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Rated: 18+ · Book · Erotica · #2321597

Como nueva esclava de los pies de Peach, la vida de Toadette se da un giro emocionante.

#1097279 added September 13, 2025 at 12:33pm
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Capítulo 47 - Mi familia
Despertar en una habitación en la que hacía tanto tiempo que no vivía invocaba un sentimiento de nostalgia. Al igual que el camino, muchas cosas estaban en el mismo sitio. Todas esas cajas… Cuando pasé el dedo por la mesilla de noche, no pude ver ni rastro de polvo. Lo único que parecía haber cambiado eran mis peluches. En lugar de estar cómodamente tumbados en la cama, yo ocupaba su antiguo lugar, respirando lentamente mientras hurgaba en los tubos que me subían por las fosas nasales.

De algún modo, la leve vibración del artilugio al que estaba conectada me tranquilizaba y me perturbaba a la vez. Era el único ruido constante aquí, ininterrumpido.

Y pensar que acabaría volviendo aquí después de haber hecho tan buen trabajo manteniéndome alejada. Suspiré profundamente. Todos aquellos recuerdos se amontonaban, uno tras otro, como si se burlaran de mí por todos mis esfuerzos por permanecer oculta durante tantos años.

Pero ¿y qué? Le doliera a quien le doliera, había hecho lo correcto y no lo cambiaría por nada. Si nunca me hubiera ido, Minh y yo podríamos haber seguido caminos separados. Y si no me hubiera quedado sin casa, nunca habría pensado en solicitar plaza en el castillo de Peach. Y sin todo eso, me habría perdido montones de acontecimientos que me han llevado a mi yo actual: una Toad de diecinueve años con un nuevo interés por los pies.

Para bien o para mal, ésta era mi historia: una cuyos acontecimientos estaban demasiado lejos para ser cambiados.

—Puaj, estoy sudando… —Me froté las plantas de los pies bajo las sábanas—. ¿Por qué me sudan tanto los pies?

El calor de antes ya debería haberse calmado. Retiré las sábanas para que mis pies tomaran un poco de aire, y entonces se enfriaron un poco. No deberían haberse molestado en taparme, quienquiera que me metiera en esta cama. No sólo tenía los pies viscosos y desagradables al tacto, sino que mis axilas habían dejado dos manchas húmedas en mi camisa.

¿Acaso era mi propia camisa? Era blanca. Mi chaleco no se veía por ninguna parte. Mis pantalones tampoco me cubrían las piernas. En su lugar eran unos shorts negros.

Salgamos de esta cama y…

—¡Ay! —Ya se me olvidó que estaba pegada a este aparto. Era una pequeña caja con un interruptor, y gracias a los tubos apretados, casi me arranca la nariz.

—¡Ya voy! —La puerta se abrió volando y golpeó la pared, con los ojos de Minh grandes mientras corría hacia mí.

—Quítame esta cosa, por favor.

—Se asegura de que respires. Tendrás que ponértelo otra vez cuando duermas.

Mientras me desconectaba del respirador, me explicó que había estado inconsciente desde las 12:00 hasta las 6:34, el minuto actual. Genial, así que hoy fue un día muy productivo. Y lo que era más importante, me dijo que el veneno que me habían rociado duraría al menos tres días. Incluso eso no prometía ser el final. Y puesto que este veneno se dirigía principalmente a mi torrente sanguíneo, este dolor no desaparecería fácilmente.

Demonios… Si no estaba sana para cuando llegara el Festival de las Estrellas, dentro de seis días, Peach iba a sentir mi ira. Había hecho demasiado por esta mujer como para perderme algo tan grandioso como esto.

Minh me pasó una mano por la frente.

—Estás sudorosa.

—¿No me bañaron?

—Te limpiamos un poco, pero no, eso aún tiene que pasar. Está bien, no te preocupes.

Minh también llevaba un pijama. Vi que tenía una camiseta rosa y unos shorts negros que no ocultaban lo más mínimo sus pies. Esos dedos que parecían frambuesas azules…

—De verdad que tengo que dejar de saltarme las comidas —gemí, frotándome los mocos.

—Anda y come, tonta. Pero deberías saber que ella está aquí.

Las buenas noticias no podían venir sin malas noticias, ¿eh? Inmediatamente me volví a la cama, con la cabeza alta ya que deseaba no ver a mi madre en ese momento.

Eh… Pero esas sábanas no serían muy agradables para descansar ahora que se había formado una mancha de sudor con forma de Toad. Olía asqueroso incluso desde lejos.

—Tu preciosa princesa me las va a pagar por enfermarme así —me quejé, pasando a empujones a Minh.

—No es culpa suya, Toadette.

—No es culpa suya, Toadette. —Un agudo desprecio vibró en mi voz—. Eres afortunada de no haberte enfermado en ese frío Bosque Eterno. Ella tiene suerte de que Penélope no enfermara al caminar descalza por ahí. Mi suerte se ha acabado hoy. Mandarnos a todas estas misiones va a hacer que una de nosotras salga muy herida, mira.

Me miró con sorpresa.

—Tú deberías confiar más en Su Alteza. De todos modos, nuestra situación con el estuche sólo ha empeorado.

—No me digas. ¿Ahora qué?

—Ya lo entregó. T. Dani no puede acercarse a los Scapelli a menos que sea para hacer entregas. Mencionó que sería en su zona de operación principal, donde sea que eso esté. No quiero que el Festival de las Estrellas sea…

—Si Su Alteza quiere un trabajo bien hecho, esperará. Sólo necesito más tiempo para pensar, ¿me entiendes?

Al dar el primer paso hacia el vestíbulo, entendí mejor por qué una chica como ella, que prefería envolverse en ropa gruesa mientras dormía, usaba un pijama de manga corta. Hacía un calor insoportable, incluso más que en el típico castillo. Aunque el ambiente cálido era agradable y acogedor, se hacía complicado disfrutarlo cuando mi cuerpo no paraba de sudar.

La alfombra seguía igual de baja cuando nos mudamos. Ésa era una de las mejores cosas de este lugar, porque si el suelo hubiera sido de baldosas, hubiera dejado tras de mí docenas de huellas frías.

Al salir del oscuro vestíbulo y entrar al salón iluminado, sentí dos pares de ojos sobre mí. Bueno, en realidad sólo podía ver un par, pero sabía que ella también me estaba mirando.

Tanto TD como mi madre estaban en la mesa de siempre, que apenas cabía para dos, y mucho menos para tres. Mi corazón empezó a correr en dirección contrario. No quería acercarme; deseaba que me fuera del apartamento y no volviera jamás.

Pero tenía que decirle algo: «Es hora de que crezcas». Si la confesión no iba a manifestarse hoy, mañana no tardaría en llegar. Ya no había más tiempo para huir.

—Ahí está —dijo el chico, sacándose una cuchara de la boca—. ¿No se parece tanto?

Antes de sentarme, miré a mi alrededor para ver qué había cambiado aquí. Aparta de muchas más consolas de videojuegos y una pila de DVD, no noté mucho más. La alfombra seguía igual, con ese diseño abstracto que siempre tuvo. Y sólo con ver el sofá, sabía que mi trasero seguía cocido en él.

A pesar de que mi corazón temía acercarse a los dos Toads, el aroma de la comida me atraería de todos modos.

Finalmente moví la silla de madera y me senté bien derecha, como se supone que debe hacer una chica. Sin los codos en la mesa, claro. Me quedé mirando el vacío frente a mí. No había ni plato, ni cuenco, ni nada.

—Estoy noche hay macarrones con frijoles —comentó Minh, acercándose a la cocina abierta—. Te sirvo un poco.

Algo me decía que se iba a tomar su tiempo para que yo pudiera estar a solas con mi mamá y mi hermano. Si hubiera sabido qué decir, hubiera hablado en ese minuto que pasó. Pero ¿cómo se empieza una conversación con personas que no ves desde hace tanto? Mientras TD seguía comiendo de su cuenco a mi lado, notaba que mi madre me observaba desde el otro lado de la mesa.

Dar golpecitos con los dedos en la alfombra era la única forma de hacer que la situación pasara de largo. Ah, si los frotaba lo suficiente, tal vez la humedad desaparecería.

—¿Cómo te sientes, cariño?

Joder. La perra habló.

—Enferma.

—Bueno, no tienes que preocuparte por quedarte aquí esta noche. Minh ya me contó lo básico. Sea lo que sea que te envenenó, alégrate de que no te matara. Otros Toads ya estarían muertos. Me llamo T. Ana.

Como si necesitara un recordatorio cuando ya formaba parte de mi nombre real.

Cuando levanté la cabeza para ver bien a la bruja, tuve que entrecerrar los ojos para ver las diferencias con respecto a hace unos años. Aparte de algunos kilos de más y tal vez diferentes preferencias de maquillaje, era la misma señora de pelo cereza que me trataba como escoria. Se pensaría que, tras treinta y cuatro años de vida, ya hubiera aprendido a recortar el enorme cabello que le tapaba los ojos. Y no era sutil con ese suéter a rayas. Cualquier cosa para no pensar en que se estaba ensanchando, ¿eh?

—¿Cómo te llamas? —me preguntó.

—Trabajo junto a la princesa, así que no puedo darle ningún nombre, señora. —Incluso tratarla de usted me dolió.

—¿La princesa? —Se inclinó más cerca, estirando la boca en una sonrisa extraña—. ¿Acaso trabajas para ella y aún así andas con T. Minh?

—Eh, ¡yo también soy importante!

—Pero no tan importante como la princesa. Si hubieras ido a la universidad como debe haber hecho tu amiguita, quizá hubieras estado en su posición, chica. —Se volvió hacia mí—. ¿Qué tipo de trabajo?

—También es clasificado. Digamos que me da… ¡Achú! Tengo más responsabilidades que a sus tropas duras. —Más bien tropas blandas. Apenas intimidaban, una de las razones por las que secuestraron a Peach cada dos meses.

—Me lo creo —dijo TD, chupándose los dedos—. Parece que podrías ganar toda pelea.

—¡Hagan espacio! —Minh finalmente salió y dejó un cuenco caliente de macarrones con queso frente a mí. Luego colocó una taza, trajo una silla extra y se acomodó a mi lado. ¿Recuerdas que dije que en esta mesa apenas cabían dos personas? Sí, intentar meter a cuatro era como resolver un rompecabezas.

Era tan reducido el espacio que ella puso sus pies sobre los míos. Nadie más se dio cuenta, gracias al mantel naranja, pero ella sabía que yo estaba completamente al tanto. Sus ojos marrones se fijaron en los míos mientras comenzaba a frotarme la parte superior de los pies. Estaba claro que no había bañado, porque no había rastro de sudor ni mugre en sus plantas.

Entonces, sin notar ninguna objeción de mi parte, empezó a comer. Uno pensaría que era una Chomp Cadena en un concurso de comer pasteles con la manera en que limpiaba un cuenco con sólo su lengua.

No podía evitar imaginarme su lengua recorriendo mis plantas. La forma en que lamía sin esfuerzo los macarrones y los frijoles era…

Toadette, no tengas pensamientos cachondos cuando estés en una mesa con un chico y tu madre. ¡Ten modales!



Unirme a los demás mereció la pena sólo por la comida. Aunque mi cuerpo seguía sintiéndose plano y sin vida, un poco de alimento me animaba poco a poco. El hecho de que los pies de Minh siguieran acariciando los míos también ayudó a calmar mis nervios. Ahora, incluso en presencia de esa horrible mujer, mis ojos no iban constantemente de un lado a otro. Ya no temblaba como un perro. Y cuando lo hacía, era gracias a la suave fricción que Minh daba a mis talones.

Cuanto más la veía comer a ella y a TD, más evidentes se hacían sus similitudes. Las dos eran unas glotonas, no había duda. Ella ya se había levantado dos o tres veces para rellenar su plato, y TD estaba ocupado intentando tomar la comida de mi madre.

—¿Han escuchado que hubo una explosión bajo tierra?

Minh y yo nos quedamos heladas un segundo.

—No, señora —dijo Minh mientras golpeaba mi pie como si fuera un pedal de freno—. Tal vez algún nerd estaba haciendo sui experimento científico en ese lugar. ¿Quién sabe?

—O esos Scapelli hicieron algo estúpido otra vez. Se los juro, ese Wario es el mayor desastre de esta ciudad. ¿Cómo puede llorar como un bebé y tener un ejército de hipnotizadores siguiéndolo?

—Bueno, es rico. —TD sacó la cara del cuenco, con los labios ahora amarillos—. Tiene que haber algo que esté haciendo bien.

—TD, no aguanto que le des crédito a ese sinvergüenza. Sólo en Ciudad Champiñón o Ciudad Diamante ser un orco desagradable te lleva a algún lugar. —Se bebió el vaso de vino de un trago—. Intenta eso en otro lugar y ve lo lejos que llegas.

Mientras hablaban, mi mente estaba centrada principalmente en la acción que se desarrollaba bajo la mesa. Los pies de Minh hacían un excelente trabajo para mantenerme relajado. Sus movimientos eran deliberadamente lentos. Y si la conversación se calentaba un poco, me acariciaba el pie como si yo fuera una perra.

Entonces empezó a deslizar sus dedos por debajo del arco de mi pie izquierdo. ¡Uf! Menos mal que tenía el cuenco delante de la boca cuando lo hacía. En cuanto esos cuatro deditos hicieron su movimiento, arrugué la cara como una marioneta. El refresco con sus burbujas disimuló mis risas durante diez agonizantes segundos hasta que su pie salió volando.

Pero después de soltar el vaso, todos sus ojos volvieron a posarse en mí.

—¿Así que vas a pasar una noche aquí?

Asentí con la cabeza, suspirando por fin aliviada. Y ahora… ¡Volvió! ¡Sus dedos intentaban meter todo mi pie entre ellos! ¿Quería Minh que pareciera idiota? Si era así, misión cumplida. Empecé a babear refresco por la boca.

—Sin duda eres amiga de Minh —continuó el chico.

—¿Cuándo la conociste? —le preguntó mi madre a Minh.

—En el segundo.

¡Un detalle de más! Tuve que callarla…

Jejeje… Espera, ¡pero esos no podían ser sus pies! Ella estaba a mi derecha. Pero este asalto venía de mi izquierda. Así que sólo podía ser otro culpable. Y efectivamente, cuando miré en su dirección, TD me estaba mirando fijamente. Esta vez tuve la sensatez de taparme la boca para que nadie pudiera oír mis esfuerzos por contener la risa. Pero debajo de la mesa, los pies de dos hermanos estaban un poco en guerra. Y él tenía una sonrisa en la cara todo el tiempo.

Los pies de TD eran más pequeños, pero eso les daba una ventaja: una velocidad de movimiento fulgurante. No podía escapar de ellos, y cruzar las piernas no era cómodo debido al intenso dolor. Dondequiera que fueran mis pies, iban los suyos.

Al menos Minh mostró algo de piedad. Pero TD, frotaba agresivamente la parte superior de mis pies con sus plantas. Y podía hacerlo diez veces más fácil porque sus suelas se sentían sudorosas y resbaladizas. O no había conseguido meter el culo en la tina o tenía el mismo problema que yo para controlar el sudor.

Cuando deslizó su pie entre mi dedo gordo y el segundo, mis ojos morados se abrieron de par en par. ¿Cuánto tiempo podría aguantar sin estallar en carcajadas? Cada vez que volvía la vista hacia él, se estaba comiendo las judías que quedaban o me lanzaba una mirada penetrante.

¡Espera! ¿De qué hablaban ahora Minh y mi madre?

—Vaya, tú debes atraer a un tipo específico. Que me sorprenda si no es una copia exacta de TT en todos los aspectos.

—¿Eh? —Una vez que respondí, el roce que TD hizo con mis pies finalmente me quebró. Lo que empezó como una pequeña risita se convirtió en una alborotada carcajada. Y ahora sus dedos jugaban con el dorso de mi pie, apretando esa parte por encima de mi talón. ¡Uno, dos, tres! Golpeé la mesa tantas veces, haciendo que un poco de queso chorreara sobre mi mejilla. ¡Carajo! ¡Y no paraba de hacerme cosquillas! ¡Aléjate de mis arcos, demonio!

—Oigan, no hagan tanto ruido. —Oh, ¿acaso Minh quería ser autoritaria hoy?

—Quiero decir —continuó mi madre—, sus ojos son del mismo color.

—No, son lentillas. Tiene los ojos esmeralda naturales.

Mi madre se rascó el revoltijo de algodón de azúcar que era su pelo.

—¿Así que lleva lentillas moradas, aunque obviamente lleve gafas?
—Tiene que llevar ambas. Pregúntale a su oculista, porque yo no tengo explicación.

Mientras terminaba el resto de la comida, me di cuenta de que mi cuerpo estaría demasiado débil para continuar toda la noche. Necesitaba un sueño profundo para estar preparada para el desgaste emocional que me depararía el día de mañana.

—Gracias por la comida, pero debo descansar temprano —le dije a mi madre. Y después de lavarme la taza en el fregadero, giré para ver a…—. ¿Te divertiste haciendo me cosquillas?

—Sólo un poco. —El chico puso su cuenco sobre el mío—. Oye, ¿quieres jugar un juego?

—¿Jugar? ¿Has olvidado lo que me pasó?

Sin importarle lo más mínimo mi respuesta, me agarró del brazo y tiró de mí hacia el salón como si fuera una muñeca.

—Vamos. Es un Wii. Es la consola más casual del mundo ahora.

—No sé, T. Dani —se rió Minh entre dientes—. Mejor darle un juguete de preescolar.

Qué increíble apoyo, mejor amiga.

Bueno, tenía que entretener a mi hermanito jugando a cualquier videojuego que le gustara. ¿Qué tan malo podría ser eso? Lo peor sería perder una y otra vez, pero estaba segura de que no yo iba a jugar tanto como para que eso pasara. Además, conseguía puntuaciones altas con aquel juego de Kirby’s Avalanche en casa de Minh cuando éramos chiquitas.

Pero eso era tan simple como mover los bloques hacia abajo todo el tiempo.

—No la tengas mucho tiempo, TD —le gritó nuestra madre—. No queremos que empeore.

Si supiera quién era realmente, definitivamente querría empeorarme la vida.

—No sé cómo funciona eso. —Pasé minutos agitando el control remoto en el aire. Había un botón arriba, otro abajo y una cruz para moverse. ¿Pero para qué demonios eran esos botones 1 y 2? No podía tocarlos sin voltear todo al revés.

—¿Todas las chicas tratan los videojuegos como si fuera escalar una montaña? —Me apretó la correa en la mano derecha—. Sólo sostenlo como un control de televisión.

—Lo siento. Es que los juegos ya no son lo mío.

—Alégrate de que estemos en una consola de Nintendo. Podemos empezar con algo fácil.

Ah, ¿así que nuestra madre podía permitirse comprarle a TD todas estas máquinas, pero no podía actualizar nuestro viejo televisor? En el momento en que se encendió, volvió el zumbido agudo. Luego, una imagen parpadeó lentamente en la pantalla. Wii Play. Finalmente sonó un tintineo, y TD rebotó a mi lado en el sofá de cuero.

No me quitaba ojo de la cara mientras navegaba por todas esas burbujas de texto. Incluso jugando, aún encontraba formas de ponerme nerviosa. Especialmente porque las luces brillantes de esta casa hacían que mi cara se viera clara como el agua.

—Elige tú —dijo, guiando mis manos—. Sólo apunta a la tele y presiona el botón A. A mí me da igual qué juguemos.

—¿Ni siquiera vamos a hacer una apuesta con esto? —Inmediatamente me tapé la nariz para soltar un estornudo fuerte.

—¿Cómo sabías que hago eso?

—Bueno, si todavía no te has dado cuenta, T. Minh es una chismosa.

—Mmm… —Después de escanearme más que una radiografía, una suave sonrisa apareció en su cara. Pero era una mirada de astucia—. Como estás enferma y todo, no lo voy a hacer demasiado humillante para ti. El perdedor le tiene que dar un masaje de pies al ganador. ¿Estás de acuerdo?

Si hubiera sido cualquier otro chico y unos años mayor, podría haber sonado genial. Pero dada nuestra relación familiar, la idea de tener que masajearle los pies me inquietó. ¿Era eso normal? ¿Esperado?

Aun así, asentí de todos modos.

—No te contengas —le dije.

Con todos los años que lo había dejado solo, no estaba en posición de quejarme. Además, un vistazo rápido a sus pies descalzos hizo que las cosas mejoraran un poco. O la suerte estaba de su lado, y había desarrollado pies impecables en sus años preadolescentes, o más probablemente la fanática de los pies en la cocina había tenido influencia en él durante mi ausencia. Sus uñas estaban muy impolutas para un chico promedio. Demasiado limpias, demasiado bien cortadas. Y nómbrame un chico de secundaria cuyos pies no estuvieran tan secos como la madera. La loción era y sigue siendo un concepto ajeno para el género masculino.

¿Qué opciones nos daba este juego? ¿Pesca? Después de que un Cheep Cheep me dejara marcada en la cara hace mucho tiempo, no, gracias. ¿Billar? Minh quizás sabía lo que hacía, pero yo seguro que no. Todo lo que veía era bolas de colores aleatorios en un césped que no se parecía en nada a una mesa de billar.

—¿Carga? —pregunté.

—Más fácil que eso no hay. Montados en vacas, podemos matar a un montón de espantapájaros. —TD luego leyó las instrucciones muy despacio, como si yo fuera una niñita.. Cuando oprimió el botón de confirmación, me incliné al borde del asiento.

Enferma o no, tenía que darlo todo. Una victoria aseguraba que no tendría que tocar sus pies y sentirme aún más rara.

Y tan pronto como vi esa vaca de ojos saltones con las ubres demasiado simplificadas, más risas llenaron la habitación.

—Oye, ¿por qué parece tan drogada?

—Creo que sí está drogada. —Casi se cae del sofá con lo mucho que se inclinó hacia adelante—. ¡Quien derribe más ganará!

Tres, dos, uno… ¡Ya!

¡Y arrancamos! TD inmediatamente acertó las primeras tres filas de espantapájaros a la perfección, ganando puntos extra por lo que se veía. Mi vaca estaba lejos, y a menos que le pusieran un cohete en el trasero, no tenía chance de alcanzar. Entonces, cuando llegué a la quinta línea de estos blancos cuadriculados, incliné el control lo más que pude hacia abajo. El espacio entre nosotros dos era estrecho, ¡demasiado estrecho!

—¡Ajá, pensé que iba a pasar esto rapidito! —gritó.

—La confianza te mata.

Apuntando a un espantapájaros que rebotaba vestido de realeza, mi vaca fue la primera en derribarlo. Pude guiarla hacia las siguientes dos líneas de espantapájaros sin problema, ya que TD siempre llegaba sólo un segundo tarde. Pero aun así, él seguía teniendo la mayoría de los puntos. Tendría que seguir con la perfección para tener una oportunidad de ganar.

A ver… Él estaba sentado justo al lado mío. Yo tenía pies…

No. Prefiero ser perdedora que hacer trampa para ganarle a un chico de trece años en un juego. Así que seguí adelante con mi vaca fea. Juntas derrotamos a otro rey y derribamos dos líneas más de estos títeres dementes. Y luego otra vaca saltó sobre mi cabeza. Y…

—¿Se puede saltar? ¿Desde cuándo es eso? —chillé.

—Alguien debió haber estado escuchándome.

Su risa se hizo más fuerte mientras terminaba impecablemente los espantapájaros restantes, mandando al rey final a la distancia de esa granja. «Meta» apareció en la pantalla mientras sonaba música alegre, y su personaje celebraba en su vaca. Mientras tanto, mi personaje tenía una mirada de vergüenza al cruzar la línea de meta.

Demonios. Terminó con más de 200 puntos, y yo estaba por debajo.

—En realidad me asusté de que fueras a ganarme —dijo, estirando los pies sobre mis piernas—. Buen intento.

—Ay, por favor. Unas partiditas más y te pongo a llorar como un bebé. ¡Achú!

—Ah, cierto. —Dejó el control—. ¿Sí tienes la energía para seguir con esta apuesta esta noche? Si no…

—Creo que puedo manejarlo.

—Sólo digo.

—Ya está en marcha, chico.

Agarré las plantas de sus pies y empecé a sobárselas por los lados. A los cinco segundos, otra sensación de cosquilleo recorrió mi zona privada. Cada segundo que pasaba hacía el momento aún más incómodo. Sobre todo sabiendo que Minh pudo haber estado observándonos, ya que la sala y la cocina no estaban lejos. Pero mañana, me tocaría pagar mucho. Mejor empezar a pagar de una vez.

Aplané la palma de la mano sobre su planta derecha, bajando hasta que sus dedos se encogieron. Cómo no se reía de eso era un misterio.

—No te da cosquillas, ¿eh?

Se encogió de hombros.

—Oye, para ser chico, cuidas bien tus pies. —Levanté el pie frente a mi rostro, presionando mis pulgares debajo del arco y contra el talón—. Hubiera esperado algunas grietas o uñas feas, ¿sabes? Pero están bien bonitos.



—Bueno… ¿Gracias?

—Dices eso como que no estás muy seguro.

—Es que nadie me había dicho eso antes. Nadie anda por ahí hablando de lo bonitos que son los pies de la gente normalmente. Especialmente si están hablando de los de un chico.

—Juraría que dijiste que te gustaban mis uñas cuando subíamos.

—T. Minh como que me hizo notarlas más desde que está con nosotros. Eso es todo.

Ya entendí. Considerando cuánto me tocaba los pies bajo la mesa, la siguiente pregunta era inevitable. ¿TD tenía su propio fetiche con los pies? Obviamente me negué a preguntárselo, pero cualquier cosa era posible. Ahora que había admitido que Minh lo hizo prestarle más atención a los pies, probablemente ella tuvo algo de influencia en él.

Pero si ella hacía algo muy sospechoso con él, quería saberlo, créeme.

El pie izquierdo de TD todavía tenía ese lunar alrededor del arco. Si nos hubiéramos tomado una foto familiar y alguien tuviera que identificarnos por nuestros pies, él sería unos de los más fáciles. Por otro lado, sus pies estaban bien proporcionados. No eran tan largos como los míos, pero tampoco eran tan anchos como los de Minh.

Claro, sus arcos le daban competición a los míos, pero por lo demás sus pies estaban justo en el medio. Ni demasiado grandes, ni demasiado pequeños. Justo a la medida.

Cuanto más los exploraban mis manos, más engañaba a mi cerebro para que aceptara que esto era normal. Lástima que el cosquilleo en mi ingle no desapareciera. De hecho, se hizo más fuerte cuando pasé mi dedo por encima de sus dedos. La forma en que se levantaban ligeramente cuando los empujaba era tan… tierna.

—¿Cómo se siente? —pregunté, secándome el sudor de la frente.

—No tan mal.

—¿Entonces esto de que te froten los pies es algo común o qué? Si me preguntas a mí, parece una petición extraña de entrada.

—No, no, no es nada común. Usualmente estoy sudado, y cuando me descalzo, mis pies son lo último que querrías tocar con las manos.

—¿Qué te hizo pedirlo esta vez?

—Bueno, iba a pedirte que me chuparas el dedo gordo. Siempre andamos lanzando ese insulto en la escuela. «Chúpame el dedo gordo». Pero parecía demasiado, ya que no te sientes bien.

Mmm… ¿Arriesgarse o no arriesgarse? Tiré de cada uno de los dedos de TD, imaginándolos en mi boca. Y cada vez que miraba su cara, me sentía mucho más sucia por dentro. Esto no era normal, ni lo más mínimo. Pero sus pies me daban esas vibras del capitán Toad. Por todas las cuentas, no debería haber estado tan interesada en ellos. Pertenecían a un hombre. En este caso, un hombre emparentado por sangre.

Sin embargo, algo en el pie me hacía el corazón acelerarse. Más y más rápido…

—¿Te encuentras bien? —preguntó él.

—Yo… —Empecé a gritar. ¡Qué estúpida fui al tener la sangre fluyendo tanto en un estado de veneno! ¡El pecho me ardía como el infierno! Toser no sólo me dolía, sino que me resecaba la garganta cada vez más—. ¡Agua! ¡Por favor!

—¡Lo siento! —Retiró sus piernas, corriendo desde el sofá—. ¡Debería haber hecho algo diferente hoy!

Intenté decirle que no era su culpa. Pero la reacción de mi cuerpo no me daba espacio para hablar. Seguía ahogándome, agarrándome al brazo del sofá para apoyarme. Sentía como si alguien rapase rocas contra mi garganta. Quizás fue un castigo de Peach por no cumplir la misión.

—¡Bebe! ¡Ya bebe! —La voz de Minh era como una alarma de incendios. Bebí del vaso de agua del grifo que me metió en la cara. Aunque no arregló me respiración de inmediato, el líquido al menos dio un alivio leve a mi garganta. Cuando abrí los ojos, con lágrimas cayendo, los tres me miraban con preocupación. Incluyendo… No, no era posible…

—Hacía mucho tiempo que no veía a alguien tan enfermo, especialmente a alguien tan joven como tú —dijo mi madre, frotándome el sombrero inflamado—. Pobrecita. T. Minh, prepárala para la cama. TD, enciende el aire acondicionado de ese lado de la casa. ¿Y necesitas un poco de Té Koopa, eh, asistente de la princesa Peach?

Afortunadamente el vapor caliente de la ducha consiguió aflojar un poco mi sistema respiratorio. Mira, por eso nadie se ducha con agua fría. Todo el tiempo, Minh estaba justo fuera de las cortinas, esperando que me cayera en cualquier momento. Como eran tan transparentes y finas, podía verla paseando de un lado a otro mientras yo enjabonaba mi cuerpo lentamente.

—No lo entiendo para nada. —Mantuve el volumen lo suficientemente bajo.

—Yo tampoco. Habíamos pasado por tanto desde que conseguiste tu trabajo, y nunca te enfermaste entonces. Creo que todo este trabajo te está pasando factura.

—No eso. Mi madre está actuando extrañamente amable. Eso va contra las leyes de la naturaleza.

—La gente cambia. ¿Debería recordártela? —La planta de su pie apareció contra la cortina de la ducha, arrugada y sonrojada—. Hasta atreverme a poner mi pie en tu cara me hubiera ganado una bofetada antes. Ahora eres una chica mayor que puede aguantar un pequeño masaje de pies. Sí, sí que puedes.

—Pero… —Reprimí mis risitas—. Pero toda su personalidad ha cambiado. Quizás es sólo porque no me reconoce. Uf, incluso siendo adulta, supongo que debería esperar otra cita con el cable de extensión.

—Oye, sé que no fue la mejor madre en aquel entonces…

—La mayor subestimación del siglo.

—Sin embargo, desde que he estado supliendo tu puesto, creo que ha estado haciendo un trabajo decente con T. Dani. Todavía grita un poco demasiado para mí, pero después de este nuevo descubrimiento, él se merecerá un poco. Y no creo que haya tenido que pegarle desde cuarto grado, cuando se metió en una pelea.

—¿Así es? —Toneladas de envidia seguían acumulándose dentro de mí.

—Supongo que te enterarás por ella mañana.

—Y mientras estoy enferma. Esta semana va tan perfectamente.

—Mira, nos vamos a divertir mucho en el Festival de las Estrellas, así que no te me vayas a morir aún. —Se sentó en el inodoro.

—¿Qué se puede hacer allí?

—Celebraciones, dulces, juegos, juegos que pueden involucrar manos y pies, y todo tipo de cosas emocionantes. No te vas a arrepentir de ir, te lo prometo.

Minh también me dijo que esa ropa más sencilla eran su pijama casual, que dejaba en este lugar para sus estancias temporales. Como la calefacción generalmente estaba encendida y no el aire acondicionado, no había necesidad de tener ropa de manga larga aquí. Además, simplemente tenía sus cosas en mi antiguo cuarto, un lugar apropiado. Conque, después de salir de la duche y vestirme, me hundí en mi cama.

—No he revisado esto en todo el día —murmuré, abriendo mi celular mientras Minh me conectaba a la máquina de respiración.

La notificación más grande en esa pequeña pantalla venía de Penélope. Decía: «Mamá dice que ustedes no activaron los micrófonos en las monedas». Entonces había: «¿Está ahí?». Y finalmente: «¡Señorita Toadette, diga algo si está ahí!».

Ay, la última me partió el corazón. Aunque fuera una orden de Peach, la preocupación de Penélope era francamente triste. Pero desafortunadamente para ella, tendría que irse a la cama pensando que nos había pasado algo horrible. Era demasiado tarde para alertar a su loca madre de nuestro fracaso. Lo último que necesitaba eran una docena de mensajes donde Peach le quitaría el teléfono a su hija y me gritaría por mensaje de texto.

—Si necesitas levantarte a medianoche, simplemente quita los tubos de tus fosas nasales así —Minh me demostró cómo hacerlo antes de alejarse.

—Gracias.

—De nada, de nada.

Después de apagar las luces, cerró la puerta y me dejó en la oscuridad. Ese zumbido inquietante pero relajante hizo que cerrar los ojos fuera una experiencia mucho más pacífica.
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