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Rated: XGC · Book · Fanfiction · #2328963

Sigue la historia de la vida de esclava de Toadette, y ya tiene el fetiche por los pies.

#1097298 added September 13, 2025 at 6:40pm
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Capítulo 109 - Cara a cara con el capitán Jones


Las ruedas bajo la botella rodaban sobre el piso de madera, llevando a la diminuta Yasmín a través del barco. No era un transporte exprés, pero en comparación con caminar, se sentía como si estuviera en un avión.

Mientras la empujaba, Penélope no podía evitar echarle miraditas a los pies descalzos de Yasmín. Incluso sucios, los encontraba hipnotizantes. La forma en que Yasmín encogía los dedos, la manera en que el agua goteaba de sus arcos… todo era encantador. Sintió que sus mejillas se encendían aún más y empezó a imaginarse restregando su cara contra esas preciosuras bronceadas.

Pero al acercarse a una curva particularmente cerrada, Penélope estrelló la botella contra una pared. Yasmín soltó un gritito y la botella se ladeó peligrosamente antes de recuperar el equilibrio.

—¿Qué pasó? —preguntó ella, volteando a ver a Penélope.

—Ay… —Penélope se frotó la frente—. Se me fue el avión un segundo.

—Déjame adivinar: ¿mis patas?

—¿Qué? —chilló Penélope, negando con la cabeza.

—Podré ser medio mensa, pero no soy pendeja —dijo Yasmín, con una sonrisita mientras flexionaba los dedos de los pies—. Me dijiste bien campante que te parecían lindos, así que por ahí no me vas a sorprender.

«Entonces no sabe que quiero hacer mucho más que sólo mirarlos», pensó Penélope.

—Cambiemos. —Yasmín se bajó de un salto—. Aparte necesitas un descanso.

—Gracias. —Antes de dejar que Yasmín empujara la botella, Penélope le tocó el hombro—. No te molesta que me parezcan lindos, ¿verdad?

—La neta, está bien pinche raro. —Yasmín se encogió de hombros—. Pero mejor que te parezcan lindos a que te den asco.

—¿Así que puedo verlos cuando quiera?

—Este… —A Yasmín le tembló un ojo—. Mejor hablamos de eso cuando no seamos unos insectos y estemos en peligro, ¿va?

—Cierto, cierto. Perdón. — Penélope se subió a la botella, deseando desesperadamente poder expresarle a Yasmín las ganas que tenía de jugar con sus pies.

«Así se debió de haber sentido la señorita T. Minh al crecer con la señorita Toadette».

***


—Híjole… Esta agua salada mugrosa me ha dejado el toe jam más pegajoso que nunca —exhaló Minh.

Sus pies descalzos, grisáceos por el piso inmundo, hacían un sonido chicloso con cada paso que daba. Finalmente se detuvo y se metió un dedo entre el dedo gordo y el que le sigue. Toad y Toadette arrugaron la cara con asco al unísono cuando ella sacó lentamente un pegote oscuro y espeso. Toad parecía que iba a vomitar en cualquier momento.

—Miren eso —dijo Minh, sosteniendo el horror en miniatura para que lo vieran.

—Uy, qué asqueroso —se quejó Toadette—. Hasta para ti.

—Quizás será mi botana para más tarde —se rió Minh.

—No quiero ver eso —dijo Toad, cerrándose los ojos con fuerza.

—Cobarde. —Minh se llevó la mano a los labios y sacó la lengua. La mugre estuvo a un pelo de tocar sus papilas gustativas. Se rió—. Cálmense; no estoy tan loca. Quién sabe qué tipo de escorbuto me pegaría con estos gérmenes de pirata.

—A veces pienso que no hay nada que no harías —jadeó Toadette, aliviada.

—Todos tenemos límites, Toadette. —Minh pasó la mano por un mástil, dejando una mancha grasienta para el próximo pirata que la descubriera—. Que los míos no sean tan estrictos no significa que no los tenga.

—Pues casi como si no los tuvieras —resopló Toad—. O sea, todavía estamos preocupados por Penélope y Yasmín, y tú no tuviste problema en olerle la chancla a esta última como si no hubiera un mañana.

—Me consuela cuando no está. —Hizo un puchero—. ¿Qué quieres que haga?

—¿Te consuela? No te ofendas, pero tu prima huele a hipopótamo, y no entiendo por qué.

—Es que no se baña —interrumpió Toadette—. No con frecuencia. Me acuerdo que su madre la cantaleteaba por eso.

—¿En serio? —Toad miró a Minh—. ¿Y por qué?

—Es sensible a la temperatura del agua. O tal vez no le ve el caso.

—Se va a pegar una estrellada el día que tenga novio —dijo Toadette—. O una novia llamada Penélope, como van las cosas.

—Si su novia termina llamándose Minh, no va a tener pierde —rió Toad.

—¿Perdón? —Los ojos de Minh casi se le salen de las órbitas—. ¿Ya se te botó la canica?

—No me digas que es normal cómo se comporta contigo —replicó él, abriéndose paso entre una hilera de barriles de pólvora—. Sé que entre ustedes es normal saludarse de beso en la boca. Pero cuando Yasmín te besa a ti, no parece que fueras su prima, sino su novia de veinte años. Con todo ese juego de lenguas que te hace.

—No le falta razón —añadió Toadette.

—Yo… Escuchen, sé que mi prima es extraña —dijo Minh—. Pero no me da nada de risa que insinúen que tiene una… fijación incestuosa conmigo.

—¿Te la tirarías? —preguntó Toad.

—Ya estuvo.

—Es una pregunta simple.

—Y no te la voy a contestar —gruñó ella.

—Ay, Minh, no te pongas así —dijo Toadette—. Seguro Penélope se le lanza primero antes de que Yasmín se te lance a ti.

El trío descendió a las profundidades de la bodega del barco. El aire se sentía lo bastante pesado como para ahogarse en él, denso por el hedor a sal, óxido y pescado. Adelante, surgiendo de la penumbra, había una puerta enorme.

—Vaya, vaya, vaya —masculló Toad, sacudiéndose el polvo de las manos—. ¿Qué podrá haber aquí atrás?

—Si ese capitán no está, voy a hacer este barco entero pedazos. Tabla por tabla.

Toad encajó la punta de su pico en la juntura. Con un grito sincronizado, él y Toadette se lanzaron con todo su peso contra la puerta. Ésta cedió, revelando una cámara tenuemente iluminada.

Sobre un trono de coral y oro rescatado se sentaba una figura.

Era un tiburón azul colosal cubierto de cicatrices. Su chaqueta marrón lo distinguía como el líder del grupo, mientras que el resto de sus miembros no vestía más que simples pañuelos. No movió ni un músculo, pero sus ojos amarillos siguieron cada movimiento de los Toads.

Levantó una sola aleta. Los guardias se apartaron, con sus lanzas aún en ristre.

—Tienen má’ agalla’ que un Blooper, pequeños hongo’ —gruñó—. Me han deja’o impresiona’o.

Toadette le apuntó con un dedo.

—No nos vamos sin nuestra gente: el viejo y las dos niñas que se tragó tu nave. Entrégalos. ¡Ya!

—¿El viejo caballero? Está sano y salvo, moza. Y en cuanto a las pequeñas… La mar suele quedarse con lo que se cae en ella. —Hizo un gesto, y un lacayo le presentó un cofre del tesoro. El capitán lo abrió para revelar un tridente de plata reluciente. Lo empuñó—. Pero nada es gratis en estas aguas. Si quieren algo del capitán Jonathan Jones, se lo ganan.

—Deja que yo me encargue —dijo Toad, poniéndose al lado de Toadette y tronándose los nudillos—. De capitán a capitán.

—¡Yo también soy capitana! —repicó ella, sin apartar la vista de Jones.

—Sí, y una muy brava —bramó Jones—. Pero un duelo de capitanes debe tener cierta formalidad. Uno contra uno. —Apuntó el tridente directamente a Toadette—. Parece que usted es la que tiene más fuego en el corazón.

—Toadette, ya pelea con él —espetó Minh desde atrás.

—Parece que todo el mundo me quiere a mí. —Una sonrisa se dibujó en su rostro—. Lo siento, Toady.

Confundido, Toad agarró a Minh del brazo y la echó para atrás mientras Toadette adoptaba su postura. Los guardias golpearon las culatas de sus lanzas contra el suelo, creando un cántico rítmico que llenó la cámara.

Jones le dio una vuelta a su tridente.

Toadette se lanzó hacia adelante. Le propinó una ráfaga de puñetazos y patadas en el estómago, pero fue como golpear una pared de ladrillos. Jones paró los golpes con facilidad, desviando sus ataques con el tridente. Por cada centímetro que ella ganaba, él recuperaba dos con un amplio arco de su arma, obligándola a agacharse.

Su pequeño tamaño le permitió deslizarse por debajo de él. Le asestó una sólida patada giratoria en las costillas. Jones sólo gruñó, y su sonrisa se ensanchó. Como represalia, en lugar de blandir su tridente, golpeó el suelo con la culata.

La onda de choque levantó a Toadette del suelo y la hizo trastabillar hacia atrás.

—¡Tiene usted espíritu! —rugió él—. ¡Hacía mucho que nadie le asestaba un golpe sólido al viejo Johnny!

—¡Entonces quizás deberías dejar de contenerte! —replicó ella, jadeando.

—Ya se está poniendo engreída —le susurró Minh a Toad.

—Oh, me estoy conteniendo mucho —gruñó Jones—. Pero si tanta prisa tiene por conocer una tumba acuática, que así sea.

Dio una fuerte pisada, y un aura gélida emanó del tridente. Dos discos de hielo se materializaron, girando en las puntas del arma con un zumbido agudo. A Toadette se le heló la sangre. Ya había visto ese ataque antes…

—¡Sierras Gélidas!

Los discos salieron disparados. El primero le pasó rozando el sombrero, dejando una pequeña zanja en la pared de atrás. Ella se giró, pero el segundo disco la alcanzó en el hombro derecho. Antes de que pudiera recuperarse, el primer disco rebotó en la pared y se precipitó de nuevo hacia su cabeza. Desesperada, se lanzó al aire. La sierra giró bajo ella y se incrustó en el suelo.

Jones resopló. Para cuando Toadette había aterrizado, él ya la había alcanzado. Sus puñetazos y regates se volvían más lentos, más torpes.

—Y pensar —se rió entre dientes Jones, bloqueando un puño sin esfuerzo—, que esto no es ni la mitad de mi fuerza.

—¡No me mientas! —chilló Toadette, y le dio un codazo hacia atrás en el estómago.

Era una trampa. En cuanto su brazo conectó, Jones dejó que el golpe aterrizara. Luego impulsó el extremo del tridente hacia adelante con gran fuerza.

—¡Toadette! —gritaron Toad y Minh al unísono.

Una sensación aguda y fría le atravesó la espalda a Toadette. Jadeó, y sus poderes se desvanecieron en un instante mientras caía al suelo mojado. Intentó levantarse, pero sus brazos se negaron a obedecer. La sangre empezó a formar un charco bajo ella.

Jones se cernía sobre ella, con el tridente apoyado en el hombro.

—Peleó usted bien para ser un hongo. Pero le falta mucho para tener el calibre de Sirope o incluso de ese fontanero de sombrero rojo.

Minh le dio un golpecito agresivo a Toad en el hombro. Toad se giró para mirarla.

—Tú querías quitártela de en medio primero —señaló él.

—Bueno, al parecer él sólo está usando un poco de su poder. Si necesitábamos a alguien para el tramo final de esta pelea, me pareció que tú eras la mejor opción. Y ahora lo sabemos.

—Acabaré con él rápidamente.

—¡Maletín! ¡Necesito una Flor de Fuego!

—¿Pero qué…? —Toad miró en dirección a Toadette.

Toadette ya había abierto a su asistente maleta y había arrebatado una flor llameante de su interior. Antes de que nadie pudiera objetar, sus colores se transformaron y un calor reemplazó la sensación helada en su espalda.

—¡Acabaré contigo! —gritó ella, con la voz ronca.

Lanzó las manos hacia adelante, desatando una andanada de bolas de fuego. Jones ni siquiera se inmutó; las apartó de un manotazo con su tridente, dejando que se disiparan.

—Un calor impresionante —gruñó—. Pero una hoguera no es rival para un poderoso glaciar.

Sin dejarse intimidar, Toadette envolvió sus puños y pies en llamas y cargó de nuevo. Su estrategia se había reducido a una agresión testaruda. Cada patada llameante fue recibida con un bloqueo. Cada puñetazo abrasador fue parado.

Jadeando, se giró para asestar una patada giratoria en llamas. El golpe en el hombro de Jones fue irrisorio.

—¡Toadette, deja de malgastar toda tu energía! —gritó Minh.

Toad suspiró. Lo que él tenía de disciplina a ella le faltaba, pues estaba dejando que la pura ira guiara cada movimiento que hacía. Sin lógica, él sabía que ella sería historia.

Mientras ella se preparaba para otra embestida desesperada, Toad se adelantó.

—Es mi turno —dijo, agarrándola del hombro.

—¡Quítate de…! —Nunca terminó la frase. Él bajó la mano en un golpe preciso en la nuca. Los ojos de ella se abrieron de par en par por un momento antes de ponerse en blanco mientras la energía de la Flor de Fuego se desvanecía. Él atrapó su cuerpo inerte antes de que pudiera golpear el suelo.

—No quería hacer eso —susurró, y la lanzó hacia una sorprendida Minh—. Quédense atrás. Las cosas podrían ponerse feas.

Se giró para encarar al capitán tiburón. El cántico rítmico de los guardias había cesado. La cámara estaba ahora llena de un tenso silencio.

—¿Interrumpir un duelo de capitanes? —preguntó Jones, rascándole la barbilla—. Bastante poco profesional, ¿no le parece?

—Se le acabó el calentamiento —afirmó Toad—. Ahora empieza el verdadero duelo de capitanes.

Metió la mano en su mochila y sacó un champiñón peculiar. Su energía crepitante se hizo notar de inmediato para Minh. El Champiñón Voltaico (la Seta Eléctrica).

—¿Qué piensa hacer? —se rió Jones entre dientes—. ¿Se da cuenta de que todo este piso está mojado, muchacho?

—Sí, y eso esperaba. —Toad se comió el champiñón en dos bocados.

La transformación fue lenta. Un relámpago brotó de su cuerpo y le recorrió el rostro con un crepitar escandalosamente fuerte. El agua a sus pies empezó a humear.

Con un grito, Toad desapareció. Reapareció directamente delante de Jones, con el puño echado hacia atrás. Jones abrió los ojos de par en par y apenas consiguió levantar su tridente para bloquear el golpe.

Cuando el puño electrificado se encontró con el frío tridente, la cámara explotó en una lluvia de chispas.

—¡Es más rápido que la moza! —rugió Jones, y clavó la cola para mantenerse firme.

Toad lanzó varios puñetazos. Ahora Jones se vio obligado a ponerse a la defensiva, ya que los impactos rápidos se convirtieron en un desafío para su tridente. Creó distancia con un potente empujón, y luego blandió su tridente.

—¡Sierras Gélidas!

—¿En serio? —Toad usó un rayo para golpear el primer disco, haciéndolo añicos en una nube de polvo de diamante. Luego se agachó, dejando que el segundo disco le pasara por encima de la cabeza. Dio una palmada en el suelo húmedo—. ¡Vamos a encender esto!

Una red eléctrica se extendió en espiral por toda la superficie del agua. Los lacayos de Jones chillaron cuando la corriente les recorrió el cuerpo. Jones también soltó un gruñido agudo de dolor. Sus músculos se le agarrotaron visiblemente.

Toad sonrió. Canalizó todo el poder eléctrico en su pico, que ahora tenía totalmente extendido.

—¡Muere, tiburón! —Balanceó el pico directamente hacia el pecho de Jones. Éste, aún rígido por la descarga, levantó su tridente en un desesperado bloqueo a dos manos.

Luego vino una explosión. La luz y el sonido cegaron y ensordecieron temporalmente a la multitud. Minh, apretando los dientes, sintió cómo las cajas astilladas le rozaban la piel mientras sus músculos se contraían. El vapor llenó todo el aire, espeso y opaco.

La luz se desvaneció lentamente, y la iluminación más oscura y ambarina de la habitación volvió a su estado natural. Esto reveló la habitación más destrozada que antes, con notablemente más agua goteando de las paredes.

Toad se quedó sin aliento, con su aura eléctrica ya desaparecida. Ante él, Jones estaba encorvado. El tridente yacía en el agua, con las puntas quemadas.

Pero una risa lenta resonó. Jones se irguió de nuevo, sacudiéndose un trozo de escombro del hombro. Una amplia y sangrienta sonrisa se dibujó en su rostro.

—¿Es eso lo mejor que tiene?

Toad se preparó, con su cuerpo agotado gritando en protesta.

—¡Alto!

Las cabezas de todos se giraron. Apoyándose fuertemente en Minh, Toadette avanzó tambaleándose desde la esquina de la habitación. Miró directamente a Jones.

—¿Quieres saber por qué estamos aquí, pez feo? —espetó—. ¡Es porque no tenemos otra maldita opción! ¡No sólo intentamos salvar a un viejo y a un par de niñas! ¡Nuestro mundo entero está en peligro!

—La mar está llena de historias tristes. ¿Qué hace que la suya sea tan especial?

—¡Esto no sólo se trata de nosotros! —Toadette dio otro paso tembloroso—. Se trata de nueve Estrellas Etéreas y de un orco avaro llamado Wario que quiere usarlas para autoproclamarse dictador de todo el reino. Y no creas que le gusta compartir la riqueza—. Señaló a Jones, gruñendo—. ¡Por eso navegamos en sus sucias aguas!

La habitación volvió a guardar silencio. Toad y Minh miraron a Toadette con sorpresa. Los lacayos piratas murmuraron entre ellos. Sin embargo, Jones permaneció inquietantemente inmóvil. Su sonrisa sanguinaria había desaparecido, reemplazada por un ceño fruncido.

—Estrellas Etéreas —gruñó—. Así que este Wario… ¿las está reuniendo?

—Ya tiene dos —respondió Toad—. Cuanto mayor sea nuestra ventaja, peor será su suerte.

—Entonces apuesto a que ustedes andan buscando a Sirope.

—¿Eh? —Minh negó con la cabeza—. No es que tengamos hambre.

—La capitana Sirope —gruñó Jones—. Saquea y roba sin código alguno. Atesora esa roca brillante con fiereza. Es lo que le ha dado ventaja durante mucho tiempo…

Miró el rostro desafiante de Toadette y el semblante firme de Toad.

—Muy bien, gente hongo, tienen mi atención. —Su tono cambió—. Les propongo un trato.

—¿Por qué deberíamos confiar en ti? —preguntó Toadette.

—Ustedes necesitan una Estrella Etérea, y yo necesito que Sirope y su sucia influencia desaparezcan de mis mares. Son la primera amenaza real que deambula por mi territorio que podría ser capaz de hacerle frente. —Apuntó su tridente al trío—. Ayúdenme a librar estas aguas de esa bruja. A cambio, les entregaré al viejo. Como extra, pueden quedarse con esta supuesta Estrella Etérea.

El trío no podía creer lo que oía. Ciertamente, era un camino que seguir, pero uno que pasaba por un pacto con un monstruo.

—¿Y si nos negamos? —preguntó Toad, levantando una ceja.

—Entonces termino lo que empezamos, me arriesgo con Sirope más tarde y le doy a comer a su viejo al rey Calamari de allá arriba —contestó con la sonrisa ensanchada.

La mandíbula de Toadette estaba tan apretada que le dolía. Quería luchar hasta su último aliento en lugar de aceptar la ayuda del tiburón que casi la había matado. Pero entonces miró a Toad, que estaba sin aliento, y a Minh, cuyo rostro estaba pálido de miedo. No podían ganar. No de esta manera.

—Está bien —refunfuñó, haciendo un puchero—. Esto es sólo un negocio, tiburón. En cuanto consigamos esta estrella y despachemos a esa tal Sirope, nos entregas a nuestros amigos, y se acabó.

Jones soltó una carcajada que sacudió el barco. El resto de sus lacayos lo siguieron.

—Un trato hecho en la desesperación. El mejor tipo. —Se golpeó el pecho con la aleta—. Permítanme ser el primero en darles la bienvenida a bordo. Desde este momento y hasta que concluya nuestro negocio, son ustedes miembros honorarios de los Piratas Cerúleos.

Hizo un gesto a su tripulación. Dejaron escapar un grito entusiasta.

—Ahora bien —continuó Jones, enderezando su postura—, no están en condiciones de pelear. Mi intendente se encargará de que descansen y reciban equipo digno de una tripulación pirata. Zarpamos al amanecer.

—Un momento —interrumpió Toad—. Todavía nos faltan dos personas importantes aquí.

—¿Dónde está mi prima? —le preguntó Minh a Jones—. Ella y su amiga no están por ninguna parte.

—Mmm… Dudo mucho que el Blooper las haya consumido. Sólo se le ordena consumir a quienes nosotros consideramos aptos… Si esa cosa se propasó, no se preocupe; nos encargaremos de ella.

—Eso no me tranquiliza —suspiró Toadette.

***


El cuerpo de Yasmín se tensó mientras empujaba la pesada botella de cristal por las tablas. Penélope estaba sentada encima, esperando que llegara su turno en los próximos tres minutos. Hacía una mueca de dolor cada vez que le palpitaban los músculos.

—Otra puerta —gruñó, y estiró las piernas—. Creía que los niveles grandes en los videojuegos eran lo máximo, Yas. Son un asco completarlos en la vida real.

—¡No me digas! —resopló Yasmín, tan deshidratada que su característica baba se había convertido en un mero hilo—. Voy a morir antes de llegar a esa puerta.

—Sólo apóyate en la botella; no tienes que empujar con tanta fuerza.

—Tardaremos una eternidad si no lo hago. —Contra todo pronóstico, Yasmín se obligó a seguir empujando hacia la siguiente habitación. Las lágrimas corrían por su rostro mientras sentía que las piernas estaban a punto de ceder.

Entonces, de repente, el mundo empezó a temblar. Una sacudida violenta vibró por toda la cubierta, derribando a Penélope de la botella. Cuando Yasmín fue a agarrarla, levantó la vista con horror. Una enorme sombra se cernía sobre ellas, tapando las luces ambarinas. Cuanto más arriba miraba Yasmín, más se le abrían los ojos.

—Penélope…

Del cielo descendía una superficie de color rosa oscuro. Venía directa hacia ellas. A medida que se acercaba, las niñas podían distinguir cada detalle horrible: surcos profundos como valles, manchas de mugre como rocas y cinco montañas gigantescas al final.

Era un pie. Y no el pie de cualquiera.

—¡Minh-Minh, no! —chilló Yasmín. Su voz no era más que un chillido a este tamaño.

El pie detuvo su descenso, suspendido a escasos centímetros por encima de ellas. Las niñas quedaron atrapadas en la oscuridad que había debajo. Tragaron saliva. El olor a tierra cruda y a sudor era abrumador, y los ojos de Penélope empezaron a arrugarse. Yasmín se abanicó al sentir el calor que irradiaba la planta del pie.

—¡Muévete! —gritó Penélope, agarrando a Yasmín del brazo y tirando con todas sus fuerzas. Se apartaron justo cuando el pie bajó con una última pisada.

—¿Oíste eso? —preguntó Minh, ayudando a Toadette a mantenerse en pie.

—Sé un poco más específica, florista —dijo Toad, mirando alrededor de la habitación.

Minh escuchó con atención. Dio un paso hacia adelante, y luego otro. Sintió que sus dedos sucios hacían contacto con algo. Era la botella de cristal. A su lado había dos figuras diminutas.

—¡Yas! ¡Penélope! —gritó, sintiendo una mezcla de alivio y pavor. Toad y Toadette se adelantaron, poniéndose de rodillas para verlas más de cerca.

—¿Se encuentran bien? —preguntó Toadette con un hilito de voz.

—¡Sí! —dijo Penélope, e infló el pecho—. Sólo tuvimos que escapar de una tubería.

—¿Cómo se hicieron tan pequeñas? —Minh las recogió en la palma de su mano.

—Bueno… —El rostro de Penélope se puso pálido—. Yasmín tomó «prestado» uno de tus Minichampiñones. Le dije que lo usara para que pudiéramos escapar.

Minh tuvo que contenerse para no gritar. Sabía perfectamente lo que había en su repleta bolsa y lo que no. No había ningún Megachampiñón para revertir los efectos del Minichampiñón. Miró a Toadette, que negó con la cabeza.

—Y así nos surge un nuevo problema —suspiró Toad.

Jones, que había estado observando la escena, se adelantó.

—Miniaturizadas, ¿eh? Inaceptable. Si van a formar parte de la tripulación que derrote a Sirope, necesitaremos hasta la última gota de fuerza que podamos reunir. —Se giró hacia un tiburón que estaba junto a la puerta—. Registren las bodegas de carga. Búsquenme un Megachampiñón. Registren el océano si es necesario. Sólo tráiganme uno.

—¡A la orden, capitán! —El guardia se golpeó el pecho con la aleta.

—Guau. —Los ojos de Penélope brillaron. Miró del tiburón gigante a Toadette—. Un momento. ¿Eso significa que vamos a ser piratas, señorita Toadette?

Yasmín, sin embargo, se limitó a temblar en la mano de Minh, hundiendo la cara en el pulgar de su prima.

—La pequeña humana tiene la energía que necesito. —Señaló un pasillo—. Los compañeros las llevarán a sus camarotes temporales. Descansen un poco. Al amanecer, serán miembros de pleno derecho de los Piratas Cerúleos.

Con un cansado asentimiento, los cinco fueron escoltados fuera de la habitación del capitán y por un pasillo oscuro.

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Nota del autor:
Si les gusta el contenido relacionado con el tamaño, les espera una sorpresa la próxima semana. Mientras nuestros héroes se toman un descanso antes de conseguir su nuevo equipo pirata, Yasmín se queda mirando los pies gigantes de Minh con esos ojos espeluznantes e incestuosos.
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