —La respiración de Yasmín se aceleró al darse cuenta de que estaba encerrada. El conducto se extendía hacia arriba, más de un metro por encima de sus cabezas. Escapar parecía un sueño imposible—. ¡No quiero morir!

—¡Cálmate! —suplicó Penélope, intentando girarse—. ¡No te vas a morir!

—¡Estamos literalmente atrapadas!

—¿Y gritarme cómo va a arreglar esto? —Penélope miró a Yasmín a los ojos—. Si dejaras de entrar en pánico, tal vez podría pensar en una forma de salir de aquí.

—Ya sé que te gusta Toadette y crees que es una maestra estratega o algo, pero es demasiado incompetente como para que la quieras imitar.

—¿Y por qué es incompetente?

—Sofí me ha contado cien historias de lo que ha…

—¿Sofía? ¿La que te mintió diciendo que ustedes estaban bien, cuando son más pobres que una rata?

—¡Oye!

—Tienen un problema grave con la mentira en su familia, ¿sabes? Perdón.

—No es una gran hermana, pero mira: Minh-Minh es más competente que Toadette en todo sentido. Ella pasó el colegio con las mejores notas, y tuvo que ayudar a Toadette para que no reprobara el año. Ha ganado su propio dinero desde que era adolescente, mientras que este trabajo en el castillo parece ser el primer trabajo serio de Toadette.

—Que la señorita T. Minh sea mejor no significa nada, sobre todo teniendo en cuenta que no estaría viva ahora mismo si no fuera por la señorita Toadette. Así que deja de faltarle respeto, ¿entendido? —Como no obtuvo respuesta, alzó la voz—. ¿Me oíste?

Yasmín gimió, echándose hacia atrás todo lo que el conducto permitía.

—¡Anda! ¡Sólo usa su «genio» para sacarnos de aquí antes de que me dé un ataque de ansiedad y explote!

Penélope ignoró el dramatismo y le dio la espalda a Yasmín.

—Saca ese champiñón azul que tomaste «prestado» de la bolsa de la señorita T. Minh.

—¿Qué? —Yasmín parpadeó—. ¿Cómo supiste…?

—Tengo ojos. Llenaste mi mochila de un montón de cosas que ni siquiera conoces.

—Ni siquiera puedo alcanzarla. Está tan apretado. —Yasmín se esforzó por levantar el brazo.

—Yas…

—¡No puedo moverlos!

—¡Pues tienes que moverlos, carajo! —chilló Penélope, perdiendo la paciencia—. No eres tonta; no eres inútil. Así que, por favor, te pido que dejes de actuar como si lo fueras.

Yasmín se quedó paralizada. La verdad era que esperaba un insulto peor. Lo que más le sorprendió fue el repentino juramento de Penélope. Luchando contra el dolor y la rigidez, abrió la pequeña mochila de Penélope y sacó el champiñón azul.

—Bien. —Penélope suspiró aliviada—. Eso es un Minichampiñón.

—¿Nos encoge? —preguntó Yasmín.

—Sí. Lo partimos a la mitad, y así podremos escapar por esta pequeña sección que está bajo nuestros pies.

—¿Y si nos ahogamos? ¿O si nos estrellamos contra el suelo?

—¿Alguna vez has visto un insecto pequeño morir por una caída? En cuanto a ahogarnos… —Penélope se encogió de hombros—. No hay mejor momento para aprender a nadar, ¿verdad?

Yasmín partió el Minichampiñón por la mitad, temblando cada vez más ante la idea de desaparecer para siempre. Ella y Penélope le dieron una mordida. Poco a poco el mundo se deformó y se estiró alrededor de Yasmín; las paredes de la tubería se convirtieron en un túnel inmenso mientras se encogía. Penélope se le unió, soltando un grito de alegría.

—Mira, así es como nado yo —explicó, chapoteando en los charcos que quedaban. Hizo una demostración de nado de perrito—. Si no nos apuramos, no tendrás el agua para amortiguar la caída.

—Bueno, está bien…

Penélope se preparó para saltar. Justo antes de hacerlo, le dio a Yasmín un empujón firme. Esta última soltó un chillido de sorpresa, zambulléndose de cabeza en el agua que se drenaba a toda velocidad. Penélope soltó una risita.

—Alguien tiene que darte un empujoncito si te quedas estancada. —Y con eso, se lanzó al agua.

Lo único bueno para Penélope era que de vez en cuando sentía las patadas desesperadas de Yasmín en plena cara. Aunque le quitaba un poco el aire, no iba a despreciar cualquier placer culposo que pudiera encontrar en este lugar tan turbio.

Navegar era imposible; todo estaba oscuro. Por suerte Yasmín no necesitaba que le recordaran seguir adelante. Lo que más le aterraba era avanzar y avanzar sólo para toparse con un callejón sin salida. Sería imposible dar la vuelta, lo que significaría que ambas… Bloqueó ese pensamiento, concentrándose en nadar hasta donde le diera el aire. Pero sus pulmones ya empezaban a fallarle, a arder. Desesperada, levantó una mano por encima del agua para ver si había alguna zona seca.

¡Una bolsa de aire! Salió a la superficie, jadeando. Penélope la alcanzó poco después, sus diminutas caras muy cerca del borde de la tubería.

—¿Por qué esta tubería es tan angosto? —preguntó Penélope en voz alta, su voz haciendo eco.

—Me imagino que ha de ser una especie de filtro —respondió Yasmín—. Probablemente los que vivían aquí antes filtraban algunos gérmenes para que no entraran a su agua.

—Ojalá no seamos los gérmenes nosotras. —Penélope tomó una larga bocanada de aire antes de sumergirse.

—Con esta jeta que me cargo, seguro nos ven como gérmenes. —Yasmín siguió guiando el camino. Hizo una mueca al sentir la nariz de Penélope rozarle los dedos de los pies. Minutos de nado agotador y paradas de pánico después, apareció una luz cálida. La tubería volvió a abrirse a su tamaño normal, creando una distancia aún más larga, pero la succión las arrastró con mayor velocidad. El chorro las escupió en una piscina de tamaño mediano.

La nariz de Yasmín se movió; de inmediato olió especias como pimienta y jengibre.

—¡Libertad! —gritó Penélope, poniéndose de pie en el agua poco profunda y estirando el cuello—. Te dije que todo iba a salir bien, Yas.

—¿Y cómo volvemos a nuestro tamaño normal?

Penélope se le quedó mirando, con la mente en blanco.

—Déjame adivinar: necesitamos otro champiñón que no me robé.

Asintió con una sonrisa débil.

—Me odio —gruñó Yasmín.

—Una vez que encontremos a la señorita Toadette y a los demás, ellos lo arreglarán. —Penélope saltó fuera del barril de madera y miró a su alrededor, sólo para ver a un par de guardias piratas cerca de una olla.

Justo cuando Yasmín salía, Penélope la empujó contra las sombras del barril. Se pegó completamente a ella. Un suave y sorprendido jadeo escapó de los labios de Yasmín. Penélope levantó una ceja hasta que se dio cuenta de dónde había aterrizado su mano. Con algo de pena, la quitó del pecho de Yasmín.

Yasmín se pasó una mano por el pelo, haciendo una mueca.

—¡Guácala, estoy toda mojada!

—Yo también —murmuró Penélope.

—Vamos a terminar este viaje con una pulmonía. —Yasmín se dio la vuelta—. Ahora, ¿cómo se supone que vamos a encontrar a los demás en este…?

La puerta reventó hacia adentro. Antes de que los tiburones pudieran siquiera voltearse, dos figuras ya los habían dejado en el suelo. Una tercera figura entró campante detrás de ellos, inspeccionando la escena. A Yasmín se le abrieron los ojos como platos.

—¡Minh-Minh! ¡Minh-Minh! —chilló.

—Creo que no nos oye —dijo Penélope. Minh estaba al otro extremo del cuarto, una gigante imponente desde su perspectiva—. ¡Señorita T. Minh! ¡Por aquí!

Saltaban sin parar como insectos frenéticos. Sus gritos desesperados se perdieron por completo entre el crujir y el gemir del barco. Minh, mientras tanto, se asomó a la olla que los guardias estaban cuidando. Borboteaba con pescado.

—Ay. No creí que estos tipos supieran hacer algo más que tragarse las cosas crudas —comentó.

—Si te terminan cocinando a ti, esos estándares se van a ir por los cielos —bromeó Toad.

—Por favor. De pies a cabeza yo sabría diez veces mejor que tú.

—Quizá tendrías un punto si no hubieras mencionado la palabra «pies».

—Toadette, ¿quién sabe más rico? —preguntó Minh.

—Es simple. —Toadette abrió la puerta de al lado—. Minh es como dulcecita. Toady es más bien como avinagrado.

—¡Esa no es una respuesta! —dijo Toad.

—Ser dulce como un caramelo siempre es mejor que ser agria como vinagre viejo —se rió Minh, y le dio un empujoncito con la cadera antes de caminar hacia la puerta.

—Sí, claro. Porque tus pies llenos de tierra saben igual a un dulce.

—Para la próxima vez que me los estés chupando —replicó Minh—, me voy a asegurar de echarles un poquito de azúcar extra, sólo para ti.

—¿Eh? —Yasmín se rascó la cabeza—. ¿La próxima?

Penélope se puso tiesa.

«¡No se preocupa, señorita T. Minh! ¡Yo la cubro!».

—¡Fue por un juego en el Festival de las Estrellas! —soltó de repente, aferrándose al recuerdo más cercano que tenía: Toad, Toadette y Minh en esa máquina de ordeñar—. Sí, un juego rarísimo donde el que perdiera tenía que chuparle los pies al ganador. Ella ganó, y al capitán Toad… Pues no le gustan mucho sus pies.

—¿Y ésa por qué diablos iba a aceptar jugar…?

—¡Se van! ¡Señorita Toadette! ¡Capitán Toad! —Pero los adultos ya se habían ido—. ¡Rayos! —gritó, pataleando.

—Por acá. —Yasmín señaló una cuerda gruesa que colgaba del borde de una mesa cercana. Penélope llegó primero. Sin pensarlo dos veces, comenzó a deslizarse; el brusco descenso le raspó las palmas. Yasmín saltó justo detrás de ella. Aterrizaron con un quejido en el piso de la cocina medio minuto después.

—Moviéndonos así de lento no la vamos a armar —resopló Yasmín, incapaz de distinguir entre su sudor y el agua del océano.

Penélope examinó el enorme espacio. Su mirada se posó en algo cerca de la pared: un barco artesanal en una botella con ruedas en la base. Lo señaló.

—¿Qué? —Yasmín se quedó boquiabierta—. ¿Quieres que nos subamos a esa cosa?

—El piso es liso, y parece que el barco sólo va de bajada desde aquí —insistió Penélope, que ya corría hacia él—. Mira, tú te puedes sentar arriba mientras yo empujo desde atrás. Nos turnamos. Es mejor que correr, ¿no?

Yasmín suspiró. Era un plan de locos. Pero al ver la cara de esperanza de Penélope, supo que era el único que tenían.

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Nota del autor:
Ésta se subió tarde debido a que tuve que organizar un evento. Eso y resolver muchos problemas con mi conexión a Internet.
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